Por más increíble que suene, en el transcurso de mis cortos 26 años, he entrado siete veces a la fría sala de quirófano. Y pensé que quizás podría compartir estas experiencias con esta maravillosa comunidad, en caso de alguien necesite saber que no es único que ha experimentado dolores indescriptibles y enfermedades agotadoras.
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Era la madrugada del veinticinco de diciembre del año mil novecientos noventa y nueve, en mi país la celebración de navidad comienza en veinticuatro de diciembre, porque nos quedamos a esperar por la llegada del “Niño Jesús”, una tradición que señala que celebramos el nacimiento de Cristo, con presentes y regalos.
Luego de recibir mi regalo, le comuniqué a mi madre que tenía dolor de estómago, sentía fuertes retorcijones en mi zona abdominal, entonces me puse a llorar. Luego de eso comencé a tener fiebre, por lo que ella decidió que era hora de irnos a dormir. Ese año nos encontrábamos en casa de mi bisabuela materna, por lo que tuvimos que caminar hacia la casa de mi abuela, en donde nos estábamos quedando por las fiestas.
En el camino mi temperatura comenzó a subir y finalmente tuve fiebre, mi abuela dijo que simplemente fue el sereno de la noche que me hizo daño. Pero no fue así, durante el resto del día, comencé a tener otros síntomas, como vomito, estreñimiento, dolor de cabeza, y alta fiebre.
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Mis padres obviamente me llevaron al médico, un pediatra, quien dijo que tenía una infección de orina, me mando tratamiento y eso fue todo. Comencé a tomar mis medicinas, pero nada sucedía, simplemente continuaba con todos los síntomas ya mencionados, cada día me ponía peor, al punto que cualquier cosa que me comía o tomaba era expulsada de mi sistema en cuestión de segundos. Recuerdo que vomitaba el agua, el tachipirin, el cual es un jarabe de niños que quita la fiebre, y la sola idea de tomar un bocado de comida me daba asco.
Los días pasaron y ningún doctor lograba darme un diagnóstico acertado. Una supuesta doctora incluso tuve el descaro de gritarle a mi mamá, diciéndole que yo no era nada más que una niña malcriada, por lo que todos mis síntomas eran un grito desesperado por llamar la atención. Honestamente, pienso que esa doctora saco su título de una caja de cereal, o algo por el estilo, porque no tenía ni una sola pisca de vocación.
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Así pasaron los días, mi madre me llevo al menos con quince especialistas, ningún parecía llegar a la raíz de mi problema, y así mi vida se apaga en los brazos de mi madre, sin que a nadie, más que a mi familia, le importara.
Una mañana luego de mi abuela me revisara de pies a cabeza, yo me desmaye en cuanto ella presionó mi abdomen, ella le dijo a mi madre, “esta niña tiene apendicitis”, mi madre no quería creerle; sin embargo, me llevo de nuevo al doctor, ya que no recuperaba el conocimiento. Además, mi pierna derecha dejo de funcionar unos días antes, no podía caminar y mis padres tenían que cargarme todo el tiempo.
En el camino al hospital yo recuperé el sentido, cuando llegamos entramos por emergencia, la cual estaba repleta, en esa ocasión fuimos a un hospital de mi ciudad que es especialmente para niños.
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Mientras aguardábamos por nuestro turno, yo observe a mi mamá directo a los ojos, entonces negando de un lado al otro, con una voz temblorosa le dije “No resisto más”, y me desmaye de nuevo, a tal punto que mi madre pensó que me estaba muriendo. Para ser sinceros, no estaba muy equivocada, viendo que su hija moría en sus brazos, Yamilet, mi progenitora, comenzó a gritar desesperada, algo que sirvió para que un hombre se fijara en ella, resulta que era el jefe de pediatría del hospital.
Este doctor logró estabilizarme, analizando mi caso considero prudente hacer una ecografía, para ese momento yo estaba cumpliendo veinte días de enferma, y me habían visto quince doctores diferentes, de los cuales ninguno pensó en realizarme el eco.
Luego de que me realizaran el estudio se confirmó lo que había dicho mi abuela, yo tenía apendicitis, y no simplemente eso, debido al largo periodo de gestación, esta había detonado en mi interior, convirtiéndose de peritonitis, una enfermedad capaz de robarle la vida a cualquier adulto.
