Relato: El gran panorama

Nota de la autora: El siguiente relato transcurre durante los eventos del capítulo 20 de Una terrícola en Titán.


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"¿Estás seguro de lo que estás diciendo?", cuestionó el general Adelbarae Borg con seriedad mientras se volvía hacia su interlocutor, Ik'r Zorg, capitán de la guardia imperial.

"Me lo acaban de confirmar hace unos minutos, Adelbarae. Todos perecieron", respondió el hombre. "La nave explotó".

Borg desvió la mirada. No podía concebir que alguien se atreviera a atacar a la familia Von Getz, poderosos aliados del heredero al trono imperial saturnino. No en las meras narices del príncipe en persona, no sin consecuencia.

Peor aún, sabiendo que uno de los miembros de dicha familia era la mejor amiga de su esposa, por quien la duquesa de G, matriarca de los Von Getz, sentía un profundo aprecio.

Niloctetes Borg, el padre del general, observó a su hijo con detenimiento. Era notable que su hijo sopesaba si debía comunicarle a Güzelay, su esposa, aquella fatal noticia o mantenerlo en secreto. En su opinión, ocultárselo sería un error que no se podían permitir; el patriarca de la familia Borg reconocía que la muchacha era hábil en la creación de alianzas, pues con la fallecida familia Von Getz tuvo un acercamiento que pudo haberle asegurado a los Borg una alianza necesaria en caso de una potencial guerra civil entre los príncipes Haeghar y D'leh. A ello se debía añadir que la muchacha estaba consciente de las prácticas que se realizaban dentro de las familias militares con respecto a las mujeres que no lograban quedar embarazadas.

Si fuera una mujer cualquiera, no le importaría dejarla atrás, pero Güzelay no era una mujer cualquiera. Debajo de esa aparente timidez y solitud se encontraba una mujer perceptiva, siempre analizando cada paso que daba, siempre en guardia, consciente de que la situación sería catastrófica para todos si se da un paso en falso.

Ella era lo que la familia necesitaba para sobrevivir en los tiempos venideros, en el preciso momento en que el emperador Ergane VI de Saturno falleciera. Una joven con el carácter discreto de una matriarca, alguien que no se dejaba cegar por las pasiones bajas como Adelbarae, o que se dejara llevar por la vanidad como Ralna, su hija menor.

"¿Quiénes más lo saben?", cuestionó tras un rato de reflexión.

"Todos, desafortunadamente", respondió Zorg con honestidad.

"¿Por qué consideras desafortunado que todos lo sepan. Zorg? ¿Hay algo que no se ha dicho?"

"No es eso, general Borg. Lo digo por la esposa de Adelbarae".

El aludido se volvió hacia Zorg. "¿Ella ya...?"

"A estas alturas del partido lo ha de saber, Adelbarae", interrumpió Niloctetes. "Y puede que hasta sospeche quién estuvo detrás del atentado".

"Con todo respeto, general Borg, no fue un atentado", terció Zorg.

"Capitán Zorg, no soy un estúpido. Es evidente quién ordenó eliminar a toda una familia entera para proteger al nuevo Gran Consejero".

"Padre, ¿cómo puedes decir eso de Ecclesía?", le cuestionó Borg, horrorizado ante la sugerencia de su padre.

Nilotctetes bufó por lo bajo y espetó: "Más bien deberías preguntarte cómo puedes ser un idiota al no darte cuenta del gran panorama de la situación, Adelbarae".

Borg se quedó callado mientras que el viejo general, mirando a ambos hombres, se retiró a los aposentos que compartía con su esposa Ennio, con la mente llena de dudas y temores por el futuro.