[ESP] Visitantes


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Visitantes

«¿Qué aventuras nos esperan hoy?», murmuraba Gabriela para sí misma, mientras se balanceaba en el ruidoso columpio y el viento jugaba con su pelo castaño. Vivía en una pintoresca casa en la linde del bosque, un lugar mágico donde cada rincón escondía un secreto por descubrir. Con solo diez años, su desbordante imaginación la llevaba a mundos lejanos y fantásticos. De repente, un destello entre los árboles llamó su atención, deteniendo su vaivén y llenando su mente de preguntas y curiosidad.


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El sol empezaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Gabriela se balanceaba suavemente y sus pies descalzos rozaban el suelo, removiendo una y otra vez el montón de hojas secas. De pronto, un resplandor de luz azulada apareció entre los árboles. Intrigada, se detuvo y fijó los ojos en el lugar de donde procedía el destello.

Caminó lentamente hasta el borde del patio, donde la hierba alta se mezclaba con las primeras sombras del bosque. Entre los arbustos, se percató de una esfera flotante, del tamaño de una pelota de tenis, que emitía una intensa luz azul. La esfera se movía lentamente, como si estuviera explorando el lugar.

Gabriela se acercó un poco más, sus pasos apenas hacían ruido en la hierba. Sin embargo, la esfera pareció darse cuenta de su presencia y se detuvo, flotando a la altura de sus ojos. La niña extendió la mano y la esfera, como si hubiera comprendido su gesto, se acercó. Al tocarla, la niña sintió una cálida vibración que le subía por el brazo.



De repente, la esfera empezó a emitir una serie de sonidos suaves, como un murmullo. Gabriela no entendía lo que decía, pero sentía que la esfera intentaba comunicarse con ella. Miró a su alrededor, buscando alguna señal de que no estaba sola. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su patio había cambiado.

Las flores del jardín parecían más brillantes, los colores más intensos. Los árboles se mecían suavemente, aunque no había viento. Y en el aire ondeaban pequeñas partículas luminosas, como diminutas luciérnagas. Gabriela se sintió como en un sueño.

Entonces la esfera empezó a moverse de nuevo, esta vez hacia el núcleo del patio. Gabriela la siguió, fascinada. Cuando llegó al centro, el objeto se detuvo y emitió un destello más fuerte. En ese instante, el suelo comenzó a vibrar ligeramente y una figura emergió de la tierra.

Era una criatura pequeña, de no más de medio metro de altura, vestida con ropas extrañas, su piel estaba cubierta de pelo, y tenía unos ojos grandes y brillantes. La criatura miró a Gabriela y pareció sonreír, mostrando una hilera de dientes pequeños y afilados. A pesar de su extraño aspecto, la niña no sintió miedo. Había algo en la mirada de aquel extraño ser que le transmitía paz.



Luego, la criatura hizo un movimiento y la esfera se posó sobre ella. Luego, con un gesto suave, señaló hacia el bosque. Gabriela comprendió que quería mostrarle algo. Así que la niña saltó el muro y, juntas, caminaron hacia los árboles, donde apenas llegaba la luz del sol. Mientras caminaban, Gabriela se dio cuenta de que el bosque también había cambiado. Los árboles parecían más altos y viejos, y el suelo estaba cubierto por una alfombra de suave musgo. De repente, llegaron a un claro donde había un círculo de piedras antiguas. En el centro del círculo, había una estructura que parecía un portal.

La cosa se detuvo justo delante de aquella majestuosidad y miró a Gabriela. La niña comprendió que estaba a punto de presenciar algo extraordinario. Entonces, la criatura levantó los brazos y la esfera empezó a girar rápidamente, emitiendo una luz cada vez más intensa. El portal se activó, revelando un paisaje desconocido al otro lado.

Gabriela miró a la criatura, que asintió, invitándola a cruzar. La niña dio un paso adelante, sintiendo una mezcla de excitación y curiosidad. Al atravesar el portal, se encontró en un mundo completamente distinto al que conocía. Se dio la vuelta antes de que el portal se cerrara para despedirse de su hogar y una sonrisa de alegría se dibujó en su rostro.

Ese día, Gabriela desapareció para siempre de este mundo. A pesar de la ardua búsqueda por parte de sus padres y las autoridades, nunca se encontró ningún rastro o pista de su paradero. Aunque la noticia de la desaparición de la niña llegó a todos los rincones del planeta.

Cruzar ese pasadizo mágico fue un rechazo a la monótona vida en la tierra. Gabriela se aventuró a descubrir un mundo nuevo, lleno de misterios y aventuras, donde los humanos no están invitados. Gracias a los visitantes que habían acudido a su patio, ella parecía ser la excepción.


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