En la Calle de los Suspiros, donde las mechurros siempre lloraban gotas de humo, vivía un hombre llamado Elías. Su casa, una rancha vieja con ventanas que miraban al pasado, era un reflejo de su alma. Elías era un coleccionista de tristezas, las guardaba en cajas de madera, cada una con un nudo diferente: "Desamor", "Pérdida", "Soledad".
Todos los días salía a caminar por el pueblo, luego se adentraba en su choza, un laberinto de sombras donde el tiempo parecía haberse detenido. El polvo danzaba en rayos de luna que se filtraban por las grietas, iluminando las cajas de tristeza como ataúdes diminutos. Estas se habían formado a lo largo de una vida marcada por pérdidas que decía él eran irreparables. Las lágrimas por la noche que era oscura, la angustia por el sol que no danzaba, la ansiedad por el camino que no se terminaba, todo se había acumulado en esa pequeña choza, creando una atmósfera densa y opresiva.
Un día, mientras ordenaba sus cajas de tristeza, se encontró con una pequeña nota amarilla con el título "Tu laberinto". Era una carta de amor que había escrito a su esposa cuando eran jóvenes. Al leerla, sintió un dolor agudo, pero también una extraña sensación de paz. A partir de ese momento, Elías comenzó a experimentar sucesos extraños. Las cajas de tristeza cobraban vida por las noches, susurrando historias de dolor y desolación. Los objetos cobraban conciencia, gritando palabras incomprensibles. Lejos de asustarse, Elías se sentía intrigado, porque al mirar por las ventanas o intentar salir de la casa se descubrió en un laberinto.
Cada vez que descubría una salida, se encontraba con un espejo que se extendía hasta el infinito, multiplicando sus pesadillas. En cada reflejo, un Elías distinto sufría una agonía inimaginable. La luz del cielo, ahora un ojo sangrante, iluminaba su rostro pálido, proyectando el terror que lo consumía.
Cansado de correr, se detuvo y al mirar el cielo, vio una nube amorfa que se dirigía hacia él. Se levantó desesperado, pero era tarde, fue engullido lentamente por una luz fuerte y brillante.
On Calle de los Suspiros, where the mechurros always cried drops of smoke, lived a man named Elías. His house, an old ranch with windows that looked into the past, was a reflection of his soul. Elías was a collector of sadness, he kept them in wooden boxes, each one with a different knot: “Disamor”, “Loss”, “Loneliness”.
Every day he would go for a walk in the village, then he would go into his hut, a labyrinth of shadows where time seemed to have stopped. Dust danced in moonbeams that filtered through the cracks, illuminating the boxes of sadness like tiny coffins. These had been formed over a lifetime marked by losses that he said were irreparable. Tears for the night that was dark, anguish for the sun that did not dance, anxiety for the road that would not end, all had accumulated in that little shack, creating a dense and oppressive atmosphere.
One day, while sorting through her boxes of sadness, she came across a small yellow note with the title “Your labyrinth”. It was a love letter he had written to his wife when they were young. As he read it, he felt a sharp pain, but also a strange sense of peace. From that moment on, Elias began to experience strange occurrences. Boxes of sadness would come alive at night, whispering stories of pain and desolation. Objects came to consciousness, shouting incomprehensible words. Far from being frightened, Elias was intrigued, because when he looked out of the windows or tried to leave the house he discovered himself in a labyrinth.
Each time he discovered an exit, he found a mirror that stretched to infinity, multiplying his nightmares. In each reflection, a different Elijah suffered unimaginable agony. The light from the sky, now a bleeding eye, illuminated his pale face, projecting the terror that consumed him.
Tired of running, he stopped and looking up at the sky, saw an amorphous cloud heading towards him. He got up in desperation, but it was too late, he was slowly engulfed by a strong and bright light.
CRÉDITOS
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Traductor Deepl
Guao, un relato intenso, muy bien redactado, mantiene elinterés del lector y es totalmente impredecible. Disfrtuté realmente su lectura. Muchas gracias por compartir. Bendiciones. Éxito.
¡Gracias! Honrado por su comentario y feliz de lograrlo para su disfrute.