Abro el enlace en el Whatsapp, se trata de un tweet, me lo envía desde la distancia un viejo amigo. La nota habla del cierre, luego de sesenta años, de un restaurant en el Este de Caracas. En principio no me logro conectar con la información, para mí no tiene mayor significado.
A los pocos minutos me llega la llamada, es mi amigo preguntando si abrí el enlace. Le digo que sí. Y comienza una larga conversación donde me va contando por qué aquel sitio legendario estuvo unido a su vida, hasta hace cinco años cuando decidió irse donde una hija fuera del país.
Me cuenta que fue allí, en ese restaurant, donde comió por primera vez una pizza con la que luego sería su esposa por más de cuarenta años, hasta el momento de su fallecimiento siete años atrás. El vacío dejado por su compañera de vida fue tan grande que decidió irse a compartir los años que le quedan al lado de su hija y sus nietos en una geografía del Norte de Europa, muy distinta a la nuestra.
Me dice que también en ese sitio, ahora cerrado para siempre, celebró el nacimiento de cada uno de sus cuatro hijos, y del primero de sus nietos. Que para su familia era una gran tradición reunirse los domingos, luego de salir de misa, a degustar una de las famosas pizzas que se expendían en el local.
Durante más de una hora estuvo contando anécdotas de todos los momentos que vivió en ese sitio de grandes encuentros.
Mientras lo escuchaba no dejaba de pensar que acá en mi ciudad, Maracay, también hemos vivido un proceso parecido, donde día a día van desapareciendo las referencias de sitios emblemáticos, ligados con la vida personal y de la ciudad.
Con nostalgia se aparecen en mi memoria, heladerías, fuentes de soda, panaderías, terrazas, donde llevaba a mis hijos de pequeños para romper la rutina del día a día y pasar un momento especial. Sitios donde conversaba amablemente con mis compañeros de trabajo o de estudios universitarios, y que ahora ya no están, sencillamente sucumbieron al estado de deterioro que se instaló en nuestro país desde hace veintidós años como producto de malas decisiones políticas.
Es verdad que las ciudades cambian, que los espacios se transforman, que las dinámicas económicas a veces hacen que muchos sitios no se puedan adaptar a los cambios y no les quede otra opción sino desaparecer.
Pero también es verdad, que en todas las ciudades y pueblos hay sitios que permanecen y se mantienen durante muchos años, que trascienden a sus dueños originales y se continúan de generación en generación, formando parte de las tradiciones de la vida y del paisaje de los lugares. Quedando como referencias de lo que ha sido la vida de las personas, sirviendo como espacios para la transmisión de la memoria, personal y social. ¿Qué somos sin tradiciones y sin referencias de la vida vivida?
En nuestro tiempo se tiende a pensar que mirar hacia atrás no tiene sentido, que es un ejercicio de nostalgia inútil, que para vivir solo basta situarnos en el presente. Y hay algo de cierto en eso. Sin embargo, si por un momento perdiéramos la memoria del pasado nos sentiríamos perdidos, a la deriva, como lanzados a la nada…
Nuestra identidad la vamos construyendo sobre la base de pequeños fragmentos de memoria. Algo así como pequeños bloques donde quedan impresos los rasgos distintivos de nuestra cultura de origen y donde quedan registradas las huellas de nuestro paso por la vida.
Es con todos esos pequeños retazos con los que conformamos nuestra identidad, gracias a ellos nos podemos reconocer como pertenecientes a algún lado, como parte de alguna familia humana. Los humanos somos seres de pertenencia, estamos ligados inevitablemente a lazos sociales y afectivos. Nuestra memoria, nuestros recuerdos, nos repiten a cada momento quienes somos. Sin ellos tendríamos que estar comenzando desde cero cada vez.
Con cada adiós de los que se marchan buscando mejores destinos, de los negocios que desaparecen, de las costumbres que se dejan de practicar, muere una partecita de nosotros.
Gracias por tu tiempo.
I open the link on Whatsapp, it is a tweet, sent to me from afar by an old friend. The note talks about the closing, after sixty years, of a restaurant in the east of Caracas. At first I do not manage to connect with the information, for me it does not have much meaning.
