¿Depresión o una crisis de espiritualidad? (SPA-ENG)

in Holos&Lotus5 days ago (edited)

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La depresión es la pandemia silente y creciente de nuestra época. Una amenaza grave para la salud mental de las personas. Contagiosa, por simpatía o empatía, y en virtud de un mundo en tendencia a la deshumanización y a la mecanización que valora el éxito material, sin más propósito que la perpetuidad de los sistemas instaurados.

No en balde, el auge de la psicología y la psiquiatría, ahora aceptadas por la ciencia oficial para lidiar con los escollos tales como la depresión, entre otras patologías de la mente y que socaven el normal funcionamiento de la civilización. Quizás, esté exagerando el asunto. Los estudios de las organizaciones globales estiman un padecimiento alrededor de un 5 % en la población mundial: 1 de cada 20, habrá sufrido o sufre en la actualidad de este mal o condición. Más, ¿cuánta tristeza crónica y sentimientos de vacío y soledad, albergarán muchos en secreto y en solitario para no ser estigmatizados?

Grandes pensadores y artistas exitosos han padecido de depresión, tales como: Ludwig Beethoven, Vicent van Gogh, Max Weber, Frederic Nietzsche, Abraham Lincoln, Winston Churchill, J.K. Rowling, Jim Carrey, Demi Lovato, Lady Gaga, solo por nombrar algunos, que de seguro habrás reconocido. Me pregunto, ¿si Siddhartha Gautama, Confucio, Platón o Aristóteles también lucharon, en alguna etapa de sus vidas, con la depresión? Deduzco que sí. Tal vez en menor grado al estar más conectados con la naturaleza.

¿Cuántas personas depresivas conoces? Con probabilidad más de una, contraviniendo a las estadísticas. Por ejemplo, ¡cuántas personas sumidas en la tristeza por efecto de quedarse atrás en las migraciones modernas y forzadas! Llenas de desesperanza por la impotencia para cambiar las circunstancias adversas. Empero, no se engañen. Incluso, los pudientes, a quienes, en apariencia, no les falta nada material, sucumben a la falta de sentido de su propia existencia.

Déjenme contarles a grandes rasgos mis propias vicisitudes en la depresión. Antes, un inciso conceptual. La depresión es considerada un trastorno en el estado de ánimo de una persona, cuyos síntomas generales abarcan desde una profunda tristeza, apatía hacia las aficiones que solían ser placenteras, insomnio, pérdida del apetito, sentimientos de culpa o de inutilidad, falta de concentración, y pensamientos de muertes o suicidio. Síntomas persistentes, llegando a prolongarse por semanas, meses y hasta años. ¿Terrible, no? En lo crónico, pudiese catalogarse como un tipo de locura.

¿Quién conoce a un loco que haya logrado la cura definitiva? Quien padeció de depresión, llevará entre sus conocidos el estigma de la locura, y en su interior, el temor, por no decir, el pavor de recaer en ella.


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Fuente: Imagen de Pixabay


Quizás, yo sea uno de esos locos, creyendo estar cuerdo.

Recuerdo la extraña sensación o convicción de no encajar en mi entorno. Solo era un niño, cuando en mi interior cuestionaba la realidad en mi familia. Me sentía raro, un poco desadaptado para con la conducta, los valores y la cultura familiar. ¡No especuléis aún, ni adelantéis juicio alguno! La rutina era normal, sin abusos ni maltratos. Así, en una primera ojeada, tuve una infancia y una adolescencia felices, libre de traumas aparentes.

Luego, los estudios universitarios, y una profesión tal como lo deseaba. Una, respetada por la sociedad, hoy no tanto. ¡Eso sí!, con muchos sacrificios y fuertes demandas. Uno no llegaría a la riqueza material por los caminos rectos. No obstante, sí con una retribución medianamente suficiente para vivir con dignidad, si se obraba con prudencia en la administración de los gastos. Bueno, al menos así fue hasta la entrada del declive auspiciado por los malos gobiernos y las falsas de ilusiones, a manera de embrujos. Y cómo dice la canción del célebre y prolífico compositor español, Manuel Alejandro, en uno de sus estribillos: Todo se derrumbó... ¿Queréis que les confiese algo? Aún, en esa etapa de mi vida de aparente éxito profesional, mantuve la sensación y la convicción de estar carente de algo importante.

