Aún quedan retos por delante como el desarrollo de un líquido amniótico o la conexión del útero artificial al neonato por el cordón umbilical
¿Puede una máquina sustituir a la placenta materna? Hasta la fecha ningún dispositivo había sido capaz de emular a la Naturaleza, pero un grupo de investigadores del Hospital Infantil de Filadelfia, en Estados Unidos, acaba de derribar una barrera científica que parecía infranqueable. Lo han conseguido, además, con un ingenio simple: una bolsa de plástico sofisticada (biobolsa), rellena de un líquido amniótico artificial, unida a un sistema de circulación extracorpórea (como los que se utilizan en las cirugías cardiacas para suplantar temporalmente las funciones de los pulmones y el corazón).
En esta biobolsa o bolsa «inteligente» han logrado que varios fetos de cordero muy prematuros completen su desarrollo durante cuatro semanas más para después nacer sanos y sin secuelas de ningún tipo. El éxito de este experimento, que se publica en la revista «Nature Communications», es el primer paso para el desarrollo de un útero humano artificial, capaz de albergar y ayudar a crecer a bebés muy prematuros.
Los investigadores del Hospital de Filadelfia han probado el dispositivo con fetos de cordero de 15 y 17 semanas de gestación. Traducido a la edad biológica humana, serían como neonatos de 23 o 24 semanas, niños de entre cinco y seis meses de gestación. Los investigadores extrajeron los fetos con una césarea y cuidadosamente los colocaron en el interior de la bolsa donde quedaron flotando en un líquido rico en sales. Después conectaron la bomba de circulación extracorpórea al cordón umbilical y les monitorizaron durante un mes.
Desarrollo saludable
La «biobolsa» reprodujo el ambiente del útero y funcionó como la placenta de un mamífero, proporcionando el oxígeno y los nutrientes necesarios como si fuera una madre. Durante este tiempo, los órganos inmaduros de los corderos completaron su desarrollo y nacieron sanos al salir de la bolsa. La mayoría fueron sacrificados para poder practicarles la autopsia y comprobar el estado de sus órganos. La autopsia mostró un desarrollo saludable y no se hallaron anormalidades en el cerebro y los pulmones, los órganos que en el feto tardan más en completar su desarrollo, según los datos del Hospital de Filadelfia. Uno de los corderos que no se sacrificaron ha cumplido ya un año y aún está sano.
El sistema deberá perfeccionarse para albergar fetos humanos, «pero podría prevenir las graves secuelas que padecen los niños extemadamente prematuros», confía Alan Flake, autor principal de esta investigación. Flake trabaja en una placenta artificial que pueda mantener en condiciones estables a los prematuros que nazcan entre las 28 y las 23 semanas de gestación. «Los bebés (en ese periodo) tienen una necesidad urgente de que exista un puente entre el útero materno y el mundo exterior. Si podemos desarrollar un sistema extrauterino que apoye el crecimiento y la maduración durante unas pocas semanas, podemos mejorar las perspectivas de forma extraordinaria», afirma el investigador.
Un paso importante
Los grandes prematuros cuando vienen al mundo abultan poco más que un teléfono móvil de última generación. Sus probabilidades de salir adelante se cuentan en días de gestación y en gramos de peso. Sobrevivir con menos de 24 semanas es siempre un pequeño milagro y cuando lo consiguen lo hacen, casi siempre, con graves secuelas. No importa lo sofisticados que sean los cuidados del hospital.
«El límite de viabilidad de un prematuro es de 500 gramos y 24 semanas de gestación. Los que logran sobrevivir lo hacen con problemas de neurodesarrollo, enfermedad pulmonar crónica y graves trastornos digestivos, entre otros muchos problemas», explica Carmen Bravo Laguna, médico adjunto de Neonatología del Hospital La Paz de Madrid, un centro de referencia para el cuidado de prematuros en España. Bravo aplaude «el paso tan importante» que ha dado el Hospital Infantil de Filadelfia, aunque cree que el salto a humanos no será fácil. La mayor dificultad que deberá superarse es la conexión del útero artificial al neonato por medio del cordón umbilical, más que el desarrollo de un líquido amniótico apto para los bebés humanos, opina la neonatóloga. «Conectar los vasos umbilicales a una cánula tiene un alto riesgo de sangrado y de trombosis. En un bebé prematuro el riesgo de sufrir una hemorragia cerebral es alto y la conexión a la cánula puede elevarlo aún más», explica. Los investigadores estadounidenses, sin embargo, ya ponen fecha a ese momento. Creen que podrían lograrlo en tres o cinco años.
Tras el éxito del experimento en modelos animales, el siguiente paso es mejorar el fluido en el que los prematuros flotarán. El líquido amniótico contiene nutrientes y factores de crecimiento, también orina fetal. El objetivo es añadir sustancias que se conocen por su capacidad para ayudar en el desarrollo fetal. También se quiere cambiar el aspecto del dispostivo. El objetivo es mejorar la imagen. No se quiere que se vea a fetos humanos colgando de bolsas de plástico. Se diseñará con una forma más parecida a una incubadora convencional, con una cobertura que mantenga en oscuridad a los bebés. Lo más parecido al útero materno.
Y soñando, Alan Flake se imagina su nuevo ingenio como una incubadora «amigable» también para los padres, que sea capaz de reducir el estrés de los progenitores y mantener el vínculo con su hijo. En el proyecto de Flake, el útero o placenta artificial permite a los padres comunicarse a través del sonido y verle a través de una cámara.
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