Relatos relacionados
Un encuentro tenso
Recuerdos de confrontaciones amargas
Súbitas realizaciones
Janos y Marcus
Fuente de la imagen: Pexels
"¿En verdad vas a renunciar?", escuchó que le preguntara Elezer Padernekis, con una mezcla de curiosidad y desdén.
Janos Caracalla, quien estaba empacando sus pertenencias, se volvió hacia el hombre de cabellera oscura y ojos violeta con gélida indiferencia. "¿Por qué no debería? Allá afuera hay más de lo que uno puede aspirar en los interiores de este nido de serpientes", respondió, sarcástico, mientras cerraba su saco. "Velo por el lado amable, compañero: por fin podrás escalar en la guardia imperial. Solo te pido que, si eres tan honorable como dicen, vigiles a tu hermana. Últimamente han corrido rumores demasiado desagradables sobre su envolvimiento en matrimonios ajenos".
Elezer frunció el ceño mientras Janos, con una sonrisa burlesca, añadió: "¿Te ofendí? Lo siento... La verdad duele más que la mentira".
"Ten cuidado con tus palabras, Caracalla. Estás hablando de una mujer honorable".
Janos rio a carcajadas y exclamó: "¡Una mujer honorable!, ¡qué buen chiste! Todos aquí sabemos que tu hermana usa sus... encantos para obtener favores por parte de quienes consideraba útiles y manipulables. Ahí tienes al general Vetala, por ejemplo; el idiota llegó a endeudarse para complacerla. Su última deuda le costó la vida de su propia esposa. O quizás no fue eso, ahora que lo pienso. Quizás tu hermana le metió la idea en la cabeza de que debía eliminarla para que pudieran continuar con sus amoríos furtivos. Ni él ni tu hermanita linda podían soportar a una mujer terrícola defendiéndose frente a su comportamiento abusivo; dejaba en evidencia su vulgaridad y su idiotez".
Elezer le fulminó con la mirada. Sabía que Janos tenía razón, y que negárselo era simplemente autoengañarse. Helena solía tratar con desprecio a las esposas de los militares y los funcionarios imperiales, así como a las mujeres del harén, enfocándose de manera especial en las terrícolas. Las consideraba aburridas, inferiores e insignificantes, llegando a humillarlas delante de toda la corte.
Juliana no temía en responderle en cada oportunidad que se le presentaba; su indiferencia, su humor pesado y su sarcasmo eran tales que Helena siempre era quien terminaba por marcharse enojada y quejarse con Marcus. Éste tampoco podía con el carácter de Juliana, quien le recordaba lo patético que era por desvivirse por una mujer vulgar con un temple tan tranquilo que Marcus terminaba por amenazarle con vengarse.
"Tienes razón", dijo Elezer tras un momento de reflexión. "Había olvidado que la terrícola no fue una mujer que se dejara. Pero eso no quita con que sí era muy aburrida; todo el día con la nariz inmersa en un libro o pasearse en los jardines".
"Quizás, pero al menos se mantenía ocupada en algo productivo y beneficioso para el imperio, como visitar a los huérfanos, financiar a artistas, escritores e intelectuales, o participar en debates políticos. Le daba una buena imagen a la corte por ese lado; hasta ganó gran popularidad entre el pueblo. Tu hermana no pudo llegar a eso porque está más ocupada en abrir la boca y exigirle joyas a sus amantes".
Dicho eso, Janos tomó sus cosas y se marchó de lo que fue hasta ese momento su despacho, dejando a Elezer a solas, reflexionando sobre sus últimas palabras.