De no ser por este doctor yo habría muerto en los brazos de mi madre. Ese ángel enviado por Dios, o el universo, en quien desees creer, se comenzó a preparar para la cirugía; sin embargo, cuando mis padres se dirigieron a taquilla para pagar por el procedimiento quirúrgico, la recepcionista les informo que el doctor “Escorihuela”, el mismo que logro llegar a la raíz de mi caso, estaba de vacaciones y no podía ingresar a los quirófanos. A pesar de que el médico se encontraba allí, e incluso discutió con el director del hospital, no le permitieron el ingreso a la sala de operaciones.
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No obstante, este doctor si tenía amor por su profesión, por lo que llamo a un colega que trabaja en el hospital central de Maracay, para que yo fuera trasladada a ese centro médico, y pudiera recibir mi operación. El colega acepto, comenzando a preparar todo para mi ingreso.
Me subieron en la ambulancia, con mi madre a mi lado, muriéndose de miedo, incluso en ese estado yo seguía diciéndole que todo iría bien, que saldría viva de esta, yo estaba dispuesta a luchar, no estaba lista para partir de este mundo.
En el camino de la ambulancia me desmaye varias veces debido al dolor, los paramédicos creían que no llegaría con vida, pero me subestimaron, logre entrar a cirugía.
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Una operación que se consideraba muy simple, que incluso tiende a durar de treinta a cuarenta minutos, se convirtió en un intricado procedimiento de dos horas y media.
La causa de esto último, fue que debido a que el apéndice había infectado algunos de mis órganos vitales, por lo que debieron limpiarlos, además de hacerme un curetaje en el riñón derecho, porque fue perforado cuando el apéndice detono.
Finalmente, logré salir en una pieza del quirófano, luego de eso vinieron duros días de recuperación, incluso tuve que recibir ayuda psicológica, ya que me daba miedo comer, jamás ingería más de uno o dos bocados. Mi familia me traía platillos deliciosos, como, por ejemplo, pizza, lasaña, sopa de la abuela, hamburguesas y mil de cosas, porque era lo que yo pedía, no obstante, al comenzar a comer me recordaba que iba a vomitar y paraba de hacerlo.
No fue hasta que los doctores me ayudaron a comprender que aquellos que me hacía daño, se había ido, que comencé a comer y me dieron de alta en el hospital.
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Ya lo sé, puede que pienses que esta historia no es real, pero lo es, como dije yo lo viví. Incluso para los doctores fue un misterio, para empezar nadie se explicaba como aguante tanto con esto dentro de mí, tampoco como fue que sobreviví a la cirugía, ni como me recuperé, simplemente sucedió.
Mi caso fue tan extraño que el hospital le pidió permiso a mi madre para donar mi apéndice a la universidad central de Venezuela, especialmente en la facultad de medicina, para enseñar a los nuevos estudiantes. Espero que mi experiencia haya ayudado a otros médicos a salvarle la vida a otros pacientes.
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Muchas de las cosas contadas en esta historia son recuerdos vividos que tengo en mi cabeza, no se han ido a ninguna parte, por lo que supongo que fue un trauma, sin embargo, no me hacen daño, he aprendido a estar orgullosa de mis cicatrices, de ponerme de pie y seguir adelante, desde muy pequeña he sido una guerrera, pretendo seguir siéndolo.
Supongo que todos tenemos un periodo en la tierra y el mío no debía acabarse a los tres años. Si te ha gustado esta historia, este desahogo, coméntame si te gustaría seguir leyendo cada una de esas cirugías por las que pase.
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As unbelievable as it sounds, over my short 26 years, I have entered the cold operating room seven times. And I thought perhaps I could share these experiences with this wonderful community, in case anyone needs to know that they are not alone in having experienced indescribable pain and grueling illnesses.
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It was the early morning of December twenty-fifth of the year nineteen ninety-nine, in my country the Christmas celebration begins on December twenty-fourth, because we wait for the arrival of the "Baby Jesus", a tradition that indicates that we celebrate the birth of Christ, with presents and gifts.
After receiving my gift, I told my mother that I had a stomach ache, I felt strong cramps in my abdominal area, then I started to cry. After that I started to have a fever, so she decided it was time for us to go to bed. That year we were at my maternal great-grandmother's house, so we had to walk to my grandmother's house, where we were staying for the holidays.
On the way, my temperature started to rise and I finally got a fever, my grandmother said it was just the serene of the night that hurt me. But it wasn't, during the rest of the day, I started having other symptoms, like vomiting, constipation, headache, and high fever.
