La Voz Bautista 45:7 (julio de 1953), publicación bautista chilena, Honorio E. Espinoza, Director. Temas claves:
Pág. 2: “El Cristo vivo debe reinar”
Pág. 3–4, 23: “La obra misionera y su influencia en el crecimiento de la iglesia” (Manasés Ulloa)
Pág. 5–6, 9: “Solemnidad y fervor en el culto evangélico” (G. Báez Camargo)
Pág. 7, 23: “Modernismo y fundamentalismo” (Anibal Giordano C.)
Lecciones de Escuela Dominical (a cargo del Pastor A. Olmedo)
Pág. 11–12: “La rectitud y la justicia de Dios”
Pág. 12–13: “Un modelo de conducta cristiana”
Pág. 14–15: “Un mundo en Cristo”
Pág. 15–16: “Creciendo en Cristo”
Pág. 24: “Como potente ejército” (The Evangelical Christian)
Página 2 recuenta la experiencia de la conferencia bautista de jóvenes en Río de Janiero, con tema de Cristo reinará.
Páginas 3-4, 23-24 cuenta algo de la historia de misiones bautistas en Inglaterra y los EE.UU., además algo de lo que sucedió en Chile. Menciona Wenceslao Valdivia.
"Por unos instantes os invito a mirar la historia de nuestra obra misionera y detenernos allá por el año 1792, en una Asociación de Iglesias Bautistas en Inglaterra, un día 30 de mayo. Guillermo Carey está predicando un sermón sobre misiones, es un sermón sobre misiones, es un sermón de inmenso valor y significado, que dió como resultado la organización de la Sociedad Misionera bautista, bien se ha dicho que este sermón es comparable al del apóstol Pedro en Pentecostés. ¡Que humildad y modestia la del señor Carey! ¡Qué gran fe tenía la palabra de él! Cito el testimonio honroso del presbiteriano escocés Dr. Chalmers, quien dijo: “nunca debe ser olvidado, que los bautistas constituyeron la organización que ha dado origen a las grandes empresas misioneras.
Nuevamente os invito a mirar ahora a los EE. UU. y detenernos en el día 28 de junio de 1810 y presenciar la organización de la Sociedad Misionera Americana. Adorinam Hudson y tres compañeros, con sus corazones de una ardiente pasión misionera y con una visión de la necesidad de llevar el evangelio a tierras paganas, son enviados a la India. No eran bautistas al partir, pero la lectura de la Biblia y el deseo de ser fieles a la palabra de Dios, hizo de ellos los primeros misioneros bautistas en el extranjero. Su fe, su fidelidad a la palabra de Dios, se impuso sobre enormes dificultades y triunfaron.
"Con lo expuesto, ningún baustista debe sentirse ni por un momento desmoralizado en relación a la posición de avanzada de su denominación; por el contrario debe sentirse reconfortado y feliz de poder sumar su influencia, su aporte, su cooperación máxima a tan noble causa sustentada por esta querida y magnífica denominación a la cual pertenecemos". (página 4)
"El Dr. Carroll, definiendo el ministerio cristiano dice: que es un ministerio oficial, de tal modo que los pastores desempeñan un delicado e importante cargo, es un cargo de naturaleza sagrada; este mismo apóstol en su singular experiencia, que nunca olvidó, oyó de lo que significaba este oficio, “para esto te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo, de las cosas que has visto y de las que te mostraré, librándote del pueblo y de los gentiles a los cuales ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la postestades de Satanás a Dios; por eso en los pastores debemos reconocer una autoridad en materia de enseñar, de reprender, de exhortar; mandatos estos que no pueden ser trocados, ni cambiados por nada: cuán enorme es esta responsabilidad, cuan solemne obligación. Es de desear, que los oficiales de cada iglesia, tengan de tal suerte arreglado el asunto financiero que percibe el pastor, de manera que el pastor, honre su Ministerio despreocupándose, de este factor por ser incumbencia exclusiva de la iglesia.
Ojalá que podamos imprimir en nuestras mentes lo mismo que leyeron los corintios..." (página 4)
Página 5 habla del tema del culto, sublime, respetuoso y ordenado.
"El culto divino puede incurrir en uno de dos extremos. Buscando el orden, la reverencia y la solemnidad, puede hacerse monótono, seco, estirado y falto de vida. Buscando el fervor y el entusiasmo espontáneos, puede caerse en el desorden, la irreverencia y la populachería. Acostumbrado nuestro medio al ceremonialismo del culto católico, es natural que los evangélicos hayamos reaccionado en sentido contrario, y buscando en nuestros cultos la espontánea, gozosa y ferviente participación de la congregación. Hemos tendido a reducir la liturgia el orden preestablecido a su mínimo, a fin de no sofocar las manifestaciones espontáneas de nuestro entusiasmo religioso.
