1. “Amar al prójimo como a uno mismo” y el límite del amor desinteresado
La importancia de amar al prójimo como a uno mismo, pero también reconoce que no siempre es fácil hacerlo debido a los abusadores o “cabezas de «ñema»”. Esto lo lleva a establecer mecanismos de defensa para evitar ser explotado.
Es cierto que ayudar sin esperar nada a cambio puede ser noble, pero también es importante recordar que el amor hacia uno mismo debe ser prioritario. Si alguien se dedica a ayudar indiscriminadamente sin poner límites claros, corre el riesgo de convertirse en una herramienta para otros, lo cual no es sostenible emocional ni mentalmente. Amar al prójimo no significa permitir que otros crucen tus límites o te utilicen. Ser “pendejo”, como tú lo describes, tiene un límite: cuando esa bondad excesiva empieza a afectar tu bienestar personal, deja de ser virtuosa y se convierte en autodestructiva.
Además, la frase bíblica “amarás a tu prójimo como a ti mismo” implica un equilibrio entre dar y recibir. No puedes amar verdaderamente a los demás si no te valoras primero a ti mismo. El egoísmo saludable (ponerse en primer lugar) no es malo; es necesario para mantener relaciones sanas y funcionales.
2. La crítica a la caridad desinteresada
Cuentas cómo tu jefe en MAVESA te dijo que quienes hacen voluntariados o trabajan de forma desinteresada son “unos tontos que regalan sus conocimientos”. Aunque admites que esta lección te dio un “enfoque realista”, parece que todavía luchas con la idea de cobrar por su ayuda.
No hay nada de malo en monetizar tus habilidades o servicios. De hecho, el trabajo profesional merece reconocimiento económico porque refleja el valor que aportas. La caridad desinteresada está bien cuando se trata de actos pequeños o situaciones específicas, pero si alguien dedica su tiempo, energía y conocimientos a ayudar a otros sin recibir nada a cambio, eventualmente puede sentirse agotado o resentido.
La frase “primero yo, segundo yo y tercero yo” no es egoísmo puro; es autocompasión. Si no cuidas de ti mismo, no puedes cuidar de los demás. Además, cuando cobras por tu trabajo, estás enviando un mensaje claro: tu tiempo y tus habilidades tienen valor. Esto no solo beneficia al ayudante, sino también al receptor, quien aprenderá a apreciar lo que recibe y a asumir responsabilidad por sus propias necesidades. Recuerda: “lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta”.
3. La manipulación religiosa y el amor incondicional
Cita Levítico 19:18 (“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”) y expresa que este principio existe en casi todas las religiones. Sin embargo, también critica indirectamente la hipocresía de algunos creyentes que usan estas enseñanzas para justificar comportamientos egoístas o manipuladores.
Es cierto que las religiones han sido utilizadas históricamente como herramientas de control social. Muchas personas interpretan mal principios como el amor al prójimo, usando frases como “Dios proveerá” para justificar su falta de acción frente a problemas sociales o personales. Pero aquí surge otra pregunta: ¿por qué debemos depender exclusivamente de la religión para guiar nuestros actos?
El amor incondicional no debería ser una obligación impuesta por una deidad o una institución; más bien, debería surgir de un entendimiento racional de que todos somos interdependientes. Ayudar a los demás no es algo que hagamos porque “Dios lo manda”, sino porque vivimos en una sociedad donde colaborar, beneficia a todos. Sin embargo, eso no significa que debamos tolerar abusos o explotación bajo el pretexto de ser “buenas personas”.
4. El caso del Fiat Regata y los abusadores
El episodio del carro robado es un ejemplo claro de cómo intentar ayudar sin evaluar la situación puede tener consecuencias negativas. Usted, aprendió la lección y dejó de ayudar indiscriminadamente, y eso no está mal.
Este caso demuestra que la bondad ingenua puede ser peligrosa. Ayudar sin pensar críticamente puede hacernos cómplices involuntarios de acciones malintencionadas. Por eso, antes de ofrecer ayuda, es fundamental preguntarse: ¿quién realmente necesita mi apoyo? ¿Cuál es la intención detrás de esta solicitud? ¿Estoy contribuyendo a resolver un problema o simplemente alimentando un ciclo de dependencia?
Ser bueno no significa ser ingenuo. Una persona inteligente sabe cuándo decir “no” y entiende que no todo el mundo merece su tiempo o recursos. La empatía no debe confundirse con debilidad.
5. El hermano menor y la monetización del trabajo
El conflicto con su hermano menor sobre cobrar por llevar una cuenta de Instagram muestra cómo incluso dentro de la familia surgen dinámicas de abuso. El hermano menor argumenta que, como pariente cercano, debería recibir el servicio gratis.
Aquí entra en juego otro principio importante: nadie debe sentirse obligado a trabajar gratis, ni siquiera para familiares. Si usted, tiene habilidades valiosas (como manejar redes sociales), es justo que cobre por ellas. De hecho, cobrarle a su hermano podría ser una forma de enseñarle responsabilidad financiera y profesionalismo. Enseñarle a fondo, sería mejor.
El hecho de su hermano menor insista en recibir el servicio gratis revela una mentalidad de “derecho adquirido”, típica de quienes creen que pueden aprovecharse de la bondad ajena. En estos casos, decir “no” no es egoísmo; es establecer límites saludables. Permitir que otros te usen sin reciprocidad genera resentimiento y daña la relación a largo plazo.
Equilibrio entre bondad y autovaloración. El verdadero amor al prójimo comienza con el amor propio. Si no te pones límites claros, otros lo harán por ti, y eso puede llevarte a sentirte utilizado o frustrado. Al final, la clave está en encontrar un equilibrio: ayudar cuando sea posible, pero también saber decir “no” cuando sea necesario. “Todo tiene un límite”, y ese límite es lo que nos permite ser buenos sin perder nuestra dignidad ni nuestra paz mental.
Por lo que veo, te leíste el post y te doy las gracias por ello. Un comentario que pudo haber sido una publicación.
La frase que me mencionas “primero yo, segundo yo y tercero yo”, me llevó a mis días en que trabajaba en MAVESA. Esa frase nos la atornillaban los gerentes y remataban que después del tercero era que venía la familia. No me cale esa doctrina, nadie decide que debo sentir. Igual pasó cuando en un paseo que me di por los rincones mormones, ellos decían primero la iglesia y después la familia. La manipulación religiosa. También los mande para el carajo.
Es cierto, lo asimilado con todo esto del ayudar es que siempre, siempre hay que evaluar para optar por la mejor decisión.
Mi hermano, pues ese es el hermanito, jode, y por ello se le suelta la cuerda y después se le recoge, al final seguimos siendo socios.
Nadie pierde la dignidad. Nuevamente gracias por la visita.
Je, je, je, te pasaste @amigoponc, sé que te ganaste la insignia al mejor comentario, entonces con este tendrás otra asegurada. Comparta la idea que “todo tiene un límite” y debemos primero ponernos atención a nosotros primero antes que a los demás, porque si estamos apagados no podemos ser luz. Me encantó leer tanto la publicación como tu opinión. Un abrazo en la distancia.