No sirve de nada pelear, no sirve de nada tener envidia, tener amarguras y tantas cosas, que nos quitan lo único que debemos aprovechar, el tiempo.
Mi abuelo enfermó cuando tenía 17 años; mi mamá y mi tía, únicas hijas, lo atendieron con la esperanza de que sanara, muy a pesar de que su condición era irreversible. Mi abuelo fue un hombre que, en sus años de juventud, compartió poco con mi mamá. Mi abuela murió muy joven, y por lo que mi madre y mi tía quedaron huérfanas. Aún así, después de criarse solas a pesar de tener un padre, ellas nunca dejaron de amarlo. Estuvieron siempre para él, algo que yo no lograba entender hasta que, en su grave enfermedad, entendí que el amor hacia un padre o una madre no tienen condiciones, o rencores de por medio. Mi abuelo, ya en sus últimos respiros, agradeció tanto cariño y amor de sus hijas, porque a pesar de tanto estuvieron ahí para él.
El tiempo no marcha atrás, es lineal; experiencias somos y con experiencias nos vamos. Entre todo, el amor nunca debe faltar. Tu suegro ya descansa y ahora los protege desde el cielo. Las pérdidas son duras, y más aún para los niños.
Dios llene de fuerza todos los corazones de la familia. Un gran abrazo @elizabeths14