El punto de partida
Vivimos tiempos en que concentramos toda nuestra energía y perseverancia en buscar el sentido de la vida a través del acumulamiento de bienes materiales, pero nos hemos olvidado de nuestros valores; hablamos mucho, pero tenemos poco tiempo para amar; gastamos más y gozamos menos. Nuestras casas son más grandes, pero las familias son más pequeñas; tenemos ingentes cantidades de medicinas, pero poca salud; más compromisos y un tiempo mínimo. Logramos alcanzar la luna y regresar, pero tenemos problemas de seguridad para cruzar nuestras calles. Buscamos diferenciarnos de los demás con marcas que nos distingan de los integrantes de otros grupos sociales. Y así arranca la carrera de la vida.
¿Qué haremos? Nos pasaremos toda nuestra vida buscando y adquiriendo bienes que nos hagan diferentes de los demás y que nos permitan cubrir nuestras necesidades fisiológicas y emocionales, como bien definió Abraham Maslow en su teoría sobre la motivación humana. Él sostiene que, conforme se satisfacen los requerimientos básicos, los seres humanos desarrollamos necesidades y deseos más elevados. Su teoría se describe como una pirámide que consta de cinco niveles. La idea de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocupan nuestra atención únicamente cuando se han satisfecho las que están en la parte inferior de la pirámide.
Los cuatro primeros niveles se definen como necesidades de déficit o necesidades D. Si no tenemos lo suficiente de algo, tenemos una carencia… sentimos la necesidad. Pero si logramos todo lo que necesitamos, no sentimos nada. En otras palabras, deja de ser motivante. Solamente las necesidades no satisfechas influyen en el comportamiento de las personas: la motivación del individuo radica en la búsqueda de aquello que no tiene, pero, una vez obtenido, ya no se genera motivación y, por lo tanto, se pasa a la siguiente necesidad. Y así transcurre la vida: dentro de los cuatro niveles, cubriendo déficits.
El último nivel, el de las necesidades del ser, es el de la autorrealización. Es el único en el que el individuo, a través de su satisfacción personal, encuentra un sentido a la vida mediante el desarrollo de su potencial. Es el nivel de plena felicidad o armonía. No todos los individuos sienten deseos de autorrealización, debido a que son una conquista individual y no depende de factores externos. De hecho, cerca del 98 ó 99% de la población mundial se encuentra en la primera etapa, cubriendo necesidades fisiológicas.
La principal diferencia entre las necesidades de déficit y las necesidades del ser es que, mientras las primeras pueden satisfacerse, las del ser son una fuerza interna que solo depende del ser humano y de sus decisiones. Se produce en su interior y obedece a aquellos pensamientos que elige para su vida. Maslow seleccionó un grupo de figuras históricas que llegaron a la autorrealización, como Abraham Lincoln, Thomas Jefferson, Mahatma Gandhi, Albert Einstein, etc. Tras estudiar sus biografías y escritos, desarrolló una lista de cualidades similares y encontró coincidencias.
Primeramente, estas personas estaban centradas en la realidad, lo que significa que podían diferenciar lo que es falso o ficticio de lo que es real y genuino. En otras palabras, podían dar el valor real a las cosas. ¿Qué valor tiene un diamante de tres kilates? ¿Por qué lograr un cierto objetivo, como poseer un diamante, puede, en algunas personas, generar sentimientos de satisfacción, de logro, de éxito? ¿Serán sensaciones reales o serán solamente elementos para ocultar ese vacío que existe en la persona?
En segundo lugar, los líderes autorrealizados eran personas centradas en el problema, es decir, que se enfrentaban a ellos en virtud de sus soluciones, no como problemas personales. Les daban a las cosas su justo valor.
Estos personajes creían que los fines no necesariamente justifican los medios, pero sí que estos pueden ser fines en sí mismos y que los medios o el momento presente suelen ser, con frecuencia, más importantes que las metas. Disfrutaban el proceso de la vida más que el logro del objetivo.
En su manera de relacionarse con los demás, eran relativamente independientes del entorno y la presión social. Disfrutaban las relaciones personales íntimas con pocos amigos cercanos y miembros de la familia, más que una gran cantidad de relaciones superficiales con mucha gente.
