Del que observa y participa podemos deducir que son ambas cosas. Es decir que si observa ya participa y si participa es porque ha observado. Hablamos de un esfuerzo consciente del observador para entender la dinámica del juego en el que por fin participa. Lo mismo aplica a los fenómenos sociales. El observador no es ajeno al fenómeno, sino que es el mismo fenómeno aun cuando su campo de influencia sea mínimo. He aquí que debemos sabernos fenómenos desde el momento en que somos participantes y, participamos, aun observadores.
Esta simbiosis es más tangible en los sistemas relativamente controlados, donde observadores y participantes diseñan de igual manera las reglas. Y aún más, en un sentido literal son el fenómeno que observan o participan o ambas cosas /fenómeno/.
Pero esto no solo es característico de los eventos sociales sino también de la fisiología y fenómenos naturales, aunque quizá sea menos obvio. Nuestros ojos conducen frecuencias y nuestra área visual de asociación traduce esas frecuencias en imágenes que posteriormente significaran algo. La retina captura una frecuencia que se dirige a la amígdala donde es procesada como un impulso perceptual y decodificada en el área occipital para ser redistribuida a través de la corteza cerebral para participar/observar [fenómeno] en áreas unimodales y multimodales.
Sin embargo, la simbiosis entre la realidad y la mente no es tan obvia porque se trata de un sistema altamente reflexivo. En la aprehensión de la realidad como seres hay un sesgo importante que delimita la participación de la observación, aun cuando en términos prácticos esto es lo más ilusorio de la sensopercepción, lo más falso de lo verdadero, lo más irreal de la realidad. En todo caso si no participa tampoco observa. Y no existe: la misma cuestión de si me volteo, ¿el objeto deja de estar ahí? ¡Qué más da? Sic.
Lo que sí que importa es la relación que se da entre el que observa y el que participa, una relación fenomenológicamente contractual, con lo que se observa y si se observa al fenómeno -que es que se está observando a sí mismo. Ahí está el meollo del asunto. Como dije antes, esto es más obvio en los sistemas relativamente controlados.
a.- Digamos que pienso que el banco central X va a subir la tasa de interés para controlar la inflación. Después de todo el trabajo principal de X es justamente mantener en equilibrio los movimientos macroeconómicos y los movimientos microeconómicos.
Me aventuro a abrir una posición de cobertura frente al alza de la tasa. Una posición en corto con el valor del dólar en relación con el euro en los préstamos bancarios internacionales. Mi apuesta, desde luego es que al aumentar la tasa de interés la FED, el Euro-Dólar tiene que bajar y mi posición me va a dar atractivos rendimientos.
¿De aquí cual es el fenómeno?:
1) ¿Los Bonos?
2) ¿La FED?
3) ¿La tasa de interés?
4) ¿La inflación?
5) ¿El especulador de bonos?
Podríamos decir que todos, de alguna manera, observan y participan; y todos son al mismo tiempo, sujetos y objetos; y todos, son al mismo tiempo, fenómenos contractuales. Entonces, de lo que se observa y si se observa a sí mismo, y es un fenómeno que guarda una relación causal consigo mismo, puedo decir que lo que importa es el dinero. Y, por lo menos en este caso, el resultado debe ser medido en dinero. La realidad, en el ejemplo a, es dinero. Si mi posición hipotética me hace ganar dinero entonces es real, si me hizo perder dinero es irreal. Y, desde luego, ya no soy.
El dilema del banquero que se cede a sí mismo como objeto de su objeto. Y aun cuando el campo de influencia es mínimo (digamos una exposición de 100 K USD) el fenómeno que observa y participa tiene una implicación trascendental para el fenómeno ha generado un resultado. Lo curioso, al final, es que en ningún momento, aunque observan y participan, fueron reales hasta que el resultado [dinero] dio su veredicto. Aun siendo fenómenos contractuales carecen de importancia hasta que se vuelven realidad.
Los sistemas altamente reflexivos son falacias fecundas, y lo son hasta que el resultado determina si la hipótesis tiene valor o no.
A la pregunta de, qué tanto vale la pena vivir la fantasía del dilema del banquero, el banquero tendría que responder, así pues, con su cartera.
.06.Marzo.2018.