Muchos de nosotros, aunque sea una vez en la vida, hemos pasado por una crisis existencial en dónde no sabemos qué camino tomar, por lo que nuestro futuro se vuelve incierto. No tener metas para el futuro nos puede generar una sensación de angustia e incertidumbre, incluso el presente llega a ser confuso. Comenzamos a dudar sobre lo que estamos haciendo y nos preguntamos si eso valdrá la pena. Ya no estamos a gusto con lo que estamos haciendo y no hallamos un propósito en nuestra vida.
Aunque pasar por esta situación puede ocasionar depresión y ansiedad, nos renueva la mentalidad, ya nos hace buscar nuestro lugar en el mundo y nos hace pensar en la existencia y en la vida misma. A pesar de ser complicado lidiar con nosotros mismos, es necesario que pasemos por esto para conocernos mejor y descubrir que era lo que estábamos haciendo que no nos hacía felices y nos dejaba estancados.
Muchas veces hacemos las cosas por inercia, como si fuéramos unos zombis, solo caminamos sin ver hacia dónde vamos hasta que llega un punto en el que entramos en crisis y nos preguntamos ¿qué hago yo aquí?
Nos detenemos y nos cuestionamos muchas cosas como: ¿Soy feliz? ¿Esto me llevará a algún lado? ¿Qué hay más allá?
Yo he tenido algunas crisis existenciales, y una de ellas me llevo a cambiarme de carrera cuando estaba en mi segundo año de estudio, aunque ya estaba avanzando no me sentía feliz, solo sentía tristeza y un vacío que crecía cada día más. Sabía que eso no me estaba llevando a ningún lado, era como un círculo vicioso y el futuro se veía incierto, además, tenía que esforzarme más al momento de estudiar porque no me gustaba lo que estaba haciendo.
¿Cómo llegue tan lejos? Realmente no lo sé, pero algo de lo que si estaba segura es que no podía continuar así. Después de reflexionar, llorar un rato y pensar en el futuro, decidí guardar mi uniforme universitario y renunciar. Dejar la carrera no fue una decisión fácil, pero no me arrepiento de nada porque eso no era lo mío, y no puedo forzarme a hacer algo por obligación, ya que se trataba de mi futuro y mi felicidad.
Por más que quería el título, me estaba perdiendo a mí misma y no tenía una meta clara en la vida.
Las crisis existenciales pueden ser abrumadoras, sin embargo, necesitamos de esos momentos para pensar y reflexionar. Tal vez nos ponga triste, pero nos dejara ver la realidad en la que estamos viviendo y nos dará la oportunidad de decidir si queremos cambiar eso en lo que no estamos a gusto o nos hace infelices. Nunca es tarde para hacer las cosas diferentes, peor es quedarse encerados dando vueltas en círculos sin tener avances en la vida.
Solo nosotros podemos saber realmente que es lo que queremos, aunque nos cueste descubrirlo, allí está en lo más profundo de nuestra alma. Es angustioso no conseguirlo, pero solo tenemos que darnos tiempo y experimentar lo más que se pueda, ya que si no probamos, ¿cómo vamos a saber si nos gusta?
Aunque nos cueste salir de la crisis existencial, la tormenta no duran para siempre, y eso nos permitirá ver qué hay más allá.
¡Espero que les haya gustado este artículo! Bey, bey
@tipu curate 8
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