Tenían valores democráticos, es decir, eran abiertos a la variedad étnica e individual, y mostraban un gran interés por ser incluyentes y no discriminar a nadie por sus ideas o su apariencia exterior. Se aceptaban a sí mismos y a los demás sin querer cambiarlos. Tenían la misma actitud consigo mismos que con los demás, y con esto surgía una personalidad de espontaneidad y sencillez. Pretendían ser más auténticos que pretenciosos o superficiales.
Sin importar su éxito, tenían una actitud fresca de apreciación: una habilidad para ver las cosas, incluso ordinarias, como preciosas. Por consiguiente, eran creativos, ingeniosos, originales y tenían una tendencia a vivir con mayor intensidad todas las experiencias que el resto de las personas; no perdieron su capacidad de asombro.
Por último, estas personas tenían un plan de vida que les permitía avanzar con fuerza, pasión y perseverancia. Luchaban con constancia, día a día, por sus metas y objetivos sin perder sus propósitos y hasta lograr resultados muy positivos. Para ellos, cada intento antes de lograr el éxito no era un fracaso, sino una forma de ir descartando por dónde no ir y acercarse cada vez más al resultado deseado. Cuanto más avanzaban, más se automotivaban.
¿Cuántos seres hay cómo Edison, Miguel Ángel o la madre Teresa? Son muy pocos los que trascienden y dejan huella en este mundo. Nacemos, vivimos y morimos, y posiblemente nunca sabremos para qué existimos. Es una frase fuerte, pero refleja el vacío en el que se encuentra el ser humano. Y cuanto más avanza la ciencia, vamos a mayor velocidad y, por lo tanto, cada vez nos preguntamos más: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿cuál es nuestra razón de existir?
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Nuestro lugar en el universo
Al observar nuestra vida en el contexto universal del tiempo y el espacio, nos damos cuenta de lo insignificante que es nuestro paso por la Tierra. Desde la aparición del hombre han vivido sobre ella aproximadamente 70.000 generaciones. Preguntémonos, entonces: ¿por qué nos tocó nacer en la última, la de mayor evolución y cambio histórico?, ¿cuál es nuestra misión?, ¿qué legado queremos dejar?
Si no logramos responder estas preguntas, tendremos una vida sin sentido ni propósito, y será la corriente quien la defina. Serán nuestros amigos, la publicidad, el medio ambiente y la sociedad en general los que irán moldeándola. Esta generación que nos tocó vivir es la del cambio, la que unió, a través de la tecnología, a todos los seres humanos. Todos estos cambios repercuten en nuestra vida y generan la nueva enfermedad del siglo: el estrés. Cuando todos los días notamos cambios y tenemos que adaptarnos a ellos, se nos generan una tensión y una resistencia que no permiten que nuestra vida fluya en armonía.
Por otro lado, también es causa de estrés que la mayoría de las cosas que adquirimos para que nos satisfagan, y que alguna vez creíamos que formaban parte de nuestro patrimonio, pierdan su valor muy rápido. La obsolescencia del conocimiento y de los objetos nos obliga a mantener una actitud de humildad, de aprender y dar el valor real a las cosas materiales que nos rodean. Tenemos que aprender a fluir en este mundo de cambios, pero teniendo un mayor control sobre nuestros pensamientos y valores gobernantes que nos permitan dar un mayor sentido y propósito a nuestra vida.
En la sociedad actual, que se caracteriza por tener la posibilidad de obtener información en tiempo real, se nos está bombardeando todo el tiempo con datos. El principal objetivo es tomar una parte de nuestro patrimonio mediante la adquisición de algo que nos proporcione satisfacción de entre todas las posibilidades que existen. Todos los productos nos ofrecen soluciones para mejorar la vida y aumentar nuestra felicidad. No tendremos dinero suficiente para adquirir todo lo que vemos, por lo tanto, nos dedicaremos a seleccionar basándonos en nuestra escala de valores, y utilizaremos la herramienta de crédito para comprar cosas que nos satisfagan que pagaremos con nuestros futuros ingresos, que aún no tenemos garantía de obtener. Y así entramos en una carrera hacia lo que creemos que es la felicidad.
