Vivimos en una sociedad llena de conflictos, donde los valores más básicos han ido decreciendo, y donde es más importante una buena fotografía que un buen momento. Constantemente luchamos con las vicisitudes de la vida diaria, en la que las carencias, trabas y justificaciones opacan esa humanidad que nos hace comprender de forma natural a cada uno de nosotros.
El despertar se convierte en un torbellino cuando no encontramos solución a esas problemáticas que nos vuelven cada vez más huraños, mentirosos y antisociales, en un contexto donde la empatía no existe porque “ya tenemos nuestros propios problemas para cargar con los ajenos”.
El sentido de pertenencia está ausente, pues pensamos: “¿Para qué cuidar algo que no es mío? Que lo cuide otro”.
Apagones constantes, altos precios, transporte casi nulo y una salud “pública” que deja bastante que desear forman parte de nuestra cotidianidad. Sé perfectamente lo difícil que es avanzar cuando no depende totalmente de nosotros.
A ti, cubano que lees este pequeño post: ponte en el lugar de tu vecino; él también sufre contigo. No te encierres en tu mundo. Hablar también ayuda a veces. Puede que ese “buenos días”, esa tacita de café mañanera o un simple “gracias” hagan mejor este amanecer cargado de dificultades, en el que los detalles más simples harán que lo que te agobia mejore considerablemente.
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