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Repasando los temas de algunos de los podcasts que suelo ver y/o escuchar, el tema de la realización personal es uno de los más frecuentes. Hacer lo que te gusta o apasiona suele presentarse como una apuesta prácticamente segura para alcanzar la plenitud o la felicidad, y aunque en el papel suena bien, no estoy tan seguro de que lo sea tanto.
Yo disfruto lo que hago, soy un arquitecto que se dedica a la docencia, pero eso no hace que no me pesen muchas de las cosas que rodean esta actividad que elegí como mi principal fuente ingresos, y prácticamente como parte de mi identidad.
Creo que si bien hacer lo que nos gusta es clave, se necesita la presencia de otros factores para alcanzar la llamada plenitud que al parecer todos estamos buscando. Y digo al parecer, porque eso es lo que se ve en los medios, tanto tradicionales como alternativos, entre los que podemos considerar los podcasts que veo/escucho.
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Eso no quiere decir que antes no quisiéramos ser felices y alcanzar la plenitud personal, pero creo que no estábamos obsesionados con ello, como parece que lo estamos ahora. Creo que la felicidad estaba ahí, como lo esta ahora, pero no la veíamos como un estado permanente, perfecto, sino de una manera más realista.
Creo que la felicidad perenne y perpetua no existe, y perseguirla no tiene sentido. En lugar de esto creo que deberíamos buscar un equilibrio, entre lo bueno y malo de la vida, que de preferencia se incline más hacia lo bueno que hacia lo malo, pero sin desaparecer lo segundo, que también siempre ha estado ahí, y ahí seguirá, nos guste o no.
Lo malo es necesario en nuestra vida, ya que nos hace más fuertes, y nos permite valorar más lo bueno. La frase de "uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde" es prueba de ello. Los árboles que nunca se enfrentan al viento no son resistentes, y eso aplica también a las personas. Aquellas que nunca enfrentan dificultades, cuando estas se les presentan, no pueden con ellas.
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Este es uno de los grandes errores de los padres de las generaciones actuales. En un afán por proteger a sus hijos los aislaron de la realidad y no les permitieron aprender a manejar la frustración y la adversidad. Esa es una de las razones por las que se ofenden, o se sienten agredidos por casi cualquier cosa, a diferencia de las generaciones previas.
Pero volviendo a hacer lo que nos gusta como clave para la felicidad, una de las trampas de esta afirmación es creérsela demasiado, porque a veces cuando uno hace lo que gusta en demasía, o por obligación, esto puede dejar de gustarnos. Muchos Youtuberos puede dar fe de esto.
Muchos de ellos se hicieron populares casi sin querer, pero cuando volvieron su afición de hacer videos en su trabajo, muchos se desgastaron y acabaron odiándolo. De hecho se dio una tendencia hace poco, en que YouTubers se retiraban de la plataforma porque ya no disfrutaban lo que por tanto tiempo amaron. Si uno ve sus videos de despedida se parecen mucho, a veces demasiado.
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Creo que en la actualidad idealizamos demasiadas cosas, entre ellas la felicidad, y esperamos demasiado de ellas si alcanzamos a obtenerlas. Los suicidios de personas famosas que aparentemente lo tenían todo es una de las pruebas de ello. El dinero no compra la felicidad. Pero creo que nada, por si solo, tampoco compra la felicidad.
Yo prefiero ver la felicidad como un sabor que tienen las cosas de la vida, y si lo comparamos con la cocina, a veces las cosas más deliciosas son el resultado de la mezcla de muchos ingredientes combinados correctamente. Me gusta pensar en la felicidad como algo similar, como el resultado de múltiples variantes, algunas bajo nuestro control, y otras no.
Y así como no hay un único sabor delicioso, creo que la felicidad es igual. Como los sabores, hay felicidad muy dulce, o muy picante, como esos platillos de mi tierra (México) que hasta sudas al comerlos pero no puedes dejar. Hay cosas que son así, las sufrimos, pero las disfrutamos, nos hacen felices. Y en el medio hay muchas variantes y combinaciones, unas más intensas y unas más sutiles, pero todas válidas y valiosas.
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Creo que debemos relajarnos un poco con todo eso de la realización y la felicidad. Bajarle un poco a nuestras expectativas y ampliar nuestra visión de las cosas. A veces las pequeñas cosas son las más valiosas, y esas se nos presentan todo el tiempo, muchas veces sin que nos demos cuenta.
También hay que dejar de satanizar lo malo, las adversidades, los sinsabores de la vida, y verlos como lo que son (desde mi punto de vista), oportunidades para crecer y ser más fuertes. Es importante también entender que si bien en el fondo, todos somos iguales, en la forma, todos somos distintos, y nos hacen sentir plenos y felices, diferentes cosas.
En una de sus grabaciones en concierto, Facundo Cabral comentaba, entre canción y canción, que Dios le dio al cantante español Julio Iglesias, fama y dinero, porque sabía que era lo que necesitaba para ser feliz, y a el le había dado libertad (o algo así, lo recuerdo las palabras exactas) porque sabía que era lo único que necesitaba.
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La felicidad no es una receta (a pesar mis analogías con la cocina) ni una fórmula mágica. Es, y puede ser muchas cosas para diferente personas, así que dejemos de ponerle una forma definida y de estar tan obsesionados con ella.
No vaya a sucedernos que de tanto perseguirla, un día descubramos que la habíamos tenido todo el tiempo sin darnos cuenta, y digamos como muchos: "Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde". Muchas gracias por leerme y hasta la próxima.
©bonzopoe, 2025.
Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.