La felicidad no es una competición olímpica para tener más, tener más éxito, sentir más placer y hacer más cosas. De hecho, el estudio realizado por el profesor Richard J. Davidson del laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin sobre la corteza cerebral izquierda, donde se encuentran las sensaciones placenteras, llegó a la conclusión de que Mathieu Ricard, un monje budista, era el hombre más feliz de la tierra…
Al final, los resultados de las resonancias magnéticas y demás análisis comparativos entre los lados derecho e izquierdo del cerebro realizados por los científicos no nos dicen nada nuevo; únicamente nos confirman que la felicidad es un asunto de nuestro interior y de aquellos pensamientos que generemos.
A continuación, el lector encontrará una metodología y un proceso para escribir un proyecto de vida y establecer sus estrategias, programas y planes de acción, con el fin de hacer un seguimiento y dar un sentido y un propósito a su vida. Lo ayudará a tomar decisiones ante un dilema y proporcionará herramientas para discriminar y dar valor objetivo a cosas materiales que lo tentarán todos los días. Al final del proceso, el músculo de su cerebro podrá entrenarse en un nuevo hábito, que será la esencia de lo que quiera y desee para su vida.
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Modelo estratégico para elaborar un plan de vida
Un plan de vida sirve para tomar decisiones, dar sentido y propósito a nuestra vida, establecer los valores que nos gobiernan —que son la esencia de nuestras creencias y conductas—, soñar y crear metas que nos permitan vivir con intensidad los momentos del día, corregir y enderezar el camino cuando nos estemos desviando de nuestro objetivo y, lo más importante, lograr la autorrealización. Ser feliz es una actitud ante la vida… es una decisión.
En una época de grandes cambios, las grandes empresas cuentan con equipos de planificación, cuyo objetivo no es tomar decisiones de futuro, sino aprender a tomar decisiones en el presente evaluando posibles escenarios futuros. Es muy importante entender este punto, pues la creencia de mucha gente es que trazar un plan, tanto de vida como de negocios, es un proceso para tomar decisiones futuras y esto es falso. Se trata de hoy. ¡Este es el mejor regalo que hemos recibido jamás: planeemos nuestra vida antes de que lo hagan por nosotros!
La mayor diferencia entre el ser humano y otras criaturas es la capacidad de pensar, esta es su esencia. Cualquier proceso de planificación tiene por objetivo definir las prioridades y decisiones que hay que tomar hoy sobre lo que se quiere alcanzar en el futuro. Nos obliga a pensar, analizar y decidir sobre lo que vamos a hacer y, aún más importante, lo que vamos a dejar de hacer.
Elaborar un plan de vida requiere esfuerzo, disciplina y mucha persistencia. Para elaborarlo, usaremos varios elementos de la planificación estratégica de una empresa. Hay cuatro preguntas fundamentales que tendremos que hacernos siempre:
¿Dónde estoy actualmente? (Diagnóstico).
¿Adónde quiero llegar? (Brecha que hay que superar).
¿Cómo acerco esos puntos? (Plan de vida).
¿Cómo controlo mi progreso? (Tablero de control).
Mi visión. El primer componente es la visión, una imagen mental producida por la imaginación que indica la dirección para moverse hacia una idea o un sueño. La visión debe ser suficientemente retadora y a la vez, realista; es la que da sentido a la vida y a las empresas. Es muy importante, porque le da un significado a lo que estamos haciendo, nos hace levantarnos por la mañana con más energía, nos da claridad y enfoque para aquello que deseamos, nos guía en los momentos de toma de decisiones y nos proporciona una sensación de logro y propósito.
En el caso de las empresas, tener una visión obliga a enfocar el negocio, a invertir en lo necesario y a crear una cultura acorde con su estrategia. Entre las empresas exitosas podemos resaltar a Disney, cuya visión es hacer feliz a la gente, y a Nokia, que resumió su visión con la frase: life goes mobile (la vida en movimiento).
A nivel personal, la visión es la diferencia entre tener un día placentero o, por el contrario, desdichado, aun en tareas que podrían considerarse intrascendentes. Una persona ganadora consigue ver el bosque en su totalidad; una perdedora se concentra únicamente en el árbol que le toca plantar.
