¿Es nacionalismo una mala palabra?
Ciertamente lo es para Mario Vargas Llosa quien acaba de publicar un libro titulado: La llamada de la tribu. El autor, ganador del premio Nobel de literatura (2010), es ciertamente el “liberal clásico” (no liberal como en los Estados Unidos) más prominente de lengua castellana. Es posible que haya autores liberales hispanoamericanos más profundos como Octavio Paz o Jorge Luis Borges; sin embargo, cuando uno camina por las librerías de España o América, son los libros de Vargas Llosa los que se exhiben en sus vitrinas o escaparates más visibles. Por ello este libro merece una reseña tanto por su contenido autobiográfico como por el contenido de pensamiento de los autores que Vargas Llosa escoge para explicar por qué se convirtió al liberalismo después de haber participado activamente en el partido comunista del Perú.
El tema del libro es la respuesta liberal a lo que Karl Popper denominara “el espíritu de tribu, la atracción de aquella forma de existencia en la que el individuo, esclavizándose a una religión o doctrina o caudillo que asume la responsabilidad de dar respuesta por él a todos los problemas, rehúye el arduo compromiso de la libertad y su soberanía de ser racional…”. (Loc. 2031)
Nada más representativo del retorno a la tribu que el socialismo real de la Unión Soviética o los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela, Ecuador o Nicaragua, en donde la verdad radica en el partido único, donde se silencia toda forma de crítica, se imponen dogmas, se convierten sus premisas en una religión y a los disidentes se los fusilan en paredones o se los destierran a gulags.
El espíritu de la tribu subsiste en el caudillismo y el populismo. El “comandante” carismático, que con mano dura enderezará entuertos o el líder mesiánico que promete el oro y el moro, despojan al individuo de sus responsabilidades, regresándolo a la condición de “parte sumisa a los dictados del líder, especie de santón religioso de palabra sagrada, irrefutable como un axioma, resucitando las peores formas de demagogia y chauvinismo”.
Vargas Llosa también advierte que el nacionalismo no es otra cosa que una variación más de llamada de la tribu. Aunque ya había criticado al nacionalismo en ocasiones anteriores, esta vez lo hace desde la perspectiva de su tema. Así sostiene que el nacionalismo no es más que un modo más contemporáneo del espíritu de la tribu:
“cuando el hombre era aún una parte inseparable de la colectividad, subordinado al brujo o al cacique todopoderosos, que tomaban por él todas las decisiones, en la que se sentía seguro, liberado de responsabilidades, sometido, igual que el animal en la manada, el hato, o el ser humano en la pandilla o la hinchada, adormecido entre quienes hablaban la misma lengua, adoraban los mismos dioses y practicaban las mismas costumbres, y odiando al otro, al ser diferente, a quien podía responsabilizar de todas las calamidades que sobrevenían a la tribu. El «espíritu tribal», fuente del nacionalismo, ha sido el causante, con el fanatismo religioso, de las mayores matanzas en la historia de la humanidad”. (Ibid. Loc.161) (Énfasis mío)
La cultura democrática y libera—en última instancia, la racionalidad—había sido el proceso libertario que, lastimosamente, está siendo menoscabado por el nacionalismo, ese estrato totalitario que había detestado en su juventud porque en él anidaba la negación de la cultura, de la democracia, de la racionalidad.
Para sustentar su tesis recurre a connotados liberales. Los pensadores escogidos por Vargas Llosa son sin duda alguna los más sagaces pensadores de la literatura liberal. Se podría criticar la ausencia de los liberales del siglo 18, como Montesquieu o John Stuart Mill muchos más; no obstante, aparte de Adam Smith, los otros son contemporáneos:
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El pensamiento de todos ellos se centra en la libertad. Aunque no son “libertarios” porque no niegan ni dudan de la “bondad” del Estado creen en la democracia representativa de las repúblicas de Occidente, y en las libertades individuales como el cimiento de prosperidad económica, política y social. Privilegian el mercado sobre el gobierno pero dan al Estado ciertas funciones propias como la defensa nacional o la seguridad pública además de regulaciones sobre el monopolio, por ejemplo. En la política son defensores del sufragio universal, libre y secreto. En lo social dan funciones al gobierno en la educación, salud y jubilación.
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Franklin López, Ph.D.
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Es fabuloso lo que dice pero muy triste ver que América Latina está tan sitiada con doctrinas viles de socialismo y comunismo hasta el día de hoy.
De acuerdo.
¿Cuántas millones más van a sufrir bajo tales régimen terribles?