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Ana aprendió en la escuela sobre la importancia de ser responsable y ayudar en casa. Llena de entusiasmo, decidió poner en práctica lo que aprendió. Después del almuerzo, Ana se ofreció a lavar la vajilla, sorprendiendo a su mamá con su determinación.
Con delantal y esponja en mano, Ana se dedicó a la tarea con seriedad y concentración. Aunque las burbujas y el agua salpicaban un poco, Ana no se detuvo hasta que cada plato y utensilio brillaban con limpieza. Su mamá, al ver el esfuerzo de Ana, sonrió y la elogió por su responsabilidad.
Ana, orgullosa de su logro, comprendió que ayudar en casa no solo hacía felices a sus padres, sino que también le daba una sensación de satisfacción y crecimiento personal. Esa tarde, compartieron un postre delicioso y Ana se sintió feliz de haber contribuido al bienestar de su hogar.
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