It would not be a paradise if, in addition to its natural beauty, it did not also have its arcane and ancient mysteries, many of which cause vertigo when we dare to try to glimpse a time that, although later than those first hominids who, due to external influence, as Arthur C. Clarke suggested in his famous novel '2001, a Space Odyssey', discovered, in the hardened calcium of the bones of animal skeletons, the power of the first tools and by default, also that of the first weapons of Humanity.
The mountainous areas of Asturias, such as the Council of Teverga, are rich in preserving traces of that antediluvian History, which was barely beginning to flicker, where, even before the human voice was outlined, symbols, writings and epigrams made the rocks the carbon paper where the men of those primitive cultures traced their anguish and thoughts, undoubtedly overwhelmed by a superb Nature, in which they were nothing more than an insignificant insect.
In those bare mountains, adjacent to a place in the Council of Teverga called Fresnedo, a barely known culture learned, at the dawn of time, to imitate goats and perhaps, to chase them along those intricate cliffs while leaving a record of their passage, without ever losing sight of those peaks, truly seductive for the storm clouds, whose battery of thunder and lightning surely also awakened in their primitive conscience, the impression of a supernatural power, which gave rise to the installation of the first notions of the Gods on earth.
No sería un paraíso, si además de su belleza natural no tuviera también sus arcanos y ancestrales misterios, muchos de los cuales, provocan vértigo cuando tenemos la osadía de intentar atisbar unos tiempos, que, aunque posteriores a aquellos primeros homínidos que, por influencia externa, según nos sugirió Arthur C. Clarke en su famosa novela ‘2001, una odisea del espacio’, descubrieron, en el calcio endurecido de los huesos de los esqueletos animales, el poder de las primeras herramientas y por defecto, también el de las primeras armas de la Humanidad.
Las zonas montañosas de Asturias, como el Concejo de Teverga, son pródigas en conservar rastros de esa antediluviana Historia, que apenas comenzaba a parpadear, donde, aun no perfilada la voz humana, símbolos, grafías y epigramas hacían de las rocas el papel carbón donde los hombres de aquellas primitivas culturas calcaron sus angustias y pensamientos, sin duda alguna, abrumados por una soberbia Naturaleza, en la que no era más que un insignificante insecto.
En esos montes descarnados, aledaños a un lugar del Concejo de Teverga llamado Fresnedo, una cultura apenas conocida aprendió, en el alba de los tiempos, a imitar a las cabras y tal vez, a perseguirlas también por esos intrincados riscos mientras iba dejando constancia de su paso, sin perder nunca de vista esas cimas, verdaderamente seductoras para las nubes de tormenta, cuya batería de truenos y de relámpagos, seguramente despertara, además, en su primitiva conciencia, la impresión de un poder sobrenatural, que diera origen a la instalación de las primeras nociones de los Dioses sobre la tierra.
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