Aquella noche desperté a su lado, sabía que no debía hacer ruido. Me percaté de tomar las llaves de la casa y el auto, necesitaba salir rápido de ahí.
Sin querer hice ruido y él se movió, volteé para confirmar que seguía dormido y noté que tenía una nueva cicatriz en el brazo.
Cuando salí del cuarto escuché un gruñido, apresuré el paso y sentí algo viscoso en mi pie. En la sala había sangre por todas partes, las manchas parecían huellas de perro, poco a poco se hacían más grandes y tomaban forma humana, estas se dirigían al cuarto .
Comencé a sudar frío y salí. Al encender el auto había olvidado el terrible sonido que emanaba del tubo de escape.
Apenas arranque y un feroz gruñido proveniente de la casa hizo que se reventara el vidrio del parabrisas, mi esposo saltó desde la ventana de la habitación hasta el techo del carro. La luz de la Luna le cubría el cuerpo mientras él se transformaba en hombre lobo. Me enseñó sus filosos dientes y yo aceleré.
Traté de maniobrar en zigzag para tumbarlo pero lo único que conseguí fue chocar con el árbol de mi vecina. La bestia que ahora formaba parte del cuerpo de mi esposo entró por el parabrisas roto, los dos estábamos heridos pero él tenía más energía que yo y abrió su hocico.
Después de eso todo se tiñó de gris, solo sé que ahora estoy en el bosque, cubierta de pelos, aullándole a la Luna.
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