No fue hasta el 2012 cuando sufrí el primer episodio de ansiedad, uno sin motivos conscientes que impidió en una breve temporada la tranquilidad y cabeza fría características en mí. Ahora que lo pienso: ¿Tendría algo que ver con la profecía Maya? No lo sé. Imaginen, tener una enorme inquietud y la urgencia de salir a caminar sin propósito. Estar en un atasco en una autopista, y luchar en contra del deseo de bajarte del auto, a sabiendas del peligro. En aquel entonces lo asocié con un efecto secundario por haberme inoculado una vacuna en contra de la influencia en procura de inmunidad. De hecho, consulté a un amigo médico sobre esto, quien ratificó a la ligera mi cuasi hipótesis. Pronto, esa terrible sensación desapareció tal como había llegado, sin avisar, tal como si fuera una virosis estacional.

Dos años después, renuncié al trabajo al cual dediqué más de treinta años. Disconforme por el desfase entre el deber ser y el ser. Sabéis algo, sí, con una desazón similar al experimentado de niño y de adolescente: sentirme como un pez fuera del agua. La fuerza de la rutina en aras de un futuro asegurado, ayuda a soportarlo. Sumarles las distracciones, al mejor estilo de Mundo Feliz de Huxley.

Casi de inmediato entré a laborar en una gran corporación de alcance global, pensando que allí hallaría un lugar adecuado para desarrollar todo mi potencial. Al principio, en la emoción de la novedad, obvié lo obvio: todo cambió para que todo siguiera igual. Sí, en el fondo, nada fundamental había cambiado para mí. Pronto descubrí el entrampado: una rutina sin propósitos elevados y significativos. El germen de la inconformidad seguía allí, más vivo que nunca. El disparador definitivo devino con una fuerte virosis en 2016. La sinusitis ocasionó un taponamiento auditivo por congestión y un molesto goteo postnasal. Con el pasar de los días mejoré, con excepción de la audición que degeneró en una persistente Tinnitus, al cual ya me he acostumbrado. Recuerdan el primer episodio de ansiedad. Sí, adivinasteis. Resurgió reforzado e incapacitante, como si se hubiera multiplicado por mil.

Algunos os preguntaréis a esta altura de lo leído: ¿Dónde está la depresión en tu historia personal? No la veo con claridad. Y tenéis razón. Analizad mis sucintas vivencias, qué notáis. La inconformidad y la falta de un propósito elevado para con la propia existencia.


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Fuente: Imagen de Mostafa Elturkey en Pixabay


¿Queréis que os hablé de depresión?

Imaginad el perder con rapidez, más de veinticinco kilogramos, la imposibilidad de recostarte en horizontal, la urgencia irresistible de caminar sin rumbo fijo, la dificultad de respirar, no poder pegar un ojo ni conciliar el sueño profundo por más de ocho meses. ¡Entendéis! Ahora, agregarles la intolerancia de escuchar música, cuando antes te fascinaba, percibir al mundo sombrío, el temor constante a la muerte inminente, enfrentarte con imágenes e ideas de muertes o suicidas, y, en fin, luchar contra los demonios internos, aquellos que te acompañan y mortifican desde siempre, los inconfesables.

Te aseguro con conocimiento vivencial, esta condición es penosa, horrible, terrible… No deseable ni para los enemigos.

Ayer, un imprudente preguntó a uno de mis cuñados, si yo, ya había muerto. Quizás, influido por los chismes sobre mi imagen en esa no tan lejana época. Seguro muchos especularon sobre el padecimiento de una enfermedad terminal.

