En los días después del Gran Conventículo no logré dormir mucho pensando qué más podía hacer en cuanto a las Brujas de la Noche. No sabía dónde atacarían a continuación, porque todos los enemigos de ellas que conocía ya habían sido derrotados. Buscaba constantemente en los periódicos señales de sus actividades, pero nunca encontré nada. Alguien debía estar limpiando muy bien los lugares de sus ataques.
Entonces recordé: ¡la Organización! Seguramente son ellos los que están ocultando las actividades de las Brujas de la Noche. Y si lo están, seguramente también estarán frustrados por la naturaleza bastante visible de éstas.
No tenía contacto directo con la Organización, pero sabía que monitoreaban mi blog de entonces (terceirarealidade.wordpress.com), pues ocasionalmente me enviaban artículos que querían que publicara o enmiendas a otros escritos de mi autoría a través de mensajes sin remitente. Enseguida, escribí un artículo sobre las Brujas de la Noche, esperando que la frustración de la Organización con ellas los llevara a contactarme directamente.
En el día siguiente, mi plan dio sus frutos. Al final del día, cuando salí del trabajo, Almeida me estaba esperando junto a mi auto.
– Así que también está investigando a las Brujas de la Noche – dijo apenas me acerqué, yendo al grano.
Iba a empezar a decirle lo que sabía, pero él me interrumpió:
– Aquí no.
Luego me llevó a un auto negro con ventanas ahumadas aparcado cerca.
– Ahora podemos hablar.
Durante más de una hora, le conté todo lo que había descubierto sobre las Brujas de la Noche. Entretanto, tuve que llamar a mi esposa para decirle que llegaría tarde a casa.
Almeida se interesó en todo lo que yo dije, haciendo una u otra pregunta para aclarar algunos puntos.
– Me pregunto qué habrá en el fondo de ese lago en Tibães – dijo cuando terminé. – Los soldados de las Brujas de la Noche deben haber ido a algún lado.
No sabía qué responder, así que me encogí de hombros.
– Espero que no esté ocupado esta noche. Vamos a drenar el lago.
El tono de Almeida mostraba que era más una orden que una invitación, así que mientras él requisaba el equipo y la mano de obra para drenar el lago, llamé a mi esposa para decirle que iba a llegar aún más tarde de lo que pensaba. No se puso muy contenta porque yo ya estaba llegando tarde a casa muy a menudo, sin embargo, lo aceptó.
Tan pronto como Almeida terminó sus llamadas, ordenó al conductor del coche que nos llevara al Monasterio de Tibães.
Como era de esperar, llegamos mucho antes del equipo de drenaje, y Almeida aprovechó ese tiempo para escuchar de nuevo lo que yo sabía sobre las Brujas de la Noche, en caso de que se le hubiera pasado algo la primera vez. No salimos del coche hasta que llegaron los demás hombres de la Organización.
A diferencia de mi anterior visita, no tuvimos que saltar ningún muro para entrar en los campos del monasterio. La Organización había contactado con alguien para abrirnos la puerta.
Almeida y yo rápidamente recorrimos los caminos bajo los viñedos y llegamos al lago. No estaba muy diferente de cuando lo vi la última vez. Sólo faltaban las figuras encapuchadas de las Brujas de la Noche junto a la piedra de donde salía el agua que lo llenaba.
Mientras sus compañeros preparaban el equipo para drenar el lago, algunos de los hombres de la Organización revisaron el bosque buscando señales de las criaturas convocadas por las Brujas de la Noche. A pesar de haber transcurrido algún tiempo, aún se veían rastros de huellas y ramas rotas, confirmando mi historia.
Poco a poco, el lecho del lago quedó expuesto. Al principio, no parecía haber ningún lugar al que el ejército de las Brujas de la Noche pudiera haber ido, pero pronto vimos un túnel abierto bajo la orilla este. Sin embargo, no pudimos investigarlo de inmediato, ya que la bomba aún tardó una hora en drenar suficiente agua para abrir camino hasta él.
Después de ponernos unas botas altas, yo, Almeida y algunos hombres más entramos en el barro del lago. El avance fue difícil, ya que con cada paso quedábamos atascados hasta la mitad de las espinillas, pero al final llegamos a la boca del túnel.
Apuntamos las linternas hacia el interior. El suelo, el techo y las paredes eran de tierra. Más adelante, junto al borde del área iluminada por las linternas, el túnel curvaba, por lo que entramos curiosos con lo que se encontraría más allá. Los hombres de la organización armados con rifles automáticos siguieron en el frente, con Almeida y yo justo detrás.
Desde una conexión a los túneles bajo la ciudad de Braga, a una caverna que el ejército de las Brujas de la Noche usaría como cuartel, muchas posibilidades me pasaron por la cabeza en cuanto a lo que se encontraría después de aquella curva. Sin embargo, encontramos lo único que yo no esperaba: nada. Tres docenas de metros después de la curva, el túnel simplemente terminaba.
Frustración apareció de inmediato en la cara de Almeida. Incrédulo, seguí hasta el final del túnel. Tal vez habría señales de un derrumbe y de que éste ocultaba el resto del pasaje. Pero antes de yo llegar a la pared de tierra, ésta desapareció.
Aturdido, apunté la linterna hacia atrás y me di cuenta que Almeida y sus hombres también ya no estaban allí. Sólo cuando una brisa fría me llevó a apuntar la linterna y a mirar más lejos, me di cuenta de lo que había pasado. Nada ni nadie había desaparecido. Yo era el que ya no estaba en el túnel, sino en un enorme claro rodeado de árboles lejanos. Aquí y allá, podía ver la enorme y oscura forma de montañas cubriendo las estrellas.
Momentos después, Almeida surgió detrás de mí. Al principio parecía tan confundido como yo, pero pronto se dio cuenta de lo que había pasado.
– Teletransportación – dijo, sorprendido. Las Brujas de la Noche son aún más poderosas de lo que pensaba.
De inmediato investigamos el lugar. Encontramos restos de fogatas y refugios improvisados. Ese era el campamento del ejército de las Brujas de la Noche, o al menos lo había sido.
– ¿Cómo regresamos? – pregunté.
– Intentemos volver por el mismo camino. Pero primero déjame marcar las coordenadas de este lugar en mi teléfono.
Cuando él terminó, intentamos volver al mismo lugar donde aparecimos en aquel claro. Como Almeida predijo, en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos de nuevo en el túnel.
Ya no teníamos nada que hacer allí, y la investigación detallada del campamento de las Brujas de la Noche tendría que esperar por la luz del día para realizarse correctamente, por lo que Almeida me llevó de vuelta a la ciudad y a mi auto.
Cuando abrí la puerta para salir, me dijo:
– Quedaremos en contacto contigo. Tu experiencia y conocimiento sobre las Brujas de la Noche aún podrán sernos útiles.
En cuanto subí a mi auto, el de la Organización se fue. Por primera vez en algún tiempo, volví satisfecho a casa después de una investigación. Aún no conocía las intenciones de las Brujas de la Noche, así como tampoco su paradero ni el de sus soldados, pero habíamos encontrado un campamento suyo y eso sin duda llevaría a nuevos descubrimientos. Sólo esperaba que Almeida estuviera siendo sincero cuando dijo que se mantendría en contacto.
Publicado originalmente en https://brujasdelanoche.wordpress.com
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