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Un día en la escuela, Ana conoció a un niño llamado Juan, quien llegó a clase en una silla de ruedas. Intrigada por su historia, Ana se acercó a él y entablaron una conversación que cambiaría su perspectiva para siempre.
Juan compartió con Ana su historia de lucha y superación, explicándole cómo un accidente lo había dejado en silla de ruedas, pero también cómo había encontrado fuerzas y consuelo en su fe en Dios. Con una sonrisa serena, Juan le mostró a Ana que a pesar de sus dificultades, su fe lo había ayudado a encontrar alegría y propósito en cada día.
A medida que Ana escuchaba atentamente las palabras de Juan, comenzó a comprender la importancia de la fe y la esperanza en la vida de las personas. A través de la historia de Juan, Ana descubrió lo maravilloso que es Dios y cómo su amor puede brindar consuelo y fortaleza en los momentos más difíciles.
Al final del día, Ana se despidió de Juan con una sensación de gratitud y admiración en su corazón. La historia de Juan la había tocado profundamente y había sembrado en ella una semilla de fe y compasión que florecería en los días venideros.
