|NOVENA NOCHE| ALEPH

in Ladies of Hive7 days ago (edited)

-Naile, vamos pues mamita, que sí te la sabéis...
-A-BE-CE-DE-E…

Ahí, justo antes de la F, recuerdo que comenzaba a transpirar o hiperventilar porque se acercaba la letra del abecedario que confundía con otra letra: la G

Miraba a mi hermana con terror y la boca me temblaba de ansiedad, titubeaba y luego en un impulso inocente de creer que la tenía, decía finalmente…

-¡JOTA!, exclamaba triunfante.

-Noooooooo! ¡GEEEEEEE! ¿Cómo es posible que no te acordéis? ¡Volvamos a empezar! ¡Dale pues!, me exigía.

Ahí yo arrancaba segura, porque supuestamente ya había despejado la duda.

-A-BE-CE-DE-E-EFE-….GE…-HACHE…

Cuando llegaba a la “i” ya me daba cuenta que mi seguridad era una estafa, ya no recordaba cuál había dicho antes si la G o la J, entonces cerraba los ojos y la soltaba:

-Geee…
-NOOOOOO!! ¡JOTAAAA!

Bueno, esa era yo con aproximadamente 3 o 4 años de edad mientras mi hermana de 13 o 14 años me enseñaba a leer.

Casi 30 años después. Me encuentro en un nuevo dilema, multiplicado por 5:

En el alfabeto persa hay varios grupos de letras con patrones comunes que suenan totalmente distinto. En el caso de mi temida G, hay CINCO (CHE, GE, GHE, HE,) que aparentan ser iguales pero se escriben diferente y suenan de forma similar, pero realmente es absolutamente distinto su sonido. Y además se vuelven a modificar si están ubicadas al inicio, en el medio o al final de una palabra.

Alguna vez no tuve que ir a sala de cinco años en kinder y pasé directamente a primer grado gracias a que mi hermana se esforzó por enseñarme a leer, aunque eso incluía Gritos y seguramente unos cuantos reGlazos. Pero Gracias a eso todos me felicitaban. OrGullosos y OrGullosas. Aunque yo no lo aspiraba ni lo buscaba.

Desde entonces hasta acá parecía prueba superada, pero hoy todo se vuelve a repetir con un grado de dificultad importante: me enseñan en Grupo. Todos somos adultos. Dos de Pakistán, cinco de Siria, uno de Tailandia, otro de Indonesia, dos de Afganistán y yo, de Venezuela. Los más nuevos de la universidad.

Cada uno tiene su dificultad: La mayoría maneja el mismo alfabeto, pero no conocen palabras persas o las pronuncian diferente, entonces pueden leer, pero no saber qué significa lo que leen, y en mi caso tengo un poco de léxico, entiendo muchas frases, pero no manejo el mismo alfabeto, ni la cultura, y salvo "camion", "telefón" o "cafetería", aquí las cosas se llaman de forma muy diferente. Según me comentan, debieron haberme puesto a estudiar con los de África que tampoco manejan el mismo alfabeto, pero ya estamos montados en el burro y hay que arrearlo.

Maryann terminó siendo mi primera profesora presencial de persa (farsi). Una joven de 25 años que habla farsi como lengua madre, y también turco, urdu, español e inglés.

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Vemos clase cinco horas, seis días por semana de forma presencial y vía online cuando se atraviesa un feriado muy importante, como ocurre en estos días de Nowruz, el fin de año en Irán. Ya mañana me toca retomar y desaparecer del mapa virtual.

Nos pasa a la pizarra con su característica tierna y pícara rigurosidad. Como esa hermana que te lanza a la piscina sin más. Y ahí estoy, toda grande, titubeando mientras me dice una palabra al azar y debo escribir según el sonido que puedo identificar:

¡Jeili!, dice Maryam.

Y pienso: “eso suena como G”, pero sé que no es J ni G, no es tan simple. Nunca lo es.

