La lluvia caía con absurda intensidad desde hacía 6 días y no parecía dar señales de parar o al menos disminuir su ímpetu, esta situación se estaba convirtiendo en dramática para los habitantes de la gran ciudad, si bien aún no se habían registrado accidentes graves, si había pérdidas materiales de todo tipo y dificultades enormes para trasladarse y desarrollar las actividades normales y cotidianas.
Rigoberto caminaba por la acera norte de la avenida Corrientes y tanto las partes bajas de sus pantalones como las medias y zapatos estaban empapados, con gusto se habría puesto unas botas de goma pero no tenía y tampoco había podido conseguirlas, se habían agotado en todos los comercios y sitios web que hasta unas horas antes las ofrecían a precios exorbitantes. Tanto el impermeable como el paraguas eran inútiles en ese escenario y apenas diez minutos después de salir de su casa la ropa se mojaba.
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El humo que salía de la alcantarilla ubicada frente a la entrada de su oficina le hizo pensar que no había luz en el edificio y efectivamente lo comprobó apenas traspasó el hall de entrada. Las luces de emergencia del amplio pasillo de ingreso y las del mostrador de recepción estaban encendidas y eso confirmaba las sospechas, frente a las puertas de los 5 modernos ascensores había muchas personas esperando, todos o la mayoría de los que trabajaban más arriba de los primeros 7 pisos aguardaban pacientemente y Rigo pensaba en unirse al grupo, ni por casualidad subiría los 35 pisos por la escalera.
Mientras buscaba a alguien conocido para conversar y pasar el tiempo pensaba en que era raro que un edificio tan importante, de tanta categoría donde tienen sus oficinas empresas de renombre de la ciudad, no tuviera generador de electricidad propio. Se enteró en pocos minutos que si había generador pero solo para abastecer servicios esenciales de iluminación, agua y comunicaciones en los 48 pisos, no alcanzaba para los ascensores ni para la iluminación de los pasillos aunque si mantenían encendidas las lámparas led de emergencia.
Mientras departía tranquilamente con una bella joven del área de tesorería recibió un llamado telefónico, era de su jefe y por supuesto atendió pese a que su instinto le indicaba que no debería hacerlo.
- Hola Nico buenos días! - ¿Por dónde estás?
Siempre tan amable el jefe, pensó.
- Aquí abajo, en el palier de ingreso aguardando que vuelva la luz
- Subí ya, como sea, te necesito urgente
Se quedó un segundo sin habla, sorprendido por lo que acabada de pedirle su jefe, pretendía que subiera por la escalera 35 pisos, era demencial. Cuando quiso responderle se encontró con el inequívoco sonido indicando que el otro lado ya había cortado la comunicación.
Se puso a pensar que sería la urgente necesidad que mencionó Nico, repasó mentalmente todas y cada una de las tareas sobre las que estaba trabajando y no encontró el menor atisbo de apremio en ninguna de ellas. No era un empleado que participara de decisiones ni siquiera de la planificación de tareas, cuanto más lo pensaba menos pistas tenía acerca de algo que requiriera su ayuda. Pero la curiosidad y una pequeña pizca de orgullo por sentirse necesitado hicieron que finalmente abriera la puerta que daba a las escaleras y comenzara a subir. Se tomó el ascenso con calma, eran muchos pisos y si bien aún era joven no tenía el estado físico que le hubiera gustado, se prometió volver al gimnasio y aceptar de vez en cuando concurrir al partido de fútbol que organizaban en la oficina y al cual se había negado en muchas oportunidades anteponiendo excusas de todo tipo, la mayoría de las veces irreales, era un poco insociable y prefería quedarse en casa y disfrutar de un buen libro, una película o solamente sentarse en el balcón y mirar la ciudad y su gente.
En el piso 20 no daba más, estaba totalmente agotado, traspiraba a raudales, tenía el pulso agitado y las piernas le temblaban, pensó en quedarse allí por un buen rato pero volvió a sonar su teléfono y la imagen y nombre de Nico volvieron a aparecer en el identificador de llamadas, no lo atendió, no tenía ganas pero le envió un mensaje de texto diciéndole que estaba subiendo y que la señal era muy mala en las escaleras, llegaría en pocos minutos.
Recuperó algo la compostura y continuó el penoso ascenso, le faltaban todavía 15 pisos.
Cuando vio el número 35 al costado de la puerta de acceso a las oficinas le dio un ataque de tos, la abrió e ingresó al recibidor arrastrando los zapatos por los finos mosaicos de mármol blanco de carrara, ya no tenía fuerzas para levantar los pies.
Con incredulidad escuchó a su jefe increparlo por su aspecto desalineado e inmediatamente le indicó que fuera a personal que tenían algo para el que no podía esperar, Rigo dudó entre pegarle a Nico o ir a personal donde seguramente le esperaba la noticia de su despido, otra cosa urgente no se le ocurría.
Caminaba despacio y la tos no se detenía, ante la puerta de acceso a la oficina de recursos humanos volvió a dudar si ingresar o esperar a sentirse mejor, decidió que si las noticias eran malas lo mejor era recibirlas rápidamente y entró, una luz brillante lo cegó por un instante y ya no supo dónde estaba.
Se despertó y le costó unos momentos ubicarse, estaba en una cama, en un cuarto de hospital, conectado por distintas vías a varios aparatos y monitores, como pudo se incorporó unos centímetros para observar la habitación y comprobó que estaba solo, la escasa iluminación provenía de una ventana, observó que aun llovía.
Un rato después recordó que aún no sabía el motivo de tanta urgencia.
Héctor Gugliermo
Hola @hosgug! Gran lectura y escritura! Te sigo desde ahora! ;) Dios te bendiga
Muchas gracias @saracampero. Te sigo también.