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Me siento a escribir para intentar expresar algo que no se que es. Una sensación grata, una cierta satisfacción con la vida, con el momento. Un sentimiento sereno y calmo, como la arena, como la brisa, como las olas suaves del mar al amanecer.
Mientras intento descifrar que siento, disfruto la sensación y miro a mi alrededor. Estoy en una pequeña biblioteca de la universidad en espera de mi siguiente clase, para la que aún falta una hora. Hoy está más llena de lo habitual, y por contradictorio que parezca, dado que tiendo a ser un solitario, me gusta.
Una compañera maestra acaba de entrar con una de sus hijas pequeñas, probablemente porque hoy no tuvo clases, o porque quien cuida de ella mientras ella trabaja, hoy no pudo hacerlo. Veo a algunos antiguos alumnos que sonríen al verme, y me saludan con la mano, tratando de no romper el silencio que se espera de un sitio como este, en que el ruido es un intruso poco deseado.
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Sin embargo el ruido siempre encuentra la manera de colarse, y entre susurros, dedos deslizándose por los tecleados de las computadoras, plumas bailando sobre el papel, y uno que otro suspiro, se configura en la forma de un ruido de fondo que le inyecta vida al lugar.
Pienso en todo y nada a la vez. Mi mente divaga y se deja llevar, como si fuera un barco de papel flotando en un estanque a merced del viento. Me gusta. No pensar. No tener que pensar, o hacerlo sobre cosas aparentemente intrascendentes. Me relaja, e irónicamente no pocas veces me lleva a pensar en cosas más serias, más "profundas".
Como ahora que estoy parado sobre esa frágil línea entre lo irrelevante y lo trascendente, tratando de capturar un momento que no tengo claro que es, pero registro de todos modos, o intento registrar. A final de cuentas la vida es, en su mayor parte, una secuencia de cosas intrascendentes, y esta es una de ellas… o no, no lo sé.
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Lo que si sé es que necesitaba escribir, fluir sin expectativas, surfear el momento, y aquí sigo, esperando a ver a donde me lleva esta ola. Lo que me recuerda que mis padres se irán a la playa este fin de semana, y que estaré solo por un par de días, así que el sutil bullicio de esta biblioteca será la última vez que estaré rodeado de extraños por un tiempo.
Dicen que somos seres sociales, y en momentos como este lo compruebo; porque por más que valoro mi soledad, mi intimidad, eventualmente me descubro disfrutando, como ahora, estar rodeado de gente, gente que respeta mi espacio porque no me conoce, y con quien no tengo que intimar más allá de un saludo y una sonrisa, a menos que desee lo contrario.
Tal vez esto que siento es el placer de la libertad. El estar conforme con lo que soy, con lo que vivo y con lo que tengo. Estar en paz. El no sentirme atado a nada, y tener la capacidad, y la oportunidad, de decidir desde lo más importante hasta lo más nimio de mi vida, algo que no todos pueden hacer.
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Soy afortunado. No sé si para los demás lo parezca. Seguramente muchos opinarían que no. Pero yo vivo en mis propios términos, y de acuerdo a mis propias reglas, unas que ellos no conocen, y de hacerlo probablemente no entenderían, y mucho menos practicarían, con todo lo prejuicioso de mi parte que eso suena.
Puede que este momento sea eso que llaman felicidad, un concepto tan idealizado que pareciera el santo grial, el objetivo último de la existencia. Yo no pienso así. Yo creo que la búsqueda de la felicidad es algo inútil. Para mi la felicidad no se busca, se descubre, e incluso te tropiezas con ella, se encuentra entre líneas en todo lo que vivimos.
Para mi la felicidad no es un estado perpetuo, sino instantes, momentos como este, en que todo parece estar en su sitio, en que todo está en equilibrio, en que uno esta en paz consigo mismo y con su entorno, en que uno se vuelve y/o siente parte del todo. Los religiosos dirían, y con todo derecho, que es cuando uno se siente parte de Dios.
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Y yo no soy religioso, y no creo en el concepto tradicional de Dios, pero entiendo el concepto, porque lo comparto, y aunque lo exprese de diferente manera nos referimos a lo mismo, pero desde diferentes constructos culturales y de creencias.
Si, tal vez esto que siento sea un momento de plenitud, de felicidad, y por eso mi incapacidad para expresarlo de manera correcta. Tal vez lo mejor sea dejar de intentarlo y simplemente disfrutarlo, algo en que los seres humanos nos hemos vuelto extremadamente malos con el tiempo.
Estamos tan cegados por nuestras expectativas que no vemos eso que tanto buscamos cuando lo tenemos sentado al lado, o pasa frente a nosotros. Y ser felices, disfrutar la vida, implica aguzar la mirada para que no se nos escape ninguno de esos instantes de felicidad con los que nos topamos todo el tiempo.
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Les invito a hacerlo, a entrenarse para ello, ya verán que como yo, de repente empezarán a descubrirlos, muchas veces incluso por casualidad, como hoy que sentado en una biblioteca de repente me he sentido parte del todo, o como dirían los religiosos… parte de Dios. Muchas gracias por leerme, y hasta la próxima.
©bonzopoe, 2024.
Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.