Es "Kheili". Que no es la G que suena como ge en Jorge; ni la G que suena como cuando vamos a empañar el cristal de los lentes para limpiarlos; sino la G que suena como cuando vas a escupir.

Luego de todo ese recorrido mental (que debe ser muy rápido) está la otra parte: escribir de derecha a izquierda en la pizarra acrílica algo que no tiene que ver en mi mente con una G, ni con una E, recordar que la L aquí va para el otro lado, y la i es más parecida a una S dibujada por un médico borracho: خیلی

Si les parece engorroso este cuento, lo hago con toda intencionalidad. Así se siente y lo es.

Pero también está lo que sientes cuando entiendes❤️. Cuando lees y respondes automáticamente sin tanto dudar. Cuando sabes que aún no sabes nada, que lo que te sobra es constancia y ganas, pero te ves escribiendo de derecha a izquierda en persa y luego de izquierda a derecha en español, simultáneamente, con la mayor normalidad.

Y escuchas a Maryam decir:

“Affarin, Naile! (Excelente). 🥲

Lo difícil es sustituido inmediatamente por un click que no sentía ese cerebro que se aburre tanto con el inglés, porque aquí no solo aprende a nombrar las cosas de otra manera, sino que descubre otras maneras de ver y llamar al mundo y debe acceder a ellas con la lengua.

Otras frutas, otros sonidos, otros sabores, otros climas, otras fiestas, cosas que hasta ahora en mi imaginario solo intuía que existían, y que quiero saber cómo se llaman porque me gustan o para también poder decir que no me gustan, por ejemplo, Kebab, y las que me gustan, pero no debemos consumir, ma salam (por ejemplo en persa): leche (schir) o queso (panir).

Antes de venir a lo que vine a este país, los pocos que sabían que venía se dividían entre quienes me apoyaban y por otro lado, cualquiera que, en medio de mis trámites cuestionaba por qué quería aprender persa y no me iba por el árabe o el inglés que son “ idiomas más comerciales”.

Primero, precisamente por eso.
Nunca he aspirado a lo que todo el mundo tiene o hace.
A veces es positivo, y otras veces, no resulta tan bueno, pero salga como salga, así es.

Segundo, porque lo que mi alma quiere escuchar, saborear, oler, aprender a usar, sentir, conocer y entender desde adentro no habla ni se lee ni se siente sólo en árabe o inglés.

Dicen que tengo entre seis y siete meses para aprender de forma intensiva a hablar, leer y escribir el idioma persa. Es toda una experiencia en sí misma, pero realmente es una alcabala antes de pasar al siguiente nivel, lo que vine a hacer.

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De momento, saludo, me despido, puedo responder hablando o escribiendo cómo me llamo, de dónde vengo y qué soy, que en este momento a ojos de mis compañeros de clase no es otra cosa que una estudiante venezolana. Si, de nuevo estudiante. De nuevo una bebé leyendo los anuncios de los establecimientos comerciales y las señalizaciones con un intenso fetiche por aprender.

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La parte más difícil es la que trastoca el ego. Es estar tan acostumbrada a resolver. A que mi verbo me haga independiente, y en este momento, ando como la sirenita sin voz, y solo puedo esperar, absorber, aprender y en medio de todo eso..depender.

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La parte positiva es que en mi caso no firmé el contrato y quedé sin habla por amor. Mas bien metí mi voz en una especie de autolavado y espero que al final del recorrido salga más brillante, pulida, nutrida, algo exótica, pero más balanceada, quizás también un poco menos acelerada, más pausada, espero que mejor, mucho mejor.

Hasta ahora, escribo con fluidez, entiendo parte de lo que dicen sin Google translate, ya raspé mi primer dictado, pero tengo buena pronunciación, o así parece, mientras no sean palabras que contengan G y además la S que no suena como ESE, ni como ZETA, sino como XE.