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En una noche estrellada, Ana cerró los ojos y se sumergió en un mundo de sueños. En ese mundo mágico, Ana no era solo una niña, ¡era una valiente superheroína lista para salvar el día!
Con un traje reluciente y una capa ondeante, Ana volaba por los cielos en búsqueda de niños que necesitaban ayuda. Su misión era clara: llevar alegría y esperanza a aquellos que lo necesitaban.
En su sueño, Ana visitaba escuelas, hospitales y lugares lejanos donde compartía sonrisas, regalaba abrazos y hacía que los corazones de los niños brillaran como estrellas. Cada gesto de amabilidad de Ana se convertía en un poderoso acto de bondad.
A medida que ayudaba a otros, Ana descubría que no necesitaba superpoderes extraordinarios para ser una superheroína. Su compasión, amor y deseo de hacer el bien eran sus verdaderos superpoderes.
Al despertar, Ana llevó consigo el recuerdo de su emocionante aventura como superheroína. Ese sueño inspirador la motivó a buscar formas de hacer del mundo un lugar mejor, recordándole que, incluso siendo pequeña, tenía el poder de marcar una gran diferencia.