Él no subió el rostro. Sus manos esqueléticas se unían tratando de atrapar un poquito de aire y de fuerza.
Aquí está la comida, dijo la misma voz de siempre.
Cuánto tiempo había estado en esa posición, dentro de aquellas paredes. Cuánto tiempo le quedaba. Hizo una ecuación en el aire y borró. Papá, debes bañarte, ordenó la voz. Sus ojos buscaron de dónde venían las palabras. Sonrió a la pared y luego a la ventana. La ecuación siempre fallaba cuando llegaba abril porque el tiempo se detenía. Entonces lloró: allá afuera era marzo.
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Espero que esta vez la ecuación se resuelva como una elegante secuencia de acordes musicales .. tu final es realmente espléndido. Lástima por mi pobre español que me hizo disfrutar solo parcialmente.