A few minutes later I get a call, it is my friend asking if I opened the link. I tell him yes. And a long conversation begins where he tells me why that legendary place was linked to his life, until five years ago when he decided to go to his daughter's house outside the country.
He tells me that it was there, in that restaurant, where he ate a pizza for the first time with the woman who would later become his wife for more than forty years, until the time of her death seven years ago. The void left by his life partner was so great that he decided to leave to share his remaining years with his daughter and grandchildren in a Northern European geography, very different from ours.
He tells me that also in that place, now closed forever, he celebrated the birth of each of his four children, and the first of his grandchildren. That for his family it was a great tradition to meet on Sundays, after leaving mass, to taste one of the famous pizzas that were sold in the place.
For more than an hour he was telling anecdotes of all the moments he lived in that place of great encounters.
While I was listening to him, I kept thinking that here in my city, Maracay, we have also lived a similar process, where day by day the references of emblematic places, linked to personal and city life, are disappearing.
With nostalgia, ice cream parlors, soda fountains, bakeries, terraces, where I used to take my children when they were little to break the daily routine and spend a special moment. Places where I used to have friendly conversations with my colleagues at work or at university, but now they are gone, they simply succumbed to the state of deterioration that was installed in our country twenty-two years ago as a result of bad political decisions.
It is true that cities change, that spaces are transformed, that economic dynamics sometimes make it impossible for many places to adapt to change and leave them no choice but to disappear.
But it is also true that in all cities and towns there are places that remain and are maintained for many years, that transcend their original owners and continue from generation to generation, forming part of the traditions of life and landscape of the places. Remaining as references of what has been the life of people, serving as spaces for the transmission of memory, personal and social. What are we without traditions and without references of the life lived?
In our times we tend to think that looking back is pointless, that it is a useless exercise in nostalgia, that to live it is enough to situate ourselves in the present. And there is some truth in that. However, if for a moment we were to lose the memory of the past, we would feel lost, adrift, as if we were thrown into nothingness...
Our identity is built on the basis of small fragments of memory. Something like small blocks where the distinctive features of our culture of origin are imprinted and where the traces of our passage through life are recorded.
It is with all those little pieces that we shape our identity, thanks to them we can recognize ourselves as belonging somewhere, as part of a human family. Humans are beings of belonging, we are inevitably linked to social and emotional ties. Our memory, our memories, repeat to us every moment who we are. Without them we would have to start from scratch every time.
With each goodbye of those who leave in search of better destinies, of the businesses that disappear, of the customs that are no longer practiced, a small part of us dies.
Thank you for your time.
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No vivo en Caracas desde hace muchísimo tiempo, pero entonces visitaba con frecuencia Maracay y entre mis recuerdos más agradables se encuentra el restaurante Capcimide donde siempre comíamos un delicioso cordon blue.Saludos estimable @irvinc , No recuerdo el nombre del restaurante, aunque sospecho se trata un lugar que por años disponía de un horno de leña que los bomberos les obligaron a sustituir, según un amigo asiduo al lugar como su amigo.
No me acuerdo de ese restaurante que mencionas pero si otros locales y el cine, al que fui muchas veces. Muchas gracias por pasar y comentar estimado @felixmarranz. Que estés bien. Un fuerte abrazo desde Maracay.
Ciertamente @irvinc, han cerado muchos sitios, algunos de muchos años de tradición en Maracay, pero tambien se abrieron otros pensados mas en la nueva forma de venta que se ha popularizado en todo el pais. Asi son los cambios estimado @irvinc. Saludos, un abrazo.
Sí, así son los cambios. Cuesta acostumbrarse a no ver los sitios por donde transcurrió la vida de uno. Muchas gracias por pasar y comentar, estimada @doriscova8. Que estés bien. Un fuerte abrazo.
Un gusto pasar por aquí nuevamente y leerte @irvinc. Como siempre admiro la elocuencia de tus publicaciones. Esta me hizo sentir nostalgia. Un abrazo
Me alegra que haya sido de tu agrada. Sí, es un escrito nostálgico. Muchas gracias por pasar y comentar estimada @wonderme. Que estés bien. Un fuerte abrazo desde Maracay.