¡Hola! Javier.
Intuyo que vimos la misma película (El fantasma en la concha) o tal vez no, pero tu reflexión se vuelve un llamado de atención. No me preocupa tanto la privacidad, que ya la perdimos hace mucho tiempo, como me preocupa la adicción a las pantallas.
Recuerdo haber sentido la ansiedad y otros síntomas de abstinencia cuando fallaba el Internet, ahora que disfruto de mejor conexión y he vuelto a usar celular, después de 17 años, he optado por no instalar todas las aplicaciones disponibles y, sin embargo, me llegan las notificaciones de todas clases acerca de infinidad de cosas.
En cuanto a abandonar las ciudades y vivir fuera del sistema, no es más que otra película que algunos pretenden vender desde idílicos paraísos autosustentables donde lo primero que tienen instalado es la conexión al Internet.
Solo espero que no estés considerando adoptar algún tipo de monacato de clausura.
Feliz día.
¡Hola, Félix!
No... no he visto esa película, pero haré el esfuerzo de encontrarla. Y sí, tienes razón, es un llamado de atención para el manejo de la privacidad en las redes. Claro, por allí se aduce, con relativa razón, de que nada teme, quien nada oculta. Pero... en un mundo de manipulación y control, ya no lo tengo tan seguro. Quizás, un convencimiento socrático sea el adecuado, so pena del riesgo implícito. ¡No sé! Ahora, en hacerme ermitaño, cerrándome al espíritu de la época con todo y sus amenazas de adicciones digitales. Aunque sea una buena solución, no me la he planteado, ni descarto. Serán las circunstancias las determinantes. Mientras tanto, mi amigo... sigamos gozando de la vida, tal como se nos plantea.
Saludos para todos ustedes. Que tengáis un bendito y excelente miércoles, lleno de cosas buenas.
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