[ESP] Vínculo inmortal: las misivas de Helen


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Vínculo inmortal

las misivas de Helen

El café recién servido, en mi taza de Harry Potter en forma de caldero, siempre llena la habitación y me acoge en un agradable saludo al nuevo día. Me siento en mi escritorio, con un trozo de pan en la mano. Y de pronto lo hago, muerdo la tapa del bolígrafo, un hábito que he desarrollado desde la adolescencia. Al hacerlo, ocurre la magia, las palabras comienzan a fluir en mi mente, esperando a ser tecleadas en la página en blanco que tengo delante.

Me llamo Zoe y hoy quiero compartir una historia que late en mi corazón desde hace tiempo. No es un escrito común, ni mucho menos tópico. Es la clave de mis comienzos como escritora, una historia de descubrimiento, de esos momentos en los que la vida te sorprende con giros inesperados y te obliga a replantearte todo lo que creías saber.

Empezó una mañana así, con el sol apenas asomando por la ventana y el café humeante en ese momento servido en una taza vieja y corriente. Mi mano agarraba con fuerza un bolígrafo, estaba inmersa en la ansiedad y la depresión, sin la menor idea de cómo aclarar los pensamientos que me rompían la cabeza, cuando un sonido peculiar llamó mi atención. Era un susurro, casi imperceptible, que parecía provenir de algún rincón olvidado de la casa. Dejé caer el bolígrafo y me levanté, siguiendo el sonido con curiosidad.

Mis pasos me condujeron al desván, un lugar que rara vez visitaba. Al abrir la puerta, una ráfaga de aire frío me recibió, y allí, entre el polvo y las cajas viejas, encontré un pequeño cofre de madera. Lo abrí con cuidado, y dentro descubrí una colección de cartas antiguas, atadas con una cinta descolorida. Cada carta estaba escrita con letra elegante y, al leer la primera, supe que había encontrado algo muy especial.



Las cartas contaban la historia de una mujer llamada Helen, que vivió en esta misma casa hace más de un siglo. Sus palabras estaban llenas de pasión y anhelo, y describían un amor prohibido que desafiaba las normas de su época. A medida que leía, me sentía más y más conectada con ella, como si sus emociones traspasaran las barreras del tiempo y resonaran en mi propio corazón.

Decidí investigar más sobre Helen y su misterioso amante. Pasé semanas enteras en la biblioteca local buscando en archivos y registros antiguos. Lo que descubrí fue, a la vez asombroso e inquietante, una historia de valentía y sacrificio, de dos seres completamente diferentes que infringieron las leyes humanas y del inframundo. Que lucharon por estar juntos a pesar de las adversidades. Sus cartas eran un testimonio de su amor eterno, un amor que había perdurado a lo largo de los años, que revelaba la lujuria que sentían una mujer y un vampiro y que ahora, de alguna manera, había llegado a mí.



Inspirada por su historia, empecé a escribir mi propio libro, y decenas de relatos entrelazando mi vida con la de Helen. Cada palabra que escribía era un tributo a su memoria, una forma de mantener vivo su legado. Sentí que, al contar su historia, también descubría partes de mí misma que desconocía. Era como si Helen me hubiera dado las claves para entender mi propio corazón.

El proceso de escritura se convirtió en una especie de ritual, un desahogo. Cada mañana, con un café recién hecho y un bolígrafo en la mano, me sumerjo en el mundo de Helen. Sus cartas me guían y sus emociones se convierten en las mías. A través de sus palabras, aprendo sobre el poder del amor, la importancia de ser valiente y la belleza de perseguir nuestros sueños, sin importar las dificultades.

Ahora, al terminar de escribir estas líneas, siento una profunda gratitud hacia Helen. Su historia me ha transformado, me ha curado, y espero que, al compartirla, pueda llegar también al corazón de mis lectores. Porque al final, todos buscamos lo mismo: conexión, amor y un sentido de propósito en nuestras vidas.




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