Pero, en términos generales, se puede caer así en la falta de orden y de reverencia, al darles a los cultos un tono ligero de mitin vulgar, con muy poca seriedad y hasta cierta irreverencia. Tal vez necesitamos una dosis de orden litúrgico y de solemnidad reverente a fin de restablecer el justo medio, la feliz combinación de la reverencia y el entusiasmo, del orden y la espontaneidad. Porque en el verdadero culto evangélico ambos elementos de ninguna manera están reñidos entre sí. El mismo Pablo, que exhortaba al fervor, el gozo y la espontánea adoración en el culto, prevenía a los creyentes: “ Empero hágase todo decentemente y con orden”. El verdadero fervor no está en pugna con la reverencia, y la inspiración del Espíritu Santo no tiene querella con el orden y la seriedad. Dios, que es el Dios de la vida en abundancia, es también el Dios del orden.
En el fondo se dirime la gran cuestión de cuál sea verdadera índole y propósito central del culto evangélico. No es seguramente, asistir como simples espectadores a una representación o espectáculo impresionante, en que se dramatiza un misterio religioso, que es a lo que propende el culto católico. Pero tampoco es congregarse para pasar juntos un buen rato, y ni siquiera para escuchar a un buen orador, como en cualquier salón de conferencias. El culto evangélico tiene por objeto: a) rendir adoración a Dios; b) entrar en comunión con El; c) recibir las admoniciones de su Palabra; d) profundizar en el conocimiento de su Evangelio; e) examinar a la luz de esa Palabra y Evangelio nuestras vidas, con el consiguiente arrepentimiento y contrición; f) buscar y entrar en la experiencia de su perdón misericordioso; g) formar en Su Presencia nuevos propósitos; y h) suplicar y recibir Su ayuda para poder realizarlos andando en sus caminos más fielmente cada día.
Este propósito central determina las varias partes del culto, en un orden más o menos como el siguiente expuesto: 1) recogimiento; 2) alabanza y gratitud; 3) confesión de fe y contrición ante Dios; 4) meditación de la Palabra de Dios (lecturas bíblicas, exposición o sermón); 5) examen personal a la luz del mensaje divino; y 6) arrepentimiento, petición y experiencia de perdón, consagración y confianza en el ayuda divina. El orden no necesita se estrictamente así, y puede variarse pero conservando los elementos esenciales mencionados.
De los anterior se deduce que el aspecto central del culto es la presencia de Dios y la comunión con El mediante nuestro Señor Jesucristo. Lo demás se deriva de ello o a ello conduce. Las doctrinas, el canto de himnos, la ofrenda, la predicación , adquieren importancia y lugar en el culto, en la medida en que contribuyen a esa experiencia de comunión con Dios. El pensamiento dominante durante todo el culto debe ser: “Estamos en la presencia de Dios. Dios está aquí y quiere comunicarse con nosotros". (página 5)
Páginas 7 y 23 trata con el inútil modernismo.
“Algunas mentes sumamente intelectuales se pasaban la mayor parte del tiempo desarrollando detalle de la alta crítica, con el fin de determinar sobre una base puramente humana una teoría que explicara la existencia de la Biblia como la tenemos en el día de hoy. Como resultado, mucha de la enseñanza teológica del mundo donde se extendía la alta crítica, se volvió más árida, apagada y de ninguna inspiración. Los estudiantes dedicaban su tiempo y energías a producir análisis cada vez más precisos de la Biblia, divisiones más cortas y siempre más fantásticas y en general, cesaron de considerarla como poseyendo autoridad divina alguna. El camino de la salvación como consecuencia natural, basado como es sobre la autoridad de la Biblia, fué desterrado al olvido”.
En el conflicto de la guerra mundial de 1914 – 18, muchos pastores predicando a la multitud podían ver en los rostros el deseo vehemente por algo que la estéril alta critica era incapaz de darles. Repetidamente se preguntaban: “Qué diré a esa gente afligida y desesperada?” Bajo estas circunstancias se presentaron dos cursos a seguir: Uno era volver a aquel cristianismo evangélico que había dado la única verdadera satisfacción a personas en similares circunstancias desde la antigüedad. El otro era el de buscar, por medio de la razón humana, un acercamiento nuevo y diferente”. (Págs. 121 – 122 del Informe de la Conferencia Evangélica Panamericana).