La mejor manera de relacionarnos con esta noción de un plan total para la vida es precisamente enfrentarnos con la muerte. Hacerle frente nos ayuda a ver nuestra vida como un todo: pasado, presente y futuro; también nos ayuda a clarificar lo que realmente es importante para nosotros. La siguiente actividad nos ayudará a enfrentarnos a nuestra propia muerte; se requiere una actitud sería, comprometida y honesta, para que podamos obtener beneficios reales.
Imaginémonos que nos encontramos en una situación trágica: estamos en un avión y el piloto nos avisa de que las dos turbinas se han apagado y que, por desgracia, no hay mucho que hacer. Sin embargo, nos comunica que dentro de la caja negra podemos dejar una carta a nuestros seres queridos, en la que podemos anotar lo que les recomendaríamos para su vida. Tenemos poco tiempo, lo que implica que nuestras palabras tienen que ser lo más espontáneas posible. ¿Qué les dirías?
Al finalizar la misiva podrás empezar a analizarla con detenimiento y a hacerte estas preguntas:
Lo que anotaste y recomiendas a tus seres queridos, ¿es lo que tú practicas todos los días?
¿Cuánto de lo que apuntaste tiene que ver con la búsqueda incansable de elementos de satisfacción materiales, que, al parecer, es lo que rige nuestra vida actual?
Por lo general, lo que uno anota en este ejercicio es la base para establecer y escribir una visión. Lo que escribes es lo que tú hubieras querido para tu vida y posiblemente no llevaste a la práctica por falta de conciencia o por estar ocupado cubriendo las necesidades de déficit descritas por Maslow. La redacción de nuestra visión debe ser corta, con un máximo de dos o tres párrafos, de tal forma que sea fácil de recordar y memorizar, y refleje la esencia de lo que deseamos.
¿Qué me hace feliz? Definiendo mis ventajas comparativas. Como seres humanos tenemos hábitos que repetimos y transmitimos de generación en generación. Nos acostumbramos a vivir en pisos pequeños y a no tener otra vista que el vecino; a cerrar las cortinas y encender la luz temprano… Y a medida que nos habituamos, olvidamos el sol, el aire, la amplitud del mundo… Nos acostumbramos a vivir en tensión, a tomarnos el café corriendo, a leer el periódico en el autobús para no perder tiempo, a comer cualquiera cosa rápido porque no hay tiempo para más, a salir del trabajo de noche, a cenar rápido y acostarse a la carrera sin haber vivido el día.
Nos acostumbramos a pensar que las personas cercanas a nosotros estarán siempre ahí y a creer que están bien, sin preocuparnos por averiguarlo. Si el trabajo no nos gusta, esperamos ansiosos el fin de semana. Si el cine está lleno, nos acostumbramos a sentarnos en primera fila. En fin, transformamos nuestra vida en una rutina inútil que nos hace infelices… Perdemos la oportunidad de vivir.
Sin embargo, tenemos la ocasión de dar la vuelta a estas rutinas y hacer todo aquello que nos llene de plenitud. Existe una relación directa entre la visión de nuestra vida, establecida anteriormente, y aquellas actividades que nos hacen felices. Nosotros podemos mejorar nuestra vida tan solo con una actitud diferente. Nosotros no tenemos el control sobre 10% de lo que sucede, pero el otro 90% sí está bajo nuestro control, depende de la forma en que reaccionamos. Cuando nuestra actitud cambia, la vida lo hace también. La actitud positiva marca la diferencia entre el logro y el fracaso; lo que creas sobre ti, afecta a tu actitud hacia ti mismo y, por supuesto, a la actitud con la que te tratan los demás.
El siguiente ejercicio será de gran ayuda para establecer nuestro plan de vida. Anota las actividades que más disfrutes, las cosas simples que te tranquilicen y te produzcan una dicha enorme. Una vez definidas, piensa en qué porcentaje de tu tiempo inviertes en esas actividades y escribe cuánto crees que les dedicas durante un año. Quita de ese tiempo el necesario para llevar a cabo las funciones básicas de la vida (comer, dormir, vestirse, etc.). Suma los porcentajes para determinar el tiempo total que usamos en las actividades que más felicidad nos generan.
