El rito de ir a pescar al río de Paja Larga lo inculcó nuestro bisabuelo.
Cada tarde salía con su vara de pescar y sus lombrices. Pasaba horas y horas en silencio frente al agua calmada de un río que aún conserva sus malanguetas.
Sabrá Dios en cuántas cosas pensaba mi bisabuelo mientras esperaba que los peces mordieran la carnada. Varias veces lo acompañaron mis tíos, mi madre y más tarde mi hermano y yo.
Mi bisabuelo ahora tiene 96 años y siempre ha sido un hombre de mucha calma, de mucha paz interior. No recuerdo que alguna vez haya regresado sin ensarta. En los crudos años noventa, su pesca en el río nos salvó no pocas veces la hora de la cena.
Era habitual verlo allí y ver cómo poco a poco se iban sumando otros hombres del barrio.
Mientras los otros hablaban, bebían, reían en la espera de que algún pez se acercara a sus anzuelos, mi bisabuelo permanecía en silencio.
Yo le observaba y a veces pensabas que estaba suplicando al río un poco de piedad. O que tal vez pedía perdón al río por pescar a sus hijos en sus aguas. Nunca le pregunté. Nunca quise romper aquel silencio que todavía lo mantiene vivo.
Con el paso de los años llegaron las sequías. Y con las sequías mi bisabuelo se fue alejando del río.
Hace décadas que abandonó el rito de la vara de pescar.
Y ahora, es mi hermano quien insiste en ir por las tardes hasta el mismo río lleno de malanguetas y enseñarle a sus hijos el ritual de la calma, el anzuelo y la carnada.
El domingo me fui a esa fiesta montado en carretón de bueyes.
Y todo el rato me lo eché recordando aquellas tardes con mi bisabuelo en un silencio donde cabía el monte entero.
Todavía siguen los mismos enigmas sobre el silencio y el río. Sin darme cuenta estaba yo también meditando mienstras la boya indicaba que un pez había caído en mi anzuelo.
Del pensamiento me sacó la algarabía de mis sobrinos cuando vieron la boya de mi vara de pescar moviéndose hacia abajo en el agua calmada del río.
Empezaron a decir sus pronósticos mientras yo me decidía el momento exacto en el que sacar del agua la pita y el anzuelo:
“Biajaca! Tilapia! Anguila! Jicotea! Rana Toro!...”
The old man and the river.
The ritual of going fishing in the Paja Larga River was instilled by our great-grandfather.
Every afternoon he went out with his fishing rod and his worms. He spent hours and hours in silence in front of the calm water of a river that still preserves its malanguetas.
God knows how many things my great-grandfather thought about while he waited for the fish to take the bait. Several times my uncles, my mother and later my brother and I accompanied him.
My great-grandfather is now 96 years old and he has always been a very calm man, with a lot of inner peace. I don't remember him ever coming back without a skewer. In the harsh nineties, fishing for it in the river often saved us with food for dinner.
It was common to see him there and see how one by one other men from the neighborhood were joining.
While the others talked, drank, laughed while waiting for some fish to approach their hooks, my great-grandfather remained silent.
I watched him and sometimes you thought he was begging the river for a little mercy. Or that perhaps he asked the river for forgiveness for fishing its children in its waters. I never asked him. I never wanted to break that silence that still keeps him alive.
As the years went by, droughts came. And with the droughts my great-grandfather moved away from the river.
He abandoned the fishing rod ritual decades ago.
And now, it is my brother who insists on going in the afternoons to the same river full of malanguetas and teaching his children the ritual of calm, the hook and the bait.
On Sunday I joined that party riding an ox cart. And the whole time I spent it remembering those afternoons with my great-grandfather in a silence where the entire mountain could fit.
The same enigmas about silence and the river still remain. Without realizing it, I was also meditating while the buoy indicated that a fish had fallen on my hook.
I was brought out of my thoughts by the excitement of my nephews when they saw the buoy of my fishing rod moving downwards in the calm water of the river. They began to say their predictions while I was deciding the exact moment at which to take the pita and the hook out of the water:
“Biajaca! Tilapia! Eel! Jicotea! Bull frog!..."
Los abuelos son una escuela de la cual se puede aprender mucho . Y que decir de pescar en el rio , un lugar de paz , tranquilidad y que pone a prueba la paciencia del ser humano . Felicidades muy bonito el post.
Gracias!! Los abuelo son la base de nuestra esencia!
Muy refrescante tu post, sobre todo para mí que me gusta tanto la pesquería... Y sigue siendo muy útil. Saludos
Gracias!!! La pesca es un sitio para paz, más que un alimento!
Jajaja agarraste una claria jajaja 😅, bien por ti, bien arreglada es riquísima, a mi me encanta, yo recuerdo también cuando ers pequeña me iba a pescar con mis primos, lo que en vez de Clarias lo que cogíamos eran camarones,riquísimos por cierto, que bien que su bisabuelo los enseñó a pescar, así no les faltará comida nunca, pues ahí es donde está el secreto, en saber que hacer en tiempos de apuro. Muy bonito post. Feliz día para ti. Saludos.
Yo recuerdo que cuando Niño también cogí camarones par de veces..
Siguiendo tradiciones familiar es bueno tener en cuenta hábitos y costumbres de nuestros ancestros
Eso creo también!
Las tradiciones familiares se van heredando por generaciones, me alegra mucho que se lleguen por el mismo río para ese contacto con el deporte de la pesca. Para tal acto de pescar se necesita mucha paciencia, silencio sobre todo, para que los peces no se espanten, tu bisabuelo sabía lo que hacía. Y papi la clarita se come así que felicidades 🤣
Especially así, querido amigo. Tu eres del campo y sabes de lo que hablo.
En mi caso, fue mi padrastro-padre quien nos dejó ese tipo de recuerdos. Su paciencia Zen fue uno de los tesoros que me legó. Tambien su amor por el monte y el respeto a cuanta criatura existe. Recuerdo que daba las gracias a cada bicho destinado para comer, y no permitía que nadie matara ni siquiera un alevín si no era para comerlo. Agradezco mucho esos momento de pesquería; en el rio, en la laguna, o en el mar, siempre con la misma paciencia e introspección. Era muy chistoso y ocurrente; creo que esos momentos de silencio, eran de creación humorística...
La pesca y la paz!
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