Una revisión exhaustiva de 56 investigaciones revela unos efectos muy modestos de los edulcorantes sobre la salud.
Algo está llamado a cambiar cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) emita a finales de este año sus recomendaciones sobre el uso de edulcorantes alimentarios. Estos productos están viviendo tiempos de bonanza económica, debido sobre todo a que los niños que los consumen se han triplicado en las últimas dos décadas (datos de Estados Unidos), a rebufo de las evidencias que asocian el azúcar con el sobrepeso, la obesidad, la enfermedad metabólica y de ahí a la diabetes de tipo 2 y los riesgos cardiovasculares. Hay muy sólidas razones para reducir el consumo de azúcar, y eso ha disparado la venta de alimentos y refrescos con sacarina, aspartamo, estevia, advantamo o cualquier otro edulcorante artificial de la docena disponible en el catálogo. Los refrescos cero, o cero cero, que sustituyen el azúcar por una combinación de edulcorantes que apenas tiene calorías, están viviendo su edad de oro en los países occidentales. Tal vez, sin embargo, las cosas cambien en 12 meses, cuando la OMS se pronuncie.
De momento, la OMS ha encargado a un grupo de científicos una revisión exhaustiva de las 56 investigaciones que se han hecho sobre los efectos de los edulcorantes sobre la salud, a veces en comparación con el azúcar, otras en comparación con placebo. Y los efectos son muy modestos. Es cierto que hay una pequeña reducción de peso, de poco más de un kilo en promedio, posiblemente relacionada con el abandono del azúcar, aunque ni siquiera está claro que ese adelgazamiento sea estable a largo plazo. También hay una ligera reducción de la presión arterial, aunque solo en adultos con sobrepeso. Los fabricantes de edulcorantes se han apresurado a destacar estos efectos. Pero las cuestiones esenciales –glucosa en sangre, caries, cáncer, enfermedades hepáticas, conducta alimentaria— no muestran un impacto significativo al sustituir el azúcar por edulcorantes. Con estos mimbres, parece poco probable que la OMS vaya a recomendar el uso de estos productos. Los expertos, de todos modos, resaltan que se necesitan más estudios antes de emitir un dictamen concluyente.
Esto no quiere decir, de ningún modo, que haya que volver al azúcar. La recomendación de reducir la ingesta de azúcar se basa en datos muy sólidos. Lo que ocurre es que sustituirla por edulcorantes, como en las bebidas cero, no parece servir de gran cosa. El mejor sustituto de los refrescos azucarados no es otro que el agua.
El resultado de estas investigaciones es en cierto modo sorprendente. Si los edulcorantes no tienen efectos negativos sobre la salud, como parece, la mera reducción del consumo de azúcar que comporta su uso debería tener seguramente un efecto positivo claro. Pero no es así, y ello se puede deber a una diversidad de factores. Los microbios que viven en el intestino, por ejemplo, cambian sus porcentajes relativos en respuesta a la dieta, y tal vez los edulcorantes afecten a esa flora intestinal de modo que compense los efectos beneficiosos de la reducción de calorías. También el cerebro puede contener una clave, pues los edulcorantes y el azúcar no tienen el mismo efecto sobre las regiones cerebrales que gestionan el placer, la recompensa y las demandas energéticas.
A fin de año veremos. Entretanto, beba agua.
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