Sabatini is, for the architecture of Madrid, what Manolete is for the historical bullfighting world: a masterful figure, whose legacy survives over the years, increasing, even more, if possible, his already deserved popularity. Leaving aside the famous Puerta de Alcalá -the refrain of the song by Víctor Manuel and Ana Belén, which says that 'look at her, look at her, look at her, she's watching time go by', foreign visitors take good note, humming it while dozens of selfies are taken - among whose notoriety stands out the fact that it has two different covers, because the Italian architect did not know for sure which of the two designed projects had been approved by King Carlos III, it is the Royal Palace and by defect, the annexed gardens, which bear his name, the most frequented place and therefore an essential visit for all who come to Madrid.
It is also true that Sabatini was not the only architect who intervened in this superb palatine construction, but since he was the last to do so, generally and despite the supposed ghosts that for some time kept the superstitious workers in check, paralyzing the works, he is given all the credit. And that, however, despite being located in front of another of the great artistic landmarks, to the sound of whose bells, one can well say that Madrid is well worth a mass: the Almudena Cathedral.
Sabatini es, para la arquitectura de Madrid, lo que Manolete para el mundo histórico taurino: una figura magistral, cuyo legado sobrevive al paso de los años, acrecentando, aún más, si cabe, su ya de sí merecida popularidad. Dejando a un lado la famosa Puerta de Alcalá -el estribillo de la canción de Víctor Manuel y Ana Belén, que dice aquello de ‘mírala, mírala, mírala, ahí está viendo pasar el tiempo’, toman buena nota los visitantes extranjeros, tarareándolo mientras se sacan docenas de selfies- entre cuyas notoriedades, resalta la de tener dos portadas diferentes, porque el arquitecto italiano no sabía a ciencia cierta, cuál de los dos proyectos diseñados había sido el aprobado por el rey Carlos III, es el Palacio Real y por defecto, los jardines anexos, que llevan su nombre, el lugar más frecuentado y por lo tanto, de visita imprescindible para todos los que llegan a Madrid.
Cierto es, también, que Sabatini no fue el único arquitecto que intervino en esta soberbia construcción palatina, pero como fue el último que lo hizo, generalmente y a pesar de los supuestos fantasmas que durante algún tiempo mantuvieron en jaque a los supersticiosos trabajadores, paralizando las obras, se le atribuye todo el mérito. Y eso, no obstante, a pesar de estar situado frente a otro de los grandes hitos artísticos, al sonido de cuyas campanas, bien se puede decir aquello de que Madrid bien vale una misa: la catedral de la Almudena.
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