Dentro de los partidos políticos, instituciones sociales e iglesias, siempre hay personas que se sienten frustradas o decepcionadas por las actitudes de sus líderes, los cuales no actúan de forma correcta, Cuando esto ocurre la tendencia normar de las personas es crear murmuración, confrontación y división, de manera que habiendo dos partidos políticos, como consecuencia de las discrepancias, aparece un tercero, y después otros, hasta llegar a tener diez partidos, todos ellos frutos de la soberbia human la cual crea la división.
Lo mismo ocurre en las iglesias evangélicas, y otras instituciones sin fines de lucro. Cuando el sistema no funciona, o aparece la ambición o perdida de la visión, algunos líderes optan por dividir la iglesia o institución. Salvo cuando aparecen doctrinas o enseñanzas incorrecta, no cabe aceptar ninguna actitud divisionista. Uno de los problemas más grave que aqueja a las instituciones del estado y religiosa es la burocratización los sistemas, los cuales algunos hermanos criticar, y busca mediante contiendas y murmuración, crean división, algo inaceptable en este aspecto. No me cabe la menor duda que detrás de ello está el diablo, el cual no sabe sumar, ni restar, pero tiene un doctorado en división, y como dijo Jesús, todo reino dividido no permanece (Lucas 11:17).
¿Qué hacer cuando no estoy contento en el lugar en que me encuentro? Lo más lógico es promover una división, sin embargo, aunque parece lógica esta actitud, la misma no es saludable ni correcta, porque la división no resuelve el problema, sino más bien la complica y empeora. Entonces ¿qué salida hay? La única salida que veo cuando hay diferencias y discrepancias, es la separación o deserción. Esto evita el caos, y además, si uno no se siente contento en el lugar en que está, por razones “no doctrinales”, tiene la alternativa de buscar otro sitio que encaje con su visión, y así evitamos la proliferación de instituciones, partidos o iglesias que cobijados con una misma doctrina, compiten de forma separada por cosas no vinculantes a los principios fundamentales de la Palabra de Dios o el partido político, ya que en el fondo existen ambiciones personales.
En cierta ocasión el apóstol Pablo tuvo discrepancia con Bernabé, su compañero trabajo por muchos r años, todo por la actitud de Pablo hacia Juan, por sobrenombre de Marco (Hechos 12:12), el cual sintió que le había fallado y decidió separarlo del equipo. Frente a esta situación, la opción que tomaron los dos fue separarse, Bernabé se fue con Juan Marco (Hechos15:39) y Pablo comenzó a tomar a otros discípulos para formarlos. Podemos estar en desacuerdo en asuntos humanos, administrativos, o de visión, pero mientras no sea de doctrina, no cabe la división.
Una de las grandes frustraciones que confrontamos, ya sea nivel de Estado, o de iglesia, es la pérdida de la visión o burocracia que hemos creado para cualquier cosa, y todo con el fin de evitar la corrupción, cuando en realidad sigue aumentando, porque al no haber integridad, hay muchos mecanismos sutiles para poder actual amoralmente burlando los controles, y cometer acciones incorrectas, y a la larga, pagan justo por pecadores.
Nadie está atado a nadie, porque ha libertad no llamó el Señor (Gálatas 5:1). Solo que debemos de usar esa libertad sin hacer escandalo o hacer tropezar a otros (1 Corintios 8:9). Él sujetarnos a un autoridad o institución tiene que envolver ciertos principios básicos, pues de lo contrario, la autoridad se volverá abusiva y hegemónica.
La Biblia enseña que no podemos caminar juntos sino estamos de acuerdo (Amos 32:3), y que al emprender una obra, sea religiosa, política, o filantrópica, tenemos que estar de acuerdo y seguir una misma regla (Filipenses 3:16) y los que formamos parte del grupo debemos sentir una misma cosa. La separación por diversos criterios, es una acción natural y correcta, siempre y cuando la misma no cree enemistades, contienda y disensiones.
Dios no tiene contrato con ninguna denominación, iglesias u hombres. Es necesario que obedezcamos primeramente a Dios ante que a los hombres (Hechos 5:29), siempre y cuando nuestro sometimiento a los hombres no sobrepase las pautas establecidas por Dios, porque en tal caso, nos convertimos en serviles, esclavos y desobedientes a Dios.
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