Como ya he mencionado en escritos publicados en otras instancias, hablar y escribir con propiedad es un don y una virtud. Esa férrea disciplina escolar que nos inculcaban en la escuela tradicional, lamentablemente se ha diluido mucho en las nuevas modalidades del proceso enseñanza-aprendizaje y nuestros estudiantes muestran evidentes signos de deterioro lingüístico y expresivo, asumiendo que tal como hablan pueden escribir; esto es, su escritura es un reflejo de su oralidad.
Una de las causas principales ha sido la ausencia del uso del diccionario como herramienta indispensable de consulta y referencia. Así, en sus redacciones nos tropezamos con un uso indistinto, para citar un ejemplo, de dos términos homófonos: sensor y censor. Si bien ambos son sustantivos, el primero se escribe con “S” inicial y se refiere a un dispositivo electrónico, mientras que el segundo se escribe con “C” inicial y designa a aquella persona o instancia que realiza labores de censura, por ejemplo, determinando si una película es o no apta para todo público.
Otro error muy común, también en palabras homófonas, que son aquellas cuyo sonido es prácticamente el mismo, diferenciándose únicamente en su grafía, lo encontramos en el uso indiscriminado de tubo y tuvo. Nuevamente, el primero se escribe con “B” alta, es un sustantivo y designa a un objeto de metal o plástico que sirve para transportar fluidos, mientras que el segundo se escribe con “V” pequeña, es un verbo y designa una acción dentro de la oración. Como pudieron notar, el simple cambio de una consonante alteró por completo el significado y uso de ambos vocablos y ergo, lo que el estudiante quería decir, se convirtió en un sinsentido y todo, por no pelar por el diccionario.
La cosa es que el descuido y hasta cierto punto el desdén por las reglas ortográficas y gramaticales de nuestro muy apreciado español, han contribuido a forjar una generación que raya en el analfabetismo funcional y exhibe pocas capacidades para expresarse con propiedad, fluidez y sentido.
Eso se nota aún más en los estudiantes de nuestra escuela secundaria, que están obligados a cursar la asignatura inglés como segunda lengua y allí vienen los tropiezos en los aspectos morfológico, sintáctico y fonético. Como decimos en buen criollo, la cosa se pone buena. Tomemos el sencillo ejemplo de la palabra “THREE”, que designa al número 3 en inglés y se escribe con una “H” intercalada. Para nuestro español, la consonante “H”, sin importar su posición en la construcción de cualquier vocablo, es muda y como a nuestro oído ese sonido no le es familiar, pescamos a más de un estudiante novato convirtiendo al número tres en…un árbol, esto es, la palabra TREE. Una vez más, recurra al diccionario bilingüe y evítese dolores de cabeza y bajas calificaciones.
La lengua es un fenómeno maravilloso, tan útil y eficaz como aprender a conducir un automóvil o aprender a usar un complejo programa de computadora, sin importar las comparaciones, el caso es que si usted pisa el pedal incorrecto o presiona la tecla inadecuada, ya metió la pata.
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