Llegó la Navidad y con ella, podríamos decir que una gran cantidad de emociones, actividades y, claro, las compras. Parece que el ritmo de estas fechas nos arrastra hacia un escenario donde todo gira en torno a los regalos. Pero, ¿es realmente necesario? ¿No hemos perdido un poco el sentido de lo que estas fechas pueden significar?, y sé que todos disfrutan los reglaos, pero esto no debería convertirse en algo que nos genere estrés.
A veces nos encontramos atrapados en listas interminables, buscando ese objeto perfecto que creemos hará feliz a alguien más, cuando en realidad, lo que de verdad conecta no se envuelve en papel ni se coloca bajo un árbol. Lo digo porque en varias ocasiones me ha pasado: he recibido un regalo, lo he agradecido, pero después me doy cuenta de que lo que más recuerdo de ese día no es el objeto, sino la conversación que tuve con esa persona, la risa compartida o incluso el simple hecho de haber estado juntos.
Quiero aclarar algo, antes de seguir, me gustan los regalos, porque no quiero que suene como si estuviera en contra de los regalos, claro que no. Son lindos gestos, pero cuando se convierten en el centro de todo, a veces dejamos de lado lo realmente importante. Me pregunto si no sería mejor priorizar las experiencias, los momentos que de verdad quedan grabados en nuestra memoria para siempre.
Recuerdo una Navidad particularmente sencilla que pasé hace unos años. No hubo regalos elaborados ni cenas deslumbrantes. En vez de eso, nos sentamos un grupo de amistades a compartir anécdotas, a jugar un par de juegos de mesa, y terminamos la noche conversando, hablando de los buenos momentos y de las cosas que queremos lograr el ao próximo.
Y ¿saben qué? Esa Navidad es una de las que mejor recuerdo, porque lo que viví fue conexión, risas genuinas y un sentimiento de tranquilidad que aún me llena al recordarlo, nos acercó mucho más que si nos hubiésemos dado una lluvia de regalos, porque nos conectamos desde la humanidad.
Claro, puede que a algunos les cueste adaptarse a esta idea. Es entendible. Vivimos en una sociedad que nos impulsa a medir el cariño con el precio del regalo. Pero, si lo pensamos bien, ¿no es más valioso el tiempo que decidimos dedicarle a alguien? Ese tiempo que no se repite, que se queda en la memoria como un recuerdo cálido y especial.
Y claro, sé que puede sonar como algo idealista o incluso un poco fuera de lo común, pero les aseguro que vale la pena intentarlo. Cambiar el enfoque, aunque sea solo por un año, puede abrirnos los ojos a lo que realmente significa esta temporada. La Navidad no tiene que ser perfecta ni espectacular. Lo importante es que sea auténtica, que nos deje algo que dure más allá del fin de las fiestas.
Así que este año, en lugar de llenar el carrito de compras, ¿por qué no probamos llenar nuestra mente de momentos? Tal vez, solo tal vez, descubramos que esos recuerdos compartidos son el mejor regalo que podemos dar y recibir. Y si al final del día lo que queda es una sonrisa al pensar en lo vivido, creo que podemos decir que hemos tenido una Navidad realmente especial.
Por ahora, me voy despidiendo, porque debo irme preparando para salir a disfrutar de una buena reunión con unas amistades (venezolanas y colombianas) para hacer algo diferente. Que tengan unas bonitas navidades.
También pienso que los regalos son lindos, pero centrar la atención en ellos desvirtúa su esencia. Saludos.
Así es, pasarla bien con amigos, con la familia, es lo más importante, independientemente de que haya o no reglaos materiales, no debe centrarse la atención en eso. Agradecido por el comentario.