No todas las historias de Navidad tienen un trasfondo de felicidad, algunas están sujetas a la magia e ilusión mal gestionada o ese afán concreto de encajar en lo que otros llaman "la época más comercial del año".
Hace poco, Hugh caminaba con su hijo pensando en esa premisa. Navidad distaba de ser su época preferida, pues entre festividades absurdas y lo comercial de la idea de la familia en Nochebuena lo sumergían en deudas y desilusiones.
Su hijo parecía muy feliz de caminar con su padre a su lado, pero la realidad es que Hugh sonreía mientras pensaba cuánto le costaría el dichoso paseo. En el fondo, vio una puesta en escena, sin mediar palabras sintió el tirón inmediato de su hijo y con mirada suplicante lo instó a acercarse.
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La multitud se congregaba aún más, pues ¿a quién no le gusta una historia decembrina? Esas llenas de falsedad y una cuota importante de lo infantil que es creer en Santa.
Conforme la puesta en escena comenzó, todo el mundo parecía emocionado. Hugh solo suspiraba de desesperación, no le gustaban las multitudes. Conforme fue avanzando la historia, uno de los actores comenzó a decirle a su "supuesto hijo" que si no se portaba bien el temible Grinch se llevaría sus regalos.
Hugh resopló de lo absurdo y a su lado, un compañero de trabajo llamado Eric no paraba de reírse. De la nada, el extraño cuento navideño se convirtió en una sátira a las festividades.
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Niños con regalos robados e incluso chistes desde el sarcasmo inundaban el ambiente. Los padres comenzaban a alejar a sus niños, pero él se quedaba plantado en el sitio, le parecía fascinante. Era hora de que su hijo viera la realidad.
La obra terminó y su hijo, con lágrimas en los ojos, quería ir a casa. Le pareció extraño, pero accedió. Pensó que seguro era su manera infantil de reaccionar a la realidad, pero ya luego lo olvidaría.
Los días pasaron y el hijo de Hugh, sin duda, cambió. Conforme fue creciendo, cada Navidad parecía significar menos para él. Su madre afirmaba que nunca fue el mismo desde ese día y para su padre resultaba bastante convincente que él haya decidido tener una "actitud más madura".
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Y así, los años pasaron, y Hugh miró cómo su hijo se convertía en un cúmulo de ansiedad. Su salud mental se deterioraba con el tiempo, y nadie parecía entender el origen de tal afección.
Hasta que un día, mientras miraba al parque, se encontró con Eric. En su semblante solo se detonaba lo efímero de la tristeza, aquel amigo risueño no existía.
Le contó que esa tarde de Navidad su hijo había cambiado y, con el tiempo, tuvo ataques de pánico. Creía que portarse bien y obedecer era lo único que existía, y el deterioro de su salud mental le robó la plenitud de vivir.
Ese día, Hugh entendió el alcance de un día de Navidad, cuando una obra incidió en su hijo. Clamó al cielo piedad y, por absurdo que parezca, la obtuvo.
Ese día despertó nuevamente años atrás y, a modo de corrección, comenzó a enfocar su energía en la alegría de su hijo. No era una persona expresiva, así que no cambió por completo, pero sí entendió de manera correcta lo que para su hijo significaba.
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Esta historia para RisingStar está inspirada en un video que circuló en redes sociales donde unos padres violentaron la salud mental de sus hijos con un acto cruel, que aunque era un "chiste", no me parecía correcto.
Los niños son la luz de las fechas. Su ilusión debe mantenerse intacta. Fomentemos su inocencia en todo momento y alimentemos su salud mental desde pequeños.
ENGLISH
Not all Christmas stories have an undercurrent of happiness, some are subject to mismanaged magic and illusion or that particular eagerness to fit into what others call “the most commercial time of the year.”
Recently, Hugh was walking with his son thinking about that premise. Christmas was far from his favorite time of year, as between absurd festivities and the commerciality of the idea of family on Christmas Eve, he was mired in debt and disappointment.
His son seemed very happy to walk with his father by his side, but the reality was that Hugh was smiling as he thought about how much the joyride would cost him. In the background, he saw a mise-en-scène, without a word he felt his son's immediate tug and with a pleading look urged him closer.
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The crowd was gathering even more, for who doesn't like a Christmas story? Those full of falsehood and a significant share of the childishness of believing in Santa.
As the staging began, everyone seemed excited. Hugh just sighed in despair, he didn't like crowds. As the story progressed, one of the actors began to tell his “supposed son” that if he didn't behave himself the dreaded Grinch would take his presents.
Hugh snorted at the absurdity and next to him, a co-worker named Eric couldn't stop laughing. Out of nowhere, the bizarre Christmas tale became a satire on the holidays.
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Children with stolen gifts and even sarcastic jokes flooded the air. Parents began to push their children away, but he stayed put, he found it fascinating. It was time for his son to see reality.
The play ended and his son, with tears in his eyes, wanted to go home. It seemed strange to him, but he agreed. He thought for sure it was his childish way of reacting to reality, but he would forget about it later.
The days passed and Hugh's son certainly changed. As he grew older, each Christmas seemed to mean less to him. His mother claimed he had never been the same since that day, and his father found it quite convincing that he had decided to have a “more mature attitude”.
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And so the years passed, and Hugh watched his son become a bundle of anxiety. His mental health deteriorated over time, and no one seemed to understand the source of the condition.
Until one day, while looking around the park, he came across Eric. In his countenance only the ephemeral sadness was detonated, that laughing friend did not exist.
He told her that that Christmas afternoon his son had changed and, in time, had panic attacks. He believed that behaving and obeying was all there was, and his deteriorating mental health robbed him of the fullness of life.
That day, Hugh understood the scope of a Christmas Day, when a play impinged on his son. He cried out to heaven for mercy and, absurd as it may seem, he got it.
That day he woke up again years earlier and, by way of correction, began to focus his energy on his son's joy. He wasn't an expressive person, so he didn't change completely, but he did understand in the right way what it meant to his son.
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This story for RisingStar is inspired by a video that circulated on social networks where some parents violated their children's mental health with a cruel act, which although it was a “joke”, did not seem right to me.
Children are the light of the dates. Their illusion must be kept intact. Let's foster their innocence at all times and nurture their mental health from a young age.
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La traducción se realizó con DeepL.
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Photographs of my property taken with Infinix Note 40.
Translation done with DeepL.
Me gustó mucho tu historia y también vi ese video. Lástima que en la realidad, el daño no pueda ser enmendado como en la ficción. Saludos y feliz navidad, amiga.
Muchas gracias 🫂 yo no pude evitar indignarme uno de los niños se aferraba a su mamá llorando de terror y el otro intentaba golpear al cómplice del chiste.
El mundo está al revés y no le haría daño a mi hijo de esa manera, la salud mental es un juego y son niños por Dios.
Felíz navidad