Y el mundo se quedó en silencio / And the world went quiet

in Catarsis21 hours ago

Y el mundo quedó en silencio

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Ya van más de dos semanas desde que pasó y todavía no se siente real. La enterramos con el nombre de Nancy pero siempre la conocí como Sasy. Era una de mis tías abuelas.

Cuando mi mamá era pequeña no podía pronunciar la letra N de su nombre bien así que empezó a llamarla Sasy. Yo me enteré de su nombre real hasta ya entrada mi adolescencia. Sasy fue un ser humano excepcional, todo el que la conocía la adoraba. Era gentil, amable, divertida y alegre. Nunca escuché que tuviera un problema con alguien.

Sasy tenía una voz muy particular. Cuando hablaba, parecía que cantaba el final de sus palabras. Cuando yo era una niña la voz de Sasy siempre me pareció reconfortante. Era imposible no sentirse así con ella.

Todos los recuerdos de Sasy se parecen. Casi siempre estábamos en el carro, un viejo Malibú de color crema, dando vueltas por todo Maracaibo, siempre con alguna de sus amigas con nosotras. Solíamos decir que estar con Sasy era estar con una Miss Venezuela, todo el mundo la saludaba y todo el mundo la conocía.

A Sasy le gustaba ir con música mientras manejaba, tenía un teléfono pequeño que usaba como reproductor de música y tarareaba mientras conducía. A veces iba a buscarme a la universidad. En más de una ovación llevó a alguna de mis amigas a sus casas con tal de que no estuvieran agarrando transporte público tarde.

Mi abuela es la mayor de cuatro hermanos, Sasy nació después de ella. No recuerdo bien como era el trabajo de Sasy, se que fue una secretaría pero creo que ya estaba por jubilarse cuando yo llegue. Sin embargo, si se que pudo tener una vida muy feliz.

Sasy siempre vivió con Tía Tula, su hermana menor. Vivían en una casita pequeña y acogedora en el centro de la ciudad. Aunque en Marcaibo el calor puede ser agobiante, la casa siempre se sintió fresca. Muchas veces me llevó a almorzar allá cuando ni siquiera había desayunado en la facultad.

Sasy tenía la cartera de Mary Poppins. Nómbralo y de seguro ella lo traía consigo. Era una cartera de cuero oscuro, pesada y ruidosa. Parecía que todas las llaves de la ciudad estaban en ella. Sorprendentemente, nunca salió un conejo de allí pero muy bien pudo haberlo hecho.

Le gustaba viajar. Conoció gran parte de Europa y Estados Unidos en la década de los setenta. Había cajas llenas de fotos en su clóset. Siempre tenía historias que contar, como cuando fueron a un Luau en Hawaii o cuando el cocinero de un restaurante en Italia la regañó por echarle ketchup a una pasta.

Me he preguntado quién vino por ella. Tal vez fue mi bisabuela, tal vez fue alguna de sus primas, tal vez su papá. Me gusta pensar que fue Pelusa, su mascota por muchos años. Tal vez ella regresó, moviendo su colista con alegría y le dio la fuerza para levantarse de la cama e irse.

Sea como sea algo cambió con la muerte de Sasy. Ya no nos vamos a volver a reír igual, ya la casa no tiene la misma vibra, ya las palabras no danzan en los oídos de quien las escuchan, otra silla está vacía en la mesa. Supongo que hay que ver el lado amable, ya nada la puede lastimar, ya el dolor se acabó. Es solo que ahora hay mucho silencio…

Cita de la canción “American Pie” de Don McLean (1971).

Fotografía por Andreína Chourio.

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And the world went quiet

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It's been over two weeks since it happened and it still doesn't feel real. We buried her under the name Nancy but I always knew her as Sasy. She was one of my great aunts.

When my mom was little she couldn't pronounce the letter N in her name right so she started calling her Sasy. I didn't learn her real name until I was well into my teens. Sasy was an exceptional human being, everyone who knew her adored her. She was gentle, kind, funny and cheerful. I never heard her have a problem with anyone.

Sasy had a very particular voice. When she spoke, it seemed like she sang the end of her words. When I was a little girl I always found Sasy's voice comforting. It was impossible not to feel that way with her.

All of Sasy's memories are similar. We were almost always in the car, an old cream-colored Malibu, driving around Maracaibo, always with one of her friends with us. We used to say that being with Sasy was like being with a Miss Venezuela, everyone greeted her and everyone knew her.

Sasy liked to drive with music on. She had a small phone that she used as a music player and hummed while driving. Sometimes she would pick me up from college. On more than one occasion she would take some of my friends home so that they wouldn't be late taking public transportation.

My grandmother is the oldest of four siblings, Sasy was born after her. I don't remember exactly what Sasy's job was like. I know she was a secretary, but I think she was about to retire when I arrived. However, I do know that she could have had a very happy life.

Sasy always lived with Aunt Tula, her younger sister. They lived in a small, cozy house in the center of the city. Although the heat in Marcaibo can be oppressive, the house always felt cool. She often took me there to lunch when I hadn't even had breakfast at the faculty.

Sasy had Mary Poppins' purse. Name it and she was sure to bring it with her. It was a dark leather purse, heavy and noisy. It looked like all the keys to the city were in it. Surprisingly, a rabbit never came out of there, but it very well could have.

She loved to travel. She saw much of Europe and the United States in the 1970s. There were boxes full of photos in her closet. She always had stories to tell, like when they went to a Luau in Hawaii or when the cook at a restaurant in Italy scolded her for putting ketchup on pasta.

I've wondered who came for her. Maybe it was my great-grandmother, maybe it was one of her cousins, maybe her dad. I like to think it was Pelusa, her pet for many years. Maybe she came back, shaking her tail with joy and gave her the strength to get out of bed and leave.

Whatever it is, something changed with Sasy's death. We will not laugh the same anymore, the house no longer has the same vibe, the words no longer dance in the ears of those who hear them, another chair is empty at the table. I guess you have to see the bright side, nothing can hurt her anymore, the pain is over. It's just that now there is a lot of silence…

Quote from the song “American Pie” by Don McLean (1971).

Photography by Andreína Chourio.

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