Un saludo, ya ha pasado una semana de aquel difícil día en el oriente de Cuba, estoy un poco más calmado, pero aún tengo esa sensación de estrés. Podría decir que comencé ese día normal como otro cualquiera, pero no lo fue. Aquel domingo del 10 de noviembre de 2024 estaba convocado como trabajador a recoger café en una finca de un campesino. Este tipo de actividad, aunque frecuente en la vida de los masoenses, interrumpió mi día de descanso. Me levanté a las 4:00 am para hacer el café y preparar el desayuno.
A las 5:00 am salí para el punto de recogida hasta que comenzamos el viaje al cafetal, en una zona de difícil acceso para el transporte. Llegamos hasta donde el camión pudo y luego caminamos unos 4 km hasta el cafetal. Hasta ahí todo iba como de costumbre.
A las 10:50 am sentimos un zumbido fuerte y todo temblaba. Los árboles se movían de lado a lado. Escuchaba cómo mis compañeros decían: “¡Un temblor, un temblor!”. Aunque duró en el tiempo unos segundos, tenía la sensación de que estaba detenido el tiempo. A esa distancia de la casa y sin saber lo que pasaba, comenzó la preocupación. Aún estábamos sin saber la intensidad. Estaba claro que había hecho daño porque se sintió muy fuerte.
De casualidad, en la zona donde nos encontrábamos había cobertura móvil. En la montaña existen muchas zonas donde no la hay, pero las llamadas se cortaban o no se hacían y lo intentaba de nuevo. Mi primera llamada fue a mi esposa, quien había dejado en la casa sola. Ya cuando hablamos, estaba nerviosa y me dijo que se habían caído los adornos, pero que no había daños mayores. También intenté conectar con mi hermana y mi mamá por los teléfonos de los vecinos. Solo hablé con mi hermana, pero no me fue posible con mi mamá, aunque supe que también estaba bien.
Una hora después llegó el segundo sismo o réplica, que sentí mayor que el primero. Igual, los árboles se movían fuerte y ese sonido aún lo tengo grabado en la cabeza. Había tantos árboles a mi alrededor que, si hubiera caído alguno, quizás no la cuento. Felizmente no fue así. Agilizamos el proceso y comenzamos a bajar para la casa del campesino que fuimos a apoyar. Nos estaba esperando con el almuerzo, pero casi ni almorcé. Todavía me latía el corazón igual que al resto. Solo había un tema de conversación y cada cual estaba repitiendo lo que hizo.
Mucha preocupación en aquel momento porque se decía que había muchas viviendas afectadas y daños en el hospital. En este último lugar hubo que sacar a los pacientes hacia un sitio con menor peligro. Se implementaron casas de campaña para proteger a todos. Esta semana fue muy compleja desde el punto de vista emocional y de recuperación de daños: más de 2 mil viviendas afectadas solo en Bartolomé Masó. En Pilón, un municipio cercano, las cifras fueron superiores.
¿Alguna vez tuviste esa triste experiencia? Cuéntame en los comentarios. Gracias por todo.
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Una experiencia que no es nada agradable, a lo largo de mi vida y que yo recuerde solo he pasado por ese momento en dos ocasiones, la primera era pequeño, y casi ni me di cuenta pues no fue tan fuerte, la segunda lo sentí ya siendo más grande, pero fué rápido y tampoco se sintió tan fuerte, sin embargo me imagino lo alarmante que debe ser estar en medio de esa situación cuando son así de esa magnitud como los de estos días atrás, Espero que todos los que sufrieron daños materiales o físicos se recuperen pronto. Saludos
Gracias por compartir su opinión, ya al menos se han visitado las viviendas afectadas para determinar el nivel de daños, que supera las 3 mil en el municipio. Bendiciones
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