En cuanto a la doctrina de la salvación por medio de la muerte expiatoria y vicaria de Cristo en la cruz, que está tan claramente establecida en la Biblia: “Y por él reconciliar todas las cosas a sí, pacificando [sic] por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos”. Col. 1:20. La doctrina modernista ha llegado a declarar repugnante la idea de la sangre expiatoria: “Porque muchos andan de los cuales os dije muchas veces, y aún ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo”. Filip. 3: 18. El Dr. C. McIntre dice, citando las palabras de una revista metodista en sus lecciones bíblicas de abril-mayo-junio, 1949: “El precio de la cruz”: “debemos sacudirnos de cualquier sentimiento de emoción que brote de misticismo, teología o cualquiera otra cosa que nos haga pensar en la muerte de Cristo como una garantía para nuestra salvación, sin tener en cuenta lo que debemos hacer por nuestra parte. Nuestra propia salvación es un proceso de llevar la cruz de las cosas presentes y no históricas para enfrentarse con la salvación de nuestras almas. Jesús pagó por su propia salvación en la cruz”. (Págs. 75-76).
La astucia para presentar sus pensamiento y expresiones doctrinales se puede ver claramente en este ejemplo: Los modernistas contemporáneos hablan de la Biblia como la suprema autoridad; en cambio, los cristianos, genuinamente evangélicos, hablan de la Biblia como la única regla infalible de fe práctica. “La autoridad suprema” da lugar a otras autoridades menores excluye la autoridad infalible. Mientras que “la única regla infalible” niega las otras y deja la Palabra de Dios sola y con tanto honor y tan santa como merece el nombre de su Autor Eterno.
También se observa la milicia en el uso de la terminología bíblica, de tal modo, que muchas personas pueden escuchar un sermón enteramente modernista y no darse cuenta de ello; la terminología bíblica, usada con significado enteramente distinto al genuinamente cristiano, logra despistar fácilmente. Pero esta enseñanza, impartida semana tras semana y mes tras mes, traerá como consecuencia lógica una total decadencia espiritual. Conozco jóvenes que, hace algunos años, eran cristianos con grandes ideas y varios de ellos, tenían el firme propósito de dedicarse al ministerio de la Palabra de Dios. Sin embargo, al saturar sus mentes de estas enseñanzas han perdido su fe y se han alejado de Dios. Uno es comunista y ha puesto su vida y la de su familia en una situación deplorable: otro se ha dado a los vicios, y la mayor parte de ellos se han dedicado a los negocios olvidando enteramente todo lo que de" (página 7)
"Cristo habían recibido. Iglesias, que en un tiempo fueron baluarte de la fe evangélica, hoy lucha por permanecer con sus puertas abiertas a un mundo que las ignoran por completo. El Dr. A. McRae nos da el siguiente ejemplo: “Estaba escuchando la oración de un joven predicador modernista, y noté que usaba frases que denotaban creencia en la Deidad de Cristo. Esto era completamente contrario a mi impresión de su punto de vista, así que le pregunté cuando estábamos solos qué quería decir con eso. Me contestó que no tenía dificultad alguna en creer en la Deidad de Cristo. Seguí preguntando qué significaba con Deidad. No estando él delante de una comisión de examen del presbiterio, contestó muy francamente, dándome su idea de Dios en términos sencillos, “Dios”, dijo él, es un símbolo de valor ético; así, el Tío Sam es un símbolo de los Estados Unidos. Le pregunté cómo podía orar a Dios, si El fuera nada más que un símbolo. Contestó: “Usted puede dirigirse a un palo o una piedra: se puede hablar al océano”. Es fácil ver que poca significación hay en profesar creencias en la Deidad de Cristo, si uno piensa de Dios como meramente un símbolo de valor ético”." (página 23)
Página 24 habla de las excusas personas ocupan por no asistir al culto.
"¿Se admitiría tal conversación en algún ejercito? Sabemos muy bien que si algún soldado faltara a su deber de esta manera, luego llegaría a parar al calabozo por unos 30 días, sin embargo entre los miembros de las iglesias, se oyen semejantes disculpas semana por semana, y dadas con toda seriedad!
'Como un potente ejército'. Si en verdad esta iglesia se moviera como un gran ejército, siento tener que decirles que muchos de ustedes estarían sometidos a un consejo de guerra y expulsados dentro de una hora". (página 24)