En la negrura de aquel día aciago, un alma se desprendió del mundo de los vivos, un cuerpo inerte, su espíritu había emprendido el viaje hacia lo desconocido. La luna, como un ojo pálido y frío, observaba desde lo alto el drama que se desarrollaba, su luz fantasmal iluminaba la escena, revelando la fragilidad de la existencia. Las estrellas, lágrimas congeladas, parpadeaban con tristeza ante la tragedia, su brillo tenue apenas visible en la oscuridad, como si el universo entero se lamentara por estas pérdidas. La tierra, cobijante de aciertos y desaciertos, continuaba su marcha inexorable, susurrante de experiencias, solo era una espectadora más, indiferente a la tragedia.
Un hombre consumido por la desesperación, halló refugio en la oscuridad de su propia morada, donde un lazo se convirtió en el último abrazo de una vida atormentada. La soga, serpiente sombría, se deslizó por su cuello, ahogando sus lamentos y liberando, según él, su alma de las cadenas del sufrimiento. Su nombre no se logró encontrar en el libro de la vida. Solamente se dijo que era alto, piel blanca, con pelo afro y cara redonda, de quien se supo que tuvo dos pasiones, el enojo y el estar enojado, las cuales lo consumieron por dentro, como un fuego fatuo que lo llevó a la oscuridad. Estar enojado era su forma de ser, tanto que paseaba entre nubes y su voz gruesa, trueno atemorizante, alejaba a todo aquel que lo miraba, causando lluvias y borrascas.
Despertó de su muerte como si emergiera de un sueño profundo, la satisfacción tatuada en cada uno de sus movimientos. Con la frente en alto, avanzó por un sendero de colinas y fuego, un reino donde el pasado y el futuro se fundían en un presente eterno. Anhelaba compartir su victoria, pero la soledad del logro lo abrumaba. La eternidad, como un océano infinito, se extendía ante él, llenando el vacío que la serpiente había intentado ahogar. Y entonces, la música, que había sido suprimida por un tiempo, regresó con una intensidad abrumadora, una melodía que lo envolvía en un torbellino de emociones, atormentándolo con su belleza y su dolor.
Así, llegó su segundo deceso. Entre vapores de angustia y el hedor de la desesperación, encontró su final. Su alma, ya desahuciada, deambulaba entre los fantasmas de su mente, buscando un respiro a la sed que lo atormentaba hasta el delirio. La ira, su fiel compañera, lo arrastraba hacia un destino funesto.
Siglos de silencio lo habían consumido, un vacío donde el tiempo se había detenido y la existencia se reducía a un eco fantasmal. No había asidero, ni un hilo de esperanza al que aferrarse. Cuando sus ojos se abrieron, la oscuridad era un manto aún más denso, una noche perpetua que aprisionaba su alma. El dolor, sombra implacable, se cernía sobre él con mayor intensidad, y la frustración, como un torbellino furioso, amenazaba con engullirlo por completo.
La bilis se hizo verbo, y su boca vomitó una tormenta de palabras oscuras, un torrente de improperios que ennegreció el ambiente. El aire se cargó de la ponzoña de sus maldiciones, pero su alma permaneció en la sombra, prisionera de una melancolía impenetrable.
Avanzó, ajeno al mundo exterior, mientras sus dos pasiones crecían en intensidad, dominando cada uno de sus pensamientos. La oscuridad se extendía como una mancha de tinta en su alma, tiñéndola de melancolía y desesperación.
Era un viaje sin retorno hacia un abismo de sombras y su nombre no se logró encontrar en el libro de la vida. Solamente se dijo que era alto, piel blanca, con pelo afro y cara redonda, de quien se supo que tuvo dos pasiones, la desesperación y el estar desesperado, las cuales lo consumieron por dentro, como un fuego fatuo que lo llevó a la oscuridad.
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A journey of no return
In the blackness of that fateful day, a soul was detached from the world of the living, an inert body, its spirit had embarked on a journey into the unknown. The moon, like a pale and cold eye, watched from above the unfolding drama, its ghostly light illuminating the scene, revealing the fragility of existence. The stars, frozen tears, blinked sadly at the tragedy, their dim glow barely visible in the darkness, as if the entire universe was mourning these losses. The earth, sheltering of successes and failures, continued its inexorable march, whispering of experiences, just another spectator, indifferent to the tragedy.
A man consumed by despair found refuge in the darkness of his own dwelling, where a noose became the last embrace of a tormented life. The noose, a shadowy serpent, slithered around his neck, drowning his cries and freeing, he believed, his soul from the chains of suffering. His name could not be found in the book of life. It was only said that he was tall, white-skinned, with afro hair and a round face, of whom it was known that he had two passions, anger and being angry, which consumed him inside, like a fatuous fire that led him to darkness. Being angry was his way of being, so much so that he walked among clouds and his thick voice, frightening thunder, drove away anyone who looked at him, causing rains and squalls.
He awoke from his death as if emerging from a deep sleep, satisfaction tattooed on his every movement. With his head held high, he advanced along a path of hills and fire, a realm where past and future merged into an eternal present. He longed to share his victory, but the loneliness of achievement overwhelmed him. Eternity, like an infinite ocean, stretched out before him, filling the emptiness that the serpent had tried to drown. And then, the music, which had been suppressed for a time, returned with an overwhelming intensity, a melody that enveloped him in a whirlwind of emotions, tormenting him with its beauty and its pain.
Thus came his second death. Amid vapors of anguish and the stench of despair, he met his end. His soul, already hopeless, wandered among the ghosts of his mind, seeking respite from the thirst that tormented him to the point of delirium. Anger, his faithful companion, was dragging him towards a fateful destiny.
Centuries of silence had consumed him, a void where time had stopped and existence was reduced to a ghostly echo. There was no handhold, no thread of hope to cling to. When her eyes opened, the darkness was an even denser blanket, a perpetual night that imprisoned her soul. Pain, an implacable shadow, loomed over him with greater intensity, and frustration, like a furious whirlwind, threatened to engulf him completely.
Bile became verb, and his mouth vomited a storm of dark words, a torrent of expletives that blackened the atmosphere. The air was charged with the venom of his curses, but his soul remained in the shadows, imprisoned by an impenetrable melancholy.
He moved forward, oblivious to the outside world, while his two passions grew in intensity, dominating his every thought. The darkness spread like an ink stain across his soul, staining it with melancholy and despair.
It was a journey of no return into an abyss of shadows and his name could not be found in the book of life. It was only said that he was tall, white-skinned, with afro hair and a round face, of whom it was known that he had two passions, despair and desperation, which consumed him from within, like a fatuous fire that led him to darkness.
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