Se botaron, señoras y señores (Le sale narrador, que se reporte).
Un trabajo impecable de talento aglutinado, de lo más variado y selecto. @nancybriti, una cátedra editorial, para que no se pierda nadie. Cada número de esta revista supera cualquier expectativa.
La anécdota que sirve de opening me recuerda un chiste cruel que añade algo a aquello de que no todo saben echar chistes, y es que no todos los chistes calan cuando se echan (y no es que la audiencia sea lerda). Como pasa con algunos textos literarios y con algunos venenos, el efecto puede ser a mediano o largo plazo.
Cuentan que un Rey tenía un hijo mon... lento, medio sonso el muchacho que nunca se reía. El Rey, mortificado, mandó a buscar a todos los bufones del reino. Quien hiciera reír al chico sería generosamente recompensado, pero si fracasaba podía darse por muerto.
Como se imaginarán, hubo muchos muertos.
Payasos, malabaristas, contorsionistas, seminaristas, todos fueron desfilando con un repertorio desternillante y todos iban siendo ejecutados ante la mirada impávida del Príncipe.
Tentados por el oro ofrecido, gente común quiso jugarse la fatídica carta. Bodegueros echaron chistes de gallegos, cantineros echaron chistes de borrachos, peluqueros echaron chiste de... chistes, todos sin éxito.
Pasaban las horas, pegó el hambre, el Rey ordenó a los cocineros que prepararan comida. En la cocina, uno de los cocineros, nervioso ante tanto estrés y tanto muerto, desplumó antes de matarlo uno de los pollos que iba a ser servido . En un descuido, el pollo escapó de la cocina y entró al salón real cacareando desesperadamente, miraba a la multitud, corría de un lado al otro con cada intento fallido del cocinero por atraparlo (difícil sin las plumas). El pollo se detuvo en el centro del salón, miró al Príncipe, luego al Rey, luego al cocinero y siguió corriendo, de vuelta a la cocina.
Un silencio sepulcral invadió el salón. El Príncipe ni pestañeó.
Maten a todos los cocineros, ordenó el Rey.
Derrotado, resignado, el Rey disolvió la concurrencia y se retiraron a sus aposentos.
En medio de la noche, uno de los sirvientes despertó al Rey alarmado. Su majestad, algo pasa con el Príncipe.
El Rey corrió al cuarto del muchacho y lo encontró sentado en la cama, temblando descontroladamente, emitiendo una suerte de mugido gutural.
¿Que tienes, mijo? (el rey era oriental)
A lo que el chico, esbozando una grotesca sonrisa, respondió, como buen príncipe oriental:
ju ju ju Er pollo pela'o!
jajajaja... El próximo número de humor, te llamo. Estás contratado.
Gracias :)
Halagado por la invitación.
ja, ja, ja! No puede ser.