El Dios del cielo y de la tierra no requiere del servicio de la mano del hombre, él no necesita nada de nosotros, él nos da la vida y el aliento.
A Dios no se le dinero, ni de comer, ni de beber, ni lavar sus pies y manos porque él es un espíritu.
Para servir a Dios sólo hay que tener en nuestro ser justicia, paz gozo en el espíritu santo.
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