¿Estamos empleando una cantidad razonable de nuestro tiempo haciendo lo que realmente es importante para nosotros? ¿Sería muy distinta nuestra vida si estas actividades las practicáramos más? Ser consciente de que se dedica poco tiempo a aquello con lo que se disfruta es el primer paso: algunas cosas que están bajo nuestro control se podrán empezar a cambiar.
Otra pregunta clave en el diseño de nuestro plan de vida es la siguiente: ¿para qué sirven nuestras fortalezas o ventajas comparativas? Una ventaja comparativa es un hecho distintivo que nos ayudará a ir logrando nuestros sueños y metas en la vida. Para el individuo, son aquellos dones que recibe al nacer y algunos otros que desarrolla a lo largo de su vida, sus fortalezas. Cuando nos dedicamos a reforzar nuestras fortalezas, logramos una vida más plena y, cuando menos lo esperamos, suceden las mejores cosas. Sin embargo, parece que los seres humanos nos empeñamos en trabajar para lograr tener aquello que no poseemos.
Una vez identificadas, anotemos nuestras ventajas comparativas y la explicación de lo que significan. Una vez escritas asignemos una calificación del 1 al 10, donde 10 significa que la conducta la practicamos de manera excelente. Hasta aquí tenemos la visión de vida, una guía de aquellas cosas que nos dan felicidad, y nuestras fortalezas, descritas con su respectiva calificación, que nos muestran dónde tenemos oportunidades de mejorar. A continuación nos referiremos a los valores que marcan nuestros parámetros de acción en nuestro camino por la vida y nos proveen de un marco de referencia para tomar decisiones cuando nos encontramos ante una encrucijada.
Mis valores gobernantes. Los valores son el motor de una persona, son las guías que describen la manera en que actúa día a día mientras camina hacia su visión. Son creencias, normas e ideas que las personas tenemos y proporcionan el criterio suficiente para tomar decisiones y seleccionar alternativas. Determinan los límites de la conducta porque son la base de las personas, de la familia, de la sociedad y de un país. Son algo así como el pegamento que une a los seres humanos y les permite vivir en armonía. Las personas somos diferentes en gustos y preferencias, pero el único aspecto en el que nos podemos unir es en la escala de valores. Los valores se forjan con el ejemplo y una disciplina constante hasta que se convierten en hábitos que nos hacen actuar de forma automática. En resumen, si queremos tener éxito en el futuro, hay que empezar por vivir y enseñar valores.
El siguiente ejercicio consiste en definir los valores gobernantes que deseamos para nuestra vida. Aun cuando hay decenas de valores, debemos seleccionar aquellos que queremos en nuestra vida de forma explícita porque nos acercan a la conquista de nuestra visión. No es recomendable que sobrepasen los diez, entre cuatro y seis es el número ideal. También debemos cuidar de no seleccionar aquellos valores que ya estamos practicando porque son parte de nuestra conducta y cultura.
Un mismo valor tiene diferentes significados para cada persona, por ello tendremos que escribir para cada valor elegido las tres o cuatro conductas que mejor lo describan. Posteriormente nos evaluaremos y calificaremos cómo lo estamos viviendo. Esta calificación o punto de partida será lo que nos permita establecer un plan de trabajo para ir mejorando a través del tiempo.
Hay un refrán que dice que lo que no se mide, no se controla; por ello, para la elaboración adecuada de un plan de vida necesitamos evaluaciones de avance, tal y como se hace con cualquier plan empresarial. Una sugerencia es recurrir de nuevo al ejercicio de enfrentarse a la muerte. Supongamos que morimos: ¿cuáles serían los valores por los que queremos ser recordados?
Por último, pasaremos al proceso de calificar en una escala del 1 al 10, donde 10 significa que la conducta la vivimos en plenitud, que estamos muy bien involucrados y que somos un modelo de comportamiento, mientras que el 1 es un indicativo de una gran oportunidad de mejora.
Con este ejercicio contamos con el material necesario para diseñar un plan de vida a través de dos elementos clave: estrategias y planes de acción. Hasta aquí tenemos nuestra visión, entendemos aquello que nos hace felices, nuestras fortalezas o ventajas comparativas, y los valores gobernantes que regirán nuestra vida.
