Hace poco estuve de visita en la cuidad de la Habana, ya había vivido ahí un tiempo de niño, pero ver la ciudad con ojos de adulto me reveló cosas que ciertamente siempre se me habían escapado. Una de estas cosas fue el arte que hay en esta ciudad por todas partes.
Desde el graffiti en cualquier esquina (literalmente) hasta los vitrales en el techo del Museo de Bellas Artes, esta ciudad a inspirado a artistas todas las manifestaciones para dejar plasmada la visión de su tiempo o su pensamiento, que no es más que una parte de ellos mismos.
Es como si la creatividad fluyera por estas cayes esperando a que alguien la atrape. Ya sea en alguien que vende sus cuadros en la calle para ganarse la vida con sus creaciones o una enorme obra de arte conceptual cargada con los deseos y añoranzas de la gente.
Su arquitectura antigua y decadente a ratos es otra arista significativa, con una amalgama de estilos que han sabido coexistir a lo largo de más de 500 años de historia, aunque ahora esa aonia se vea amenazada por enormes edificios qué nublan en cielo, pero que el tiempo terminará volviendo parte de retrato de la ciudad.
Así sentí la magia de la ciudad donde nació mi abuela, donde te encuentras la firma de un artista en cada pared, de las grandes bienales artísticas, de la decadencia y la inspiración nacida de la misma. Dicen que para un amante del arte el arte esta en todas partes. Yo no creo en esta frase, pero luego de conocer la habana, entiendo porque algunos creen que es cierta.