Por lo general, cuando veo, oigo o leo una obra clásica me pregunto: Qué siento y/o qué sentí...
Al ver esta película sentí una profunda duda relacionada con la identidad perdida y luego reformada de este Gaspar Hausen, de dónde venía y si realmente pertenecía a una estirpe noble, monárquica... Sentí pena por ese Gaspar paradójicamente disyunto del mundo, ajeno a todo, quien, sin embargo, luego se cuestiona y trata de interpretar nuestras acciones, incluso nuestras costumbres (las de aquella época). Sentí algo más extraño que la preocupación y la intriga, con un Gaspar perdido en el aparentemente vacío de sus pensamientos, en sus ganas de aprender y sus intenciones de expresar lo que sentía al experimentar todo eso nuevo para él...
Alcancé un punto máximo de empatía con el personaje mientras el director filmaba un lago tan calmado que parecía un espejo, un pequeño bote, dos personas remando, un cisne, y aquel Adagio en G menor de fondo; me desdoblé, me fui de aquí a algún lugar que tal vez sólo conozca el mismísimo Herzog.
Muchas otras cosas me figuro de este enigmático Gaspar Hauser, pero prefiero dejarlo a juicio de quien quiera ver también esta magnífica obra, y así no estropear cualquier otra percepción.
Bravo Herzog!
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