Hoy, no los culpo. Incluso, los directivos de tan importante empresa transnacional, se preocuparon por mi rápido deterioro. No creáis que no me hice evaluar por competentes médicos. Nada grave, el diagnóstico no concluyente, ataques de pánicos. Un problema mental. Agradezco mucho la paciencia en aquel entorno laboral, a pesar de que mis aportes menguados, ellos me brindaron el apoyo. Un buen día comprendí, ya bastante recuperado, que estaba en el lugar equivocado. Dos años después, luego de una desavenencia ética moral, acordamos mi liberación.

Disculpadme, no os he contado cómo salí de tan nefasta condición.

Aquí quiero ir con sumo cuidado. Considere lo muy diferente que somos, por mucho que nos parezcamos. Además de multifactorial, cada quien lleva acuesta una carga personal y única. Así que, lo que haya funcionado conmigo, no necesariamente funcionará para aliviar el padecimiento de otros. ¿O sí? Tal vez, si apostamos a la ley de las probabilidades. El problema está en los factores desconocidos ni controlados.

Los médicos sospechaban algún trastorno mental: Depresión combinada con ataques de ansiedad o pánico. Por otro lado, en el folclore popular, también acudí a los curanderos. Entre ramas, brebajes, exámenes de laboratorios, tomógrafos, baños espanta muertos. Todos infructuosos. Hasta toparme con un conocido mío, un veterano psiquiatra y docente, quien me cantó una gran verdad: Nadie más que tú, podrá ayudarte. Si fracasas, quedarás solo y abandonado; me dijo. Saben, no recurrí a la medicación psiquiátrica, ni a terapias cognitivas-conductuales u otras afines. Al final, busqué en lo más íntimo de mí, a Dios.

Sí, lo busqué en las iglesias católicas. ¡Cuántas ostias consumí y confesiones de rodilla ante los sacerdotes, sin lograr mejoría! Después, busqué en los cultos evangélicos carismáticos, imposiciones de manos, oraciones y rituales de liberación, tampoco funcionaron. Inmersiones en maratones audiovisuales en la Web con pastores anfitriones y maestros de las escrituras sagradas. Escuché cánticos de alabanzas, mientras intentaba dormir en un incómodo sillón en la sala de mi casa. Leí libros completos de varias versiones de la Biblia, incluyendo, las mesiánicas con una fuerte influencia hebrea y cabalísticas. Ciencia y misticismo, un Dios esquivo, a pesar de que siempre lo había buscado. Entendí que Él escapa a la razón humana. Entendí mi cruda crisis espiritual. Y que, Él se manifiesta en todo para quien está preparado.


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Fuente: Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay


Dirás, ¿por qué no acudiste a un buen especialista médico? Sesiones, terapias y medicación, de seguro, te habrían ayudado más. ¿Qué loco ha escapado del sanatorio? Sano.

Aclaro, nada tengo en contra de quienes se dedican a la salud mental. Estudié con muchos de ellos, excelentes profesionales y abnegados por el bienestar de sus pacientes. De seguro, habrán ayudado dentro de sus posibilidades a su alcance. Mis respetos y elogios. Solo que, en mi caso, a mi entender, el meollo estuvo en la experiencia, en vivir el amor de Dios. Era necesario caer bajo para sanar.

No se me malentienda, nada de especial hay en mí. No hablo con Dios de tú a tú en mi mente. Corrijo, si hablo. Pero a través de un monólogo sincero y liberador de mis culpas que me lleva a luchar por no caer otra vez en mis errores. Claro, sin garantías, y muchas tentaciones.

Sí, la depresión desapareció, rápido, no. Al contrario, retrocedió en forma paulatina y sin pausa. Al fin y al cabo, esta comenzó en la temprana infancia con el sentimiento de ser un desadaptado. Dónde perdí el rumbo, al perder la inocencia. Cuando la inclinación hacia el mal, predominó y se hizo consciente. Una lucha interior por el control de tu alma. No estoy diciendo, ahora soy un santo. ¿Quién podría? ¡No! La lucha continúa; el propósito es hallar la humildad, la serenidad, la bondad que uno quiere para sí en los otros. Tu mejor arma, el amor, en cada uno de tus actos. ¡Qué ironía, no! El amor: el instrumento supremo para superar la depresión, o mejor dicho, la crisis espiritual.