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My parents took me to the doctor, a pediatrician, who said I had a urinary tract infection, sent me for treatment and that was it. I started taking my medicines, but nothing happened, I just continued with all the symptoms already mentioned, every day I was getting worse, to the point that anything I ate or drank was expelled from my system in a matter of seconds. I remember throwing up water, tachipirin, which is a children's syrup that takes away the fever, and the very idea of taking a bite of food made me sick to my stomach.
Days went by and no doctor could give me an accurate diagnosis. One so-called doctor even had the nerve to yell at my mom, telling her that I was nothing more than a spoiled brat, so all my symptoms were a desperate cry for attention. Honestly, I think that doctor got her degree from a cereal box, or something like that because she didn't have a shred of a vocation.
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So, as the days went by, my mother took me to at least fifteen specialists, none seemed to get to the root of my problem, and so my life was extinguished in my mother's arms, without anyone but my family caring.
One morning after my grandmother checked me from head to toe, I fainted as soon as she pressed on my abdomen, she told my mother, “This girl has appendicitis", my mother did not want to believe her; however, she took me back to the doctor, since I did not regain consciousness. In addition, my right leg stopped working a few days before, I could not walk and my parents had to carry me all the time.
On the way to the hospital, I regained consciousness, when we arrived, we went into the emergency room, which was full, on that occasion we went to a hospital in my city that is especially for children.
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While we were waiting for our turn, I looked my mother straight in the eyes, then I shook back and forth, with a trembling voice I told her "I can't take it anymore", and I fainted again, to the point that my mother thought I was dying. To be honest, she was not very wrong, seeing that her daughter was dying in her arms, Yamilet, my mother, began to scream in desperation, something that made a man take notice of her, it turned out to be the head of pediatrics at the hospital.
This doctor managed to stabilize me, analyzing my case he considered it prudent to do an ultrasound, by that time I was twenty days sick, and I had seen fifteen different doctors, none of whom thought to perform the echo.
After the study was performed, it was confirmed what my grandmother had said, I had appendicitis, and not only that, due to the long period of gestation, it had detonated inside me, turning into peritonitis, a disease capable of stealing the life of an adult.
Had it not been for this doctor, I would have died in my mother's arms. That angel sent by God, or the universe, whoever you want to believe in, began to prepare for the surgery; however, when my parents went to the box office to pay for the surgical procedure, the receptionist informed them that Dr. "Escorihuela", the same one who managed to get to the root of my case, was on vacation and could not enter the operating rooms. Even though the doctor was there, and even argued with the hospital director, he was not allowed to enter the operating room.
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However, this doctor did have a love for his profession, so he called a colleague who works at the central hospital in Maracay so that I could be transferred to that medical center, and I could receive my operation. The colleague accepted, starting to prepare everything for my admission.
They put me in the ambulance, with my mother by my side, dying of fear, even in that state I kept telling her that everything would be fine, that I would get out of this alive, I was ready to fight, I was not ready to leave this world.
On the way to the ambulance, I fainted several times due to the pain, the paramedics thought I would not make it there alive, but they underestimated me, I managed to get into surgery.
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An operation that was considered very simple, which even tends to last thirty to forty minutes, turned into an intricate two-and-a-half-hour procedure.
The cause of the latter was that because the appendix had infected some of my vital organs, they had to clean them, in addition to doing a curettage on my right kidney, because it was perforated when the appendix burst.
Finally, I managed to get out of the operating room in one piece, after that came hard days of recovery, I even had to receive psychological help, because I was afraid to eat, I never ate more than one or two bites. My family would bring me delicious dishes, such as pizza, lasagna, grandma's soup, hamburgers, and a thousand other things, because that was what I asked for, however, when I started to eat, I would remember that I was going to vomit and I would stop eating.
It wasn't until the doctors helped me understand that whatever was hurting me was gone that I started eating and was discharged from the hospital.
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I know, you may think this story is not real, but it is, as I said I lived it. Even for the doctors, it was a mystery, to begin with, no one could explain how I endured so much with this inside me, nor how I survived the surgery, nor how I recovered, it just happened.
My case was so strange that the hospital asked my mother for permission to donate my appendix to the central university of Venezuela, especially the medical school, to teach the new students. I hope my experience has helped other doctors to save other patients' lives.
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Many of the things told in this story are lived memories that I have in my head, they have not gone anywhere, so I guess it was a trauma, however, they do not hurt me, I have learned to be proud of my scars, to stand up and move forward, since I was very little, I have been a warrior, I intend to remain so.
I guess we all have a period on earth and mine wasn't supposed to end at three years old. If you liked this story, this vent, let me know if you would like to continue reading about each of these surgeries I went through.
Thanks for reading, share this with your followers!
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