I have always felt a special devotion to the figure of that undisputed master of human psychology, who was Charles Dickens. The misery, hypocrisy, perfidy and disenchantment, with or without a happy ending, like A Christmas Carol or Oliver Twist, which always appear in his works, continue to be valid in today's societies. It is enough to take a simple daily walk to verify it: like this beggar, who sleeps his misery on a bench, a few meters from the Royal Palace of Madrid, 'invisible' to passers-by, in whose apparent happiness there seems to be no room for the memory of that deadly Wheel of Fortune, which apart from being one of the Major Arcana of the famous Tarot deck, also appeared, with all its potential symbolic force, in the rose windows of numerous medieval churches and cathedrals, indicating with infallible precision that the beggars of today can be the princes of tomorrow and vice versa. Carpe Diem.
Siempre he sentido una especial devoción por la figura de aquel indiscutible maestro de la psicología humana, que fue Charles Dickens. La miseria, la hipocresía, la perfidia y el desencanto, con o sin final feliz, tipo Cuento de Navidad u Oliver Twist, que siempre aparecen en sus obras, continúan estando vigentes en las sociedades actuales. Basta darse un simple paseo diario para comprobarlo: como este mendigo, que duerme su miseria encima de un banco, a escasos metros del Palacio Real de Madrid, ‘invisible’ para unos viandantes, en cuya aparente felicidad no parece haber sitio para el recuerdo de esa mortífera Rueda de la Fortuna, que aparte de ser uno de los Arcanos Mayores de la famosa baraja del Tarot, figuró también, con toda su potencial fuerza simbólica, en los rosetones de numerosas iglesias y catedrales medievales, indicándonos con infalible precisión, que los mendigos de hoy pueden ser los príncipes del mañana y viceversa. Carpe Diem.
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Gracias por poner tus ojos y el objetivo de tu cámara sobre los que habitan los márgenes de la sociedad. Cualquiera podemos ocupar su lugar por un mal golpe de la vida, y sin embargo se nos olvida tan pronto como subimos un minúsculo peldaño en el escalafón.
Creo que todos deberíamos estar un poco más pendientes de esas grandes lecciones que nos da la vida. En mi caso particular, los altibajos han sido una constante, de manera que puedo llegar a pensar que la Rueda de la Fortuna, después de todo, no es tan frívola como parece y hace su trabajo sin resentimientos, cosa que por desgracia, no se aplica a la gran mayoría de las personas. Pero eso es otra historia. Lo importante, por regla general, siempre lo tenemos frente a nuestras narices aunque el problema siga siendo nuestra miopía. Muchas gracias por tu comentario.