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Un escrito muy personal de @janaveda

Pildoras para combatir la DepresiónInvito a participar en esta valiosa iniciativa a @felixmarranz y @enraizar. Asimismo, les dejo el enlace a la iniciativa si usted, mi querido lector, se animas a participar en

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Depression is the silent and growing pandemic of our time. It is a serious threat to people's mental health. Contagious, by sympathy or empathy, and by a world tending towards dehumanization and mechanization that values material success, with no other purpose than the perpetuity of the systems in place.

Not in vain, the rise of psychology and psychiatry, now accepted by official science to deal with the pitfalls such as depression, among other pathologies of the mind that undermine the normal functioning of civilization. Perhaps, I am exaggerating the matter. Studies by global organizations estimate that the disease affects about 5% of the world's population: 1 in 20 will have suffered or currently suffer from this disease or condition. Plus, how much chronic sadness and feelings of emptiness and loneliness will many harbors in secret and in solitude so as not to be stigmatized?

Great thinkers and successful artists have suffered from depression, such as Ludwig Beethoven, Vincent van Gogh, Max Weber, Frederic Nietzsche, Abraham Lincoln, Winston Churchill, J.K. Rowling, Jim Carrey, Demi Lovato, and Lady Gaga, to name a few, whom you will surely have recognized. I wonder if Siddhartha Gautama, Confucius, Plato, or Aristotle also struggled with depression at some point in their lives. I deduce that they did, perhaps to a lesser degree, as they were more connected to nature.

How many depressed people do you know? Probably more than one, contrary to statistics. For example, how many people are in sadness due to being left behind in modern forced migrations? Full of hopelessness due to the impotence to change the adverse circumstances. However, do not be deceived. Even the wealthy, who seemingly lack nothing materially, succumb to the meaninglessness of their existence.

Let me tell you in broad strokes about my vicissitudes in depression. First, a conceptual aside. Depression is considered a disorder in a person's mood, whose general symptoms range from profound sadness, apathy towards hobbies that used to be pleasurable, insomnia, loss of appetite, feelings of guilt or worthlessness, lack of concentration, and thoughts of death or suicide. Persistent symptoms, lasting for weeks, months, and even years. Terrible, isn't it? Chronically, it could be classified as a type of insanity.

Who knows a madman who has achieved his definitive cure? Whoever suffered from depression, will carry among his acquaintances the stigma of insanity, and within himself, the fear, not to say, the dread of relapsing into it.


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Source: Image by Pixabay


Perhaps, I am one of those madmen, believing myself to be sane.

I remember the strange feeling or conviction of not fitting into my environment. I was just a child when inside I questioned the reality of my family. I felt weird, and a bit out of step with the family's behavior, values, and culture. Do not speculate yet, nor advance any judgment! The routine was normal, without abuse or mistreatment. So, at first glance, I had a happy childhood and adolescence, free of apparent traumas.

Then, university studies, and a profession as I wished it—one, respected by society, not so much today, with many sacrifices and heavy demands. One would not reach material wealth by the straight and narrow. However, with a fairly sufficient income to live with dignity, if one acted prudently in the administration of expenses. Well, at least that is how it was until the onset of the decline sponsored by bad governments and false illusions, by way of bewitchments. And as the song of the famous and prolific Spanish composer Manuel Alejandro says in one of its refrains: “Todo se derrumbó...” (Everything collapsed...). Do you want me to confess something? Even in that stage of apparent professional success, I kept the feeling and the conviction of lacking something important.