Estrategias... plan de vida. La estrategia significa llevar a la práctica de forma consciente un plan de acción que nos permita lograr la visión. Es en este punto donde comenzamos a especificar los programas de acción y a establecer prioridades. Aquí determinamos la velocidad y secuencia de movimientos que habría que realizar para cambiar nuestra situación actual y pasar del punto A (actual) al B (visión deseada).
Una vez establecidas las estrategias, se diseña un plan de acción, que no es otra cosa que fijar un calendario con las metas específicas que queremos lograr, de tal forma que las estrategias se cumplan y con ello logremos que nuestra visión empiece a materializarse.
Veamos cómo se establecen las estrategias para nuestro plan de vida. Anotaremos las ventajas comparativas y estableceremos estrategias para cada una de ellas. El proceso consiste en identificar las acciones concretas que nos permiten centrarnos en lo importante para nosotros.
Por ejemplo, si una de las ventajas comparativas anotadas es “ser un gran líder,” lo que significa “me gusta fomentar y disfrutar el trabajo en equipo” y “me gusta influir en las personas”, mis estrategias para esta ventaja comparativa podrían ser, por ejemplo, prepararme y aprender en temas de liderazgo, administración del cambio, comportamiento humano, etc.
La primera etapa del diseño de nuestro plan de vida concluye con el establecimiento de las estrategias. Este es el punto de partida para iniciar una transformación y alcanzar la autorrealización. La segunda fase es hacer realidad nuestro plan de vida. Es una etapa más compleja; sin embargo, las satisfacciones serán muy grandes si la llevamos a cabo.
Plan de acción, conviértelo en realidad. Estamos en el momento en que se inicia el trayecto, en que se empieza a formar un nuevo hábito y la complejidad aumenta. La acción de cambio es lo que diferencia a los seres humanos del mundo animal: el poder de elección. Esto implica una gran responsabilidad si, y solo si, queremos tener una vida más plena y de autorrealización; de lo contrario, podemos seguir funcionando con los hábitos y las costumbre heredadas, sin pensar si eso es lo que queremos para nuestra vida.
La visión es un sueño puesto en acción y, al mismo tiempo, las acciones sin ella no tienen sentido. Cuando nos quedamos solamente con la visión, esta se vuelve ficción; mientras que, llevada a cabo, puede cambiar el mundo. Nos encontramos en la etapa en la que tenemos que establecer metas específicas con sus respectivas métricas. Este en un paso clave en cualquier proceso de planificación.
El proceso requiere, de forma importante, aprender a elegir y también eliminar actividades que actualmente consumen nuestro tiempo. Para finalizar el plan de vida, utilizaremos dos columnas. En la primera, anotaremos cada una de nuestras estrategias; posteriormente, las acciones que pensamos realizar en la segunda columna; y, al final, un indicativo de medición.
Para los valores gobernantes utilizaremos un nuevo formulario, pues nuestros planes de acción deben ser aquellos que nos ayuden a mejorar una conducta o comportamiento. De los valores establecidos anteriormente, elegiremos las conductas con calificaciones más bajas y que deseemos mejorar en el siguiente año a través de planes específicos. No tratemos de seleccionar más de lo que podamos cumplir.
Los dos formularios que acabamos de rellenar son prácticamente los dos más importantes que hemos hecho, pues reflejan los compromisos anuales que tenemos con nosotros mismos. Aun cuando el proceso para llegar a ellos requirió de gran análisis, reflexión y pensamiento, el resultado final debe ser algo sencillo, de modo que podamos llevarlo todos los días con nosotros y que se resuma en pocos documentos.
Para que nuestros planes anuales se conviertan en hábitos diarios, podemos utilizar la misma herramienta que actualmente usamos en nuestra vida cotidiana: desde agendas de papel, hasta el teléfono móvil, etc. Lo que sí es importante es que periódicamente —cada mes o trimestre— revisemos nuestros avances con respecto a estas hojas de nuestro plan de vida y hagamos los ajustes necesarios.
