Desde que somos inoculados en el vientre de nuestra madre,
nos envuelven en un monasterio de amor, en una cripta celosa y posesiva,
un microcosmos, donde la seguridad es lo más seguro que tenemos,
protegidos a toda costa por átomos maternos, que nos resguardan celosamente de todo peligro

¡vaya suerte!
ojalá que los venideros años hubiesen sido siempre así, un salvoconducto fehaciente y blindado,
¡hasta la primera infancia!
A partir de allí,nos lanzan abruptamente al coliseo de los leones,
Quienes que nos esperan confiados para despedazar nuestra inútil inocencia

La primera dosis de amor social que recibimos es el bulling, que no discrimina edad,sexo, raza ni condición
para recordarnos que lo chupetes y el biberón ya no son nuestros celosos custodios y con amenazas nos amordaza
que si le delatamos, aumentará la dosis de su opresión

Con ese sedante amoroso, crecemos desde el temor, y aunque suene paradójico, aprendemos a templarnos como el acero en el fuego, hasta que en la segunda infancia, en la dolorosa adolescencia,
nos creemos invencibles, dramáticos, desmesurados, arrojados e intensos,
con la revolución de las hormonas, conocemos por si mismos otra arista del amor

Un ángulo equilátero que con un poco de suerte lograríamos la gloriosa coincidencia de un amor correspondido, explayando nuestro horizonte en las expresiones mas diversas del lenguaje, expresándonos a través de la palabra, nuestro sentir más soterrado, abrimos nuestro sentir más profundo y lo entregamos al objeto de nuestro ser.

Pero, ¡oh cuidado!, de enfangarnos en un delirio posesivo, que nos ahoga en un discurso racional obsesivo, ultrajando la mística de lo sensible, impidiéndonos llegar al verdadero éxtasis de una íntima relación amorosa,
que no se evapora con los momentos fugaces de lo instantáneo, sino que perdura en la trascendencia de lo verdadero y real

Claro que llegar a esas sensatas conclusiones tarda lo que la madurez en llegar a nuestro juicio sosegado,
es entonces cuando concebimos el amor como una entrega igualitaria de fuerzas emotivas
como un par de instrumentos de éxtasis y entrega, que en conjunto experimentan el sabor de lo infinito, total, e iluminado

Feliz día del amor y la amistad a toda la comunidad steemiana