Ya no sé ni lo que soy, enfermero, mensajero, o estibador, pero a veces uno tiene que apoyar en tantas cosas, que no habría tiempo para contarlas. Siempre las hago con la mejor disposición, cuando se me pide entre comillas "un favor". En el servicio militar uno aprende que las órdenes se cumplen, luego se discuten, allá el que pierda el tiempo discutiendo.
Esta mañana estuve citado, por segunda ocasión, por la supervisora del grupo básico de trabajo número uno al que pertenezco. Para asistir nuevamente en la vacunación con la segunda dosis de antigripal en el consultorio # 91, donde también radica el consultorio #92. Este consultorio es vecino del mío, así que me queda particularmente cercano; tiene la peculiaridad de que tiene una sola enfermera para ambas poblaciones.
Llegué temprano en mi bicicleta, y ambas enfermeras llegaron minutos después. El mensajero fue el que demoró un poco en traer el termo con la vacuna; llegó con la mala noticia de que estaba enfermo. Con ese virus degenerado que nos está dando a todos, su cuadro clínico es generalmente, los primeros tres días, mucha fiebre alta pegajosa. Y lo más mortificante son las molestias que pueden ir desde la cefalea hasta las náuseas.
Eso lo viví en carne propia hace semanas, en las que tuve que ir al consultorio de mi área a administrarme dipirona en inyección, para bajarme las fiebres. Incluso conociéndome lo suficiente, me puse un suero con gravinol para hidratarme por las náuseas que me provocara. El mensajero al parecer, va a tener que pedir un certificado, es por eso que una vez allí en el consultorio 92, tuve que ir al policlínico a recoger un termo de vacunas para el consultorio 90.
En el policlínico vi a dos de mis gestantes con la doctora, hoy era día de consulta multidisciplinaria con las embarazadas. De regreso en la bicicleta, termo amarrado en la parrilla, fui hasta el consultorio 90 que queda un poco antes de llegar al mío. La seño me preguntó quién era, por qué no tenía bata puesta, pero sabía que le llevarían un termo para sus vacunas. Luego de tomar un respiro, seguí para el puesto de vacunación, donde lastimosamente muy pocas madres habían llevado a sus niños.
A veces me pregunto cómo pueden los padres despreocuparse a tal grado, donde lo de menos es el sacrificio que hace el personal de salud por salvaguardar sus vidas, acá se pone en juego la salud de los infantes. Eran las 11 de la mañana, apenas habíamos vacunado cuatro niños entre los tres consultorios que estaban citados a asistir. Sentí pena con la seño que vino a administrar la vacuna con aquel panorama, pero enfermera de consultorio, que también es, sabe lo difícil que puede ser la población.
Hemos adaptado a las personas a que todo se lo tenemos que llevar, que somos los que tenemos que correr detrás de ellos. De cierta manera, la medicina familiar lleva su terreno y visita en los hogares que se programan en la semana, con la prioridad de los más vulnerables. Pero duele cuando se citan a las personas, para estas actividades tan importantes como la salud de un niño pequeño, una consulta de embarazadas, o de pediatría, y simplemente no asisten.
Hoy me preguntaron qué me parecía en un futuro trabajar en el consultorio 119, que queda en el kilómetro 10 de la carretera a Luis Lazo. Yo vivo en el kilómetro cinco de esta misma carrera. Hasta el momento, gracias a mi bicicleta he podido asistir a mi puesto de trabajo. Me pregunto qué beneficio me traería cambiar de consultorio, mucho más ahora que después de mucho caminar por la extendida área que abarca dicho local vacunando, he logrado limpiar una imagen borrosa de lo que es la enfermería familiar.
Conocí a una población que hacía años que no veían un enfermero gastando suela, adentrándose con un termo de vacunas que llega a pesar un mundo. Por caminos intransitables, lo mismo con el castigo del sol de media mañana, que la lluvia refrescante, pero que empeora los caminos. Aunque sucedan cosas como las del día de hoy, siempre hay quienes valoran y necesitan del servicio que prestamos, mientras tanto esté en nuestras manos.
Me pregunto si estas personas del supuesto consultorio número 119, en el kilómetro 10 de la carretera a Luis Lazo, sí también necesitan sentirse atendidas. Aún no he dado respuesta alguna sobre el asunto, que a la verdad me llega como un jarro de agua fría, porque mi población es difícil. No voy a decir que no dan dolores de cabeza. Pero malos o buenos ya los conozco, ellos me conocen por mi andar peculiar, bicicleta en mano, mochila a la espalda, termo de vacunas en la parrilla, y esta gorra que protege un poco del sol.
"Adiós matasanos", un día normal en este vínculo salud comunidad. Finalmente, no fueron destacables los padres que llevaron a sus niños, de un bulbo de 20 dosis, apenas se lograron administrar unas cuantas. Por lo que la semana que viene, los que faltaron, deberán asistir al vacunatorio del policlínico a recuperar dicha dosis. De lo contrario habrían recibido una primera dosis en vano; sin embargo, otras poblaciones recibirán mañana dicha segunda dosis.
Como la del consultorio 86, al que tengo que llevarle el termo con la vacuna mañana, por un favor personal, por eso te decía lo de enfermero o mensajero. Para nada me molesta, lo que sí me gustaría es que tuvieran mejor suerte que la que tuvimos nosotros esta mañana, para que muchos niños queden inmunizados, al final es lo que importa.
Las imagenes utilizadas en el post son de mi propiedad, tomadas con mi móvil Xiaomi Redmi Note 10 S. Muchas gracias por el apoyo al contenido hispanohablante.
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Ánimos, hacer el bien hace bien. Eres definitivamente un hombre multioficio.
Bueno se hace lo que se puede 😂 muchas gracias por comentar ☺️ saludos bendiciones para todos.