Una revisión completa anual es también esencial para avanzar. Para ello, lo mejor es aislarse por lo menos un día fuera de nuestro entorno habitual, para observar todo el proceso de nuestro plan de vida. Empezaremos por revisar nuestra matriz de uso de tiempo y analizar cuánto hemos mejorado en su aprovechamiento para las actividades importantes para nosotros.
Veremos si nuestra visión sigue vigente, si nos gusta o si queremos hacer algunos pequeños ajustes. ¿Las cosas que establecimos como nuestras ventajas comparativas o aquellas que más disfrutábamos son las mismas? ¿Qué porcentaje de tiempo estamos dedicando a lo que nos hace felices? ¿Es mayor que el año pasado o hemos retrocedido? ¿Nuestras estrategias siguen vigentes? ¿Los valores que nos gobiernan, queremos que sigan siendo los mismos? ¿Veo avances en mi conducta? ¿Lo estoy notando y mis seres queridos también lo comentan? ¿Cuánto avancé durante el año en las metas propuestas? ¿Qué aprendimos del proceso para poder establecer los nuevos planes del año siguiente?
Estas y muchas otras preguntas y reflexiones saldrán de este análisis y de la reunión con nosotros mismos para la revisión de nuestro plan de vida.
Hay una frase que dice que, quien quiere tener o lograr algo que nunca ha tenido, tendrá que hacer algo que nunca haya hecho antes. No hay viaje gratuito, pero los resultados que obtendremos valdrán el esfuerzo y nuestra vida se acercará más y más a la de aquellos hombres y mujeres que admiramos porque han trascendido. Y nos acercaremos a formar parte de ese grupo selecto de seres extraordinarios, ese 1 ó 2% que menciona Maslow que logra llegar a la quinta jerarquía en su pirámide de necesidades: la autorrealización.
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Conclusión
Hemos concluido un proceso muy valioso para nuestras vidas: la elaboración de nuestro plan de vida. Tenemos nuestra visión, entendimos lo que nos hace felices, nuestras fortalezas o ventajas comparativas, los valores que gobiernan nuestra vida, establecimos nuestras estrategias y nuestros planes de acción con su respectivas métricas… Pero no es suficiente con diseñar un plan de vida ni convertirlo en realidad si no logramos aprender a disfrutar de la vida y el presente.
La única forma de tener una felicidad plena es vivir el momento presente. El ahora es todo lo que tenemos y el futuro es otro momento. Aferrarnos al momento presente como lo único que tenemos y entregarnos a él es la regla número uno para el bienestar.
Desear, esperar, lamentar, preocuparse, molestarse, etc. son las herramientas más usuales para evadirnos del ahora. Cambiar la manera de pensar, sentir o vivir es posible, pero nunca será fácil; es por ello por lo que cuando lo logramos obtenemos las mayores satisfacciones. Los sentimientos son reacciones que elegimos tener ante lo que sucede en la vida. Así pues, si somos dueños de nuestros pensamientos y emociones, empezaremos a tener una vida plena y nos acercaremos a la etapa de la autorrealización.
Tu vida, tu mejor negocio es el título de esta obra que solo pretende hacernos conscientes de nuestro objetivo en la vida y proveer una metodología sencilla y práctica para diseñar un plan de vida, convertirlo en realidad y disfrutarlo desde hoy. La elección de seguirlo es únicamente nuestra.
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Fin del resumen ejecutivo
Biografía del autor
Salvador Alva estudió Ingeniería Química en la Universidad de México y un MBA en la Universidad de las Américas. Trabajó durante diez años en Cervecería Moctezuma y más tarde, en 1983, se unió al equipo de PepsiCo, donde desarrolló diversos cargos de responsabilidad hasta llegar a la Presidencia de la Región Latinoamérica de Alimentos y Bebidas; también fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo. Como líder de más de 36.000 empleados directos y 40.000 indirectos, impulsó una cultura de transformación organizacional, centrado en el desarrollo de talento y el empowerment. Por sus visionarias aportaciones al interior de la compañía, la revista Fortune lo reconoció, en 2005, como uno de los seis líderes más influyentes de PepsiCo. Actualmente es miembro de varios consejos de administración y asesora a distintas organizaciones sin ánimo de lucro.