Bokerón, así le llamaban...

in Hive Cuba5 days ago (edited)


Hoy conocerán una historia que subyace en el imaginario popular de mi pueblo: Baire, Cuba.Hola, estimados amigos de esta comunidad #hiveCuba.

Nuestro acervo cultural local, está abonado por el halo atractivo de historias sorprendentes que, en el transcurso del «inexorable tiempo», se han investido, por sí solas, con el sello de esa rara perdurabilidad que evoca y reflacta lo verdaderamente auténtico y representativo de la existencia humana. La que en breve doy a conocer, es una de ellas y está ubicada en el contexto histórico perteneciente a la segunda mitad de la década del 50, del siglo pasado(XX).

Cuentan testigos añosos, lo ocurrido a un notable sujeto nacido y criado aquí en Baire, nombrado Gerardo Boquerón; mulato que portaba y mostraba, a raudales, en su somatotipo mesoformo (clic) de altisonante estatura, una inusual mezcla de serenos y atrayentes rasgos de ingenuidad infantil, con acentuada tosquedad personal que, en su perenne y contagiosa sonrisa, delineaban la imagen del ser «bonachón».

Gerardo vivió, siempre, muy próximo al límite (Sur) de la antigua comunidad » La Abisinia», en una llamativa choza.

Se le podía ver, con asiduad, merodeando las bodegas de su barrio. En aquel entonces «La Palanca»; propiedad del señor Acuña y «La Casa de Yero e Hijos»; propiedad de Pablo Yero. Las hostiles circunstancias familiares y sociales que contribuyeron a perfilar su deprimente infancia, adolescencia y juventud, [de escasez material y desaliñada atención filial], fueron decisivas para su ulterior comportamiento social.

Su instrucción escolar no llegó a rebasar el primer grado. Creció y se forjó, como hombre rudo, entre las más recias – e intermitentes – oportunidades laborales, de las que, a duras penas, pudo extraer el muy limitado y hasta mísero sustento familiar.

El «matadero» que, en aquel entonces, funcionaba a las afuera de nuestro poblado[en las cercanias del barrio «La Salada»], no sólo fue testigo de su descomunal fuerza corporal. También de sus extravagantes gustos. Solía consumir de cada res sacrificada, los más impensadas raciones de piltrafa animal. Y esta inusual práctica le dejó una deplorable notoriedad. De allí extrajo, mientras pudo, lo que logró convertir en su más económica – y casi única – fuente de obtención proteica, de origen animal. ¡Eran tiempos difíciles! Pero, a diferencia de otros que padecieron, o no, esa desventajosa atención familiar y social, Gerardo llevava oculto en lo más profundo del ser humano, que indiscutiblemente era, un alma generosa. Y así lo demostró.

Sucedió que, en una de sus frecuentes visitas, a nuestro poblado, un distinguido «Representante Comercial»(viajante), de esos que recorrían el país para promocionar – o vender – los productos de la firma representada, perdió su «maletín» de trabajo. Al percatarse, éste, de tan importante y funesta pérdida, recomenzó, esa vez a la inversa, el recorrido previamente efectuado. Lo hizo tocando ,insistentemente, puerta tras puerta, de cada una de los casas de comerciantes, horas antes visitados por él. La respuesta negativa, escuchada una y otra vez, iban llevando, cada vez más, al «desafortunado» comerciante, a un inminente colapso orgánico. Había desaparecido, como por arte de magia, el sustancioso «neceser». Su contenido, en efectivo, superaba la significativa cifra de $50 000 (En aquel tiempo equivalente al Oro). Pensaba en las terribles consecuencias que le trairía su fatídico olvido, al presentarse ante su «patrón».

Declinando, ya, en su agónica e infructuosa búsqueda, se dirigió al antiguo «Juzgado de Primera Instancia»[ubicado frente al Parque Central de nuestro poblado] a dar fe de lo sucedido, ante el juez en funciones. En espera de un ómnibus para la indeseada partida, el Representante Comercial sintió, a sus espaldas, precipitados pasos, luego el peso de una enorme e irrespetuosa mano, posada en su hombro derecho y una tímida voz que preguntó:

-¡Señor, señor!, ¿ésto es lo que usted busca?. Al voltearse, el viajante vio lo que no podía creer…. Gerardo, con su musculosa mano derecha extendida, le devolvía el sosiego y la esperanza, horas antes perdidas.

Sólo atinó a tomar, con la velocidad de un rayo, el preciado maletín, oprimiéndolo fuertemente contra su pecho… No hubo la más mínima expresión de agradecimiento por parte del viajante hacia Gerardo. Luego entró al juzgado y, sorprendido, comprobó que el dinero estaba intacto… No lo podía creer…

Llamó, como quiso o como pudo menos por su nombre, a Gerardo, quien ya había cruzado la vía central y, extendiendo también su mano derecha, le hizo un inesperado agasajo u ofrecimiento, acompañado de un estremecedor consejo:

-Toma esta moneda de $1,00 para que compres una soga y te ahorques….

Luego, experimentando la más completa felicidad, el ilustre «representante» tomó el habitual ómnibus «Santiago-Habana», en dirección Oeste…

Por su parte, Gerardo, inmerso en la más incomoda confusión experimentada en su azarosa vida, redobló sus pasos para sumergir, una vez más, su nobleza en las entrañas de sus humildes orígenes…


* Texto de mi autoría. Imágenes propias y extraídas de Pexels, con la edición de Texto On Photo.



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Creo que te equivocaste de comunidad, esta es HiveCuba, no FreeWriters.