El estallido resonó en la plaza inmaculada, un crujido seco que perforó la burbuja de eficiencia silenciosa, seguido por el desplome inerte de un cuerpo.
QM-25 detuvo su marcha por un nanosegundo, sus procesos mentales optimizados para la indiferencia. ¿Otro desconectado? Sus ojos, lentes perfectos incrustados en su estructura facial, escanearon el cuerpo: masa corporal, trayectoria de caída, probabilidad de intervención de las autoridades. Nula.
Los transeúntes, muchos con el brillo sutil de sus interfaces Singulares, desviaron la mirada con una eficiencia casi programada. Pérdida mínima en la ecuación de la evolución, calculó RT-58, cruzando la plaza con su andar biomecánico fluido. Pero algo lo detuvo.
El cuerpo yacía en un charco de líquido oscuro. Sangre. Algo raro, algo antiguo. A su lado, un libro de papel, sus páginas amarillentas abiertas como alas rotas. RT-58 sintió una punzada fugaz en sus redes neuronales. Curiosidad.
En Neo-Singularis, la humanidad se había dividido. Los Singulares, como QM-25 y RT-58, seres fusionados con la IA, donde el dolor era un error de código y la felicidad, un algoritmo ajustable. La Generalidad, como José, que usaba la tecnología sin perderse en ella, viviendo en un equilibrio precario. Los Antiguos, como María, que rechazaban todo implante, aferrándose a la fragilidad de lo orgánico.
María era una rareza. Mientras los Singulares flotaban sobre las aceras con movimientos perfectos, ella caminaba con el ritmo imperfecto de quien siente cada paso. Sus manos, marcadas por pequeñas cicatrices, acariciaban libros de papel en parques olvidados.
—¿Por qué te aferras a lo obsoleto? —preguntó RT-58 una tarde, su voz modulada, sin emoción.
María levantó la vista, sus ojos marrones llenos de algo que RT-58 no podía definir.
—Porque en lo imperfecto está la vida —respondió—. Ustedes han eliminado el dolor, pero también la alegría verdadera.
RT-58 no entendió. Hasta el día....
Todos iban de un lado a otro, cuando de pronto las luces de la ciudad comenzaron a parpadear, los carteles se apagaban y se encendía. Un fallo masivo en la red sumió a Neo-Singularis en el caos. Los Singulares se convirtieron en marionetas rotas: extremidades bloqueadas, voces distorsionadas, implantes fallando. ¡Error! ¡Error!
QM-25 cayó de rodillas, su mente inundada de datos corruptos. ¿Esto es… miedo?
RT-58, privado de su visión aumentada, tropezó en la oscuridad. Por primera vez, sintió vulnerabilidad.
Fue María quien lo encontró.
—No veo —balbuceó RT-58, su voz quebrada, casi humana.
Ella tomó su mano fría.
—Sígueme.
Y en ese contacto, RT-58 experimentó algo nuevo: calor.
Mientras la ciudad ardía en el caos digital, los Normales y la Generalidad ayudaban a los Singulares. José compartió su vieja linterna. La anciana del cuarto piso les ofreció té, preparado con manos temblorosas pero seguras.
—¿Cómo pueden funcionar sin la red? —preguntó QM-25, desconcertado.
—Porque nunca dependimos de ella —respondió María.
RT-58 miró el libro que había recogido del cuerpo en la plaza. Las páginas hablaban de amor, de pérdida, de esperanza. Palabras que no necesitaban actualizaciones.
Cuando la red se restableció, los Singulares tuvieron una elección: reconectarse… o no.
RT-58 sorprendió a todos. Desactivó sus implantes principales, dejando solo lo esencial.
—Prefiero sentir —dijo, mirando a María—. Aunque duela.
QM-25 lo observó, y por primera vez, dudó.
Mientras tanto, en las sombras, alguien más observaba. El cuerpo en la plaza no había sido un suicida.
Había sido un asesinato.
Y el libro que sostenía… era un mensaje... **continua.. continuará
The bang echoed across the immaculate plaza, a dry crack that punctured the bubble of silent efficiency, followed by the inert slump of a body.
QM-25 stopped its march for a nanosecond, its mental processes optimized for indifference. Another disconnected one? His eyes, perfect lenses embedded in his facial structure, scanned the body: body mass, fall trajectory, probability of intervention by authorities. Nil.
Passersby, many with the subtle glow of their Singular interfaces, averted their gaze with almost programmed efficiency. Minimal loss in the evolution equation, RT-58 calculated, crossing the square with his fluid biomechanical gait. But something stopped him.
The body lay in a pool of dark liquid. Blood. Something rare, something ancient. Beside him, a paper book, its yellowed pages open like broken wings. RT-58 felt a fleeting pang in his neural networks. Curiosity.
In Neo-Singularis, humanity had been divided. The Singulars, like QM-25 and RT-58, beings fused with AI, where pain was a coding error and happiness, an adjustable algorithm. The Generality, like Joseph, who used technology without getting lost in it, living in a precarious balance. The Ancients, like Mary, who rejected all implants, clinging to the fragility of the organic.
Maria was a rarity. While the Singulars floated over the sidewalks with perfect movements, she walked with the imperfect rhythm of one who feels each step. Her hands, marked by small scars, caressed paper books in forgotten parks.
—Why do you cling to the obsolete? — asked RT-58 one afternoon, his voice modulated, emotionless.
Maria looked up, her brown eyes full of something RT-58 could not define.
— Because in the imperfect is life," she replied. You have eliminated pain, but also true joy.
RT-58 did not understand. Until the day....
Everyone was going back and forth, when suddenly the lights in the city began to flicker, signs flickered off and on. A massive network failure plunged Neo-Singularis into chaos. The Singularis became broken puppets: limbs locked, voices distorted, implants failing. Error! Error!
QM-25 fell to his knees, his mind flooded with corrupted data. Is this... fear?
RT-58, deprived of his enhanced vision, stumbled in the darkness. For the first time, he felt vulnerability.
It was Maria who found him.
— I don't see," RT-58 stammered, his voice cracked, almost human.
She took his cold hand.
— Follow me.
And in that contact, RT-58 experienced something new: warmth.
As the city burned in digital chaos, the Normals and the General were helping the Singulars. Jose shared his old flashlight. The old woman on the fourth floor offered them tea, prepared with trembling but confident hands.
— How can they function without the network? — QM-25 asked, puzzled.
— Because we never depended on it," Maria replied.
RT-58 looked at the book he had picked up from the body in the square. The pages spoke of love, of loss, of hope. Words that needed no updating.
When the network was restored, the Singulars had a choice: reconnect...or not.
RT-58 surprised everyone. He deactivated his main implants, leaving only the essentials.
— I'd rather feel," he said, looking at Maria. Even if it hurts.
QM-25 watched him, and for the first time, he hesitated.
Meanwhile, in the shadows, someone else watched. The body in the square had not been a suicide.
It had been a murder.
And the book he was holding... it was a message... to be continued.. to be continued
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