2018: Año para reprobar.

in #elecciones8 years ago (edited)

Año electoral. Más caro que el Circo Du Soleil, casi tan esperado como el mundial o las olimpiadas, pero con muchísimo menos rating. Molesto por el hecho de saber que es una apuesta a ciegas que siempre nos decepciona, incluso aunque ganemos. Algunos no votan porque las elecciones caen en domingo o porque su candidato nunca gana. Hay quienes sí votarán porque la tercera es la vencida, o por ella porque “pobrecita, su esposo es alcohólico”, y otros por el de siempre, porque como decía tu abuelo: Más vale malo conocido, que bueno por conocer.
El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Todos conocemos este dicho, pero no nos hace mella. Estamos en una época solapadora, desde justificar la mala educación de los niños por su contacto temprano con el dinero, victimizando a los ricos y haciendo que la clase media se sienta privilegiada y la clase baja, minimizada. Todos recordamos algo injusto y/o atroz de este sexenio próximo a acabar como los anteriores: con un poco más de ruido, pero misma impunidad; y sí, ya pensamos en el 2018 como un nuevo inicio, un “Ya se larga ese pendejo”. Es el Año Electoral, el Año Nuevo al que realmente debemos llegar con ganas de cambio, porque esta quizás sea la única manera de justificar el que dejaremos que el presidente cumpla los seis años en un mandato que se le pidió de vuelta al día siguiente de las elecciones del ya también jodido año 2012.
Si bien es cierto que no todos hemos reprobado en la vida académica, hemos sido reprobados en algún otro escenario social. Esta reprobación, sin importar si es justa, grave o trascendente, trae consigo la obligación de cambio en actitudes o resultados. La reprobación surge de una relación de supra a subordinación, y deja de ser efectiva hasta que se abre una brecha en el rango de igualdad. La actitud de los padres no puede ser juzgada por los hijos pequeños, cuando crezcan podrán juzgarla, quizás cuestionarla, pero reprobarla no, pues de un ser jerárquicamente superior, bastan las falacias para defender su ideología; ahora, en el rango de igualdad, se aceptan las críticas e incluso producen un cambio, siempre y cuando no vengan de alguien situado en un peldaño de menor rango en comparación con el nuestro. Sobre la actitud de reprobar, esta sólo existe a nivel social, nadie puede auto reprobarse o auto aprobarse. También es bueno mencionar que la reprobación trae consigo miedo, tanto por sus consecuencias como por el hecho de no ser suficiente ante los estándares sociales; este miedo puede originarse incluso desde la incertidumbre que trae consigo el hecho de no saberse aprobado o reprobado.
Gran cantidad de contenido político que circula en las redes sociales es una sátira de nuestros funcionarios. Un presidente que aclara el misterio de su calceta, proclamando un “Estoy pendejo, pero no tanto”. Ese “no tanto” lo ocuparían, por ende, los que superan en estupidez al Presidente, una escala lamentablemente aceptada por el pueblo sin inquietud alguna, sino con mofa. Llevando esto a un terreno internacional, el vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, declaró que “Ni Hitler se rebajó a usar armas químicas”, dicha declaración fue rápidamente reprobada en los medios, por lo que la sobrevino una disculpa pública, eso que alimenta nuestro ego, cuando el supra acepta un error frente al sub. Y nos contentamos, y ya está. Una disculpa pública no cambia al Gobierno ni su ideología. Disculparse después de un sonoro eructo no quiere decir que lo lamentemos ni que haremos algo por cambiarlo. Con este Gobierno ya ni siquiera nos ofendemos, hasta nos divertimos. Alardeamos de ser más inteligentes que nuestro presidente, pero olvidamos que nosotros hicimos la “entrevista de trabajo”, que él nos manda y representa, que él, sus amigos y familia viven desahogadamente, y que si ellos se roban algo, no los subirán a una patrulla y ningún policía les dirá que “Ya los cargó la chingada”. Esto se lee mal, pero hay una muy buena justificación: Así son todos. El Gobierno se convierte ante nuestros ojos en algo deplorable, pero nunca realmente reprobado, el hijo malcriado; el Gobierno es ese niño problemático que logra graduarse de la secundaria porque ningún maestro quiere pasar otro año en la misma aula que él. Sutilmente solapamos al Gobierno, ¿o de verdad creemos que la Soberanía reside esencialmente en el pueblo?. Sea como sea, ninguna respuesta es satisfactoria.
Al ser simples espectadores, al habernos tomado tan a pecho el concepto de gobernados, merecemos lo que está pasándonos. Es aquí en donde me atrevo a aconsejar que seamos solidarios. Vayamos a la casilla correspondiente y todos anulemos nuestro voto, seamos un porcentaje significativo denotando su actitud reprobatoria. Que ese día la Selección Nacional no pise la cancha ni hagan un especial de la novela favorita de la audiencia, que todos esperemos el resultado con verdaderas ansias, en ascuas. Y que cuando anuncien el resultado del conteo, cuando haya un ganador en lugar de un cambio, te aconsejo que te enojes. Enójate porque cada que gritas "Ni Una Menos" es porque otra ha desaparecido, enójate porque los años sepultan y todavía nos faltan 43, porque las narcofosas no están llenas de gansitos y pingüinos y muchas veces el que las llenó fue el Estado, siéntete furioso por los periodistas sesinados y porque sujetos como Los Porkys son intocables; que te dé asco saber que en tu Estado de Derecho "Sin verga no hay violación", y que a nadie le importa si te afectan los gasolinazos. Enójate al notar que los gritos que se han escuchado están al borde el olvido, enójate antes de que te conviertan en una insignia que se grita en memoria de una tragedia.
Admitiendo el romanticismo de una nulidad total como algo utópico y que en el caso de que sucediera, tampoco pasaría nada, aconsejo exactamente lo mismo, con la salvedad de buscar otro pretexto.