La confianza se define como la esperanza que una persona tiene en que algo suceda, sea o funcione de una forma determinada, o en que otra persona actúe como esperamos.
Parece algo sencillo así escrito, pero sobre la práctica es algo más complejo, la confianza se gana, pero también se pierde, la confianza destruye relaciones pero también las une para siempre, la confianza es volátil, va y viene, y solo algunas veces, permanece.
Hasta ahora nadie había desconfiado de mi, nadie se había planteado que no fuera confiable o que pudiera llegar a decepcionarlo por mis acciones, hasta que llegó el día en que todo cambió.
Ahora veo lo difícil que se hace cuando una persona no confía en ti, cuando parece que estás a prueba a todas horas, cuando alguien piensa que le mientes o que no le eres claro. Y puedo entenderlo cuando esa desconfianza viene de una persona a la que han decepcionado de alguna forma y le cuesta poder confiar en otras personas, porque entre otras cosas es una herramienta preventiva que todos tenemos para volver a caer en otra decepción.
A mí me ha pasado, a todos nos ha pasado, siempre alguien nos ha decepcionado en una u otra cosa, pero aún así tiendo más en confiar en los demás, en partir desde ese punto e ir viendo cómo acontecen los hechos.
Pero sí es verdad, que a pesar de querer e intentar eso, en ocasiones pasan cosas que se escapan a nuestro control, que no salen como esperamos o que otras personas pueden interpretar de una forma que no es la real, la que tú habías pensado o hecho. Y es ahí, donde la confianza puede llegar a esfumarse.