It wasn't until 2012 that I suffered my first episode of anxiety, one without conscious motives that prevented me from being calm and cool-headed for a brief period. Come to think of it: Could it have something to do with the Mayan prophecy? I don't know. Imagine, having a huge restlessness and the urge to go for a walk without purpose. Being in a traffic jam on a highway, and fighting against the desire to get out of the car, knowing the danger. At the time I associated it with a side effect of being inoculated with an anti-influence vaccine for immunity. I consulted a doctor friend about it, who readily confirmed my quasi-hypothesis. Soon, that terrible feeling disappeared just as it had come, without warning, as if it were a seasonal virus.

Two years later, I resigned from the job to which I had devoted more than thirty years. Dissatisfied with the gap between the should be and the to be. You know something, yes, with an uneasiness similar to that experienced as a child and as a teenager: feeling like a fish out of water. The force of routine for the sake of an assured future, helps to endure it. Add to that the distractions, in the best style of Huxley's Brave New World.

Almost immediately, I joined a large global corporation, thinking that there I would find a suitable place to develop my full potential. At first, in the excitement of the newness, I overlooked the obvious: everything changed so that everything would stay the same. Yes, in the end, nothing fundamental had changed for me. I soon discovered the entrapment: a routine without a high and meaningful purpose. The germ of nonconformity was still there, more alive than ever. The definitive trigger came with a strong viral infection in 2016. Sinusitis caused an auditory plugging due to congestion and an annoying postnasal drip. As the days went by I got better, except for the hearing which degenerated into a persistent Tinnitus, to which I have now become accustomed. You remember the first anxiety episode. Yes, you guessed it. It resurfaced reinforced and incapacitating as if it had increased a thousandfold.

At this point in my reading, some of you may be wondering: Where is depression in your personal history? I don't see it, and you are right. Analyze my succinct experiences. What do you notice? Nonconformity and a lack of a higher purpose for one's existence.


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Source: Image by Mostafa Elturkey on Pixabay


Do you want me to talk to you about depression?

Imagine losing rapidly more than twenty-five kilograms, the impossibility of lying down horizontally, the irresistible urge to walk aimlessly, the difficulty of breathing, not being able to sleep a wink and not being able to sleep soundly for more than eight months. You understand! Now, add to them the intolerance of listening to music, when before it fascinated you, perceiving the world as gloomy, the constant fear of imminent death, confronting yourself with images and ideas of death or suicide, and, finally, fighting against the inner demons, those that have always accompanied and mortified you, the unconfessable ones.

I assure you with experiential knowledge, that this condition is painful, horrible, terrible... Undesirable even for enemies.

Yesterday, an imprudent person asked one of my brothers-in-law if I had already died. Perhaps, influenced by the gossip about my image in those not-so-distant times. I'm sure many speculated that I was suffering from a terminal illness.

Today, I do not blame them. Even the managers of such an important transnational company were concerned about my rapid deterioration. Do not think that I did not have myself evaluated by competent doctors. Nothing serious, the diagnosis was inconclusive, panic attacks—a mental problem. I am very grateful for the patience in that work environment, despite my diminished contributions, they supported me. One fine day I realized, now quite recovered, that I was in the wrong place. Two years later, after a moral-ethical disagreement, we agreed on my release.

Forgive me, I have not told you how I escaped such a dire condition.

Here I want to be very careful. Consider how very different we are, however much we may look alike. In addition to being multifactorial, each carries a unique personal burden. So, what has worked for me will not necessarily work to alleviate the suffering of others. Or will it? Maybe, if we bet on the law of probabilities. The problem is caused by unknown and uncontrolled factors.

Doctors suspected some mental disorder: depression combined with anxiety or panic attacks. On the other hand, in the popular folklore, I also went to the healers. Among branches, were concoctions, laboratory tests, tomographs, and baths to scare the dead. All to no avail. Until I ran into an acquaintance, a veteran psychiatrist and teacher, who told me a great truth: No one but you can help you. He told me that you will be left alone and abandoned if you fail. You know, I did not resort to psychiatric medication, nor to cognitive-behavioral or other related therapies. In the end, I looked deep inside myself for God.

Yes, I looked for it in the Catholic churches, how many wafers I consumed and confessions on my knees before the priests, without getting better! Then, I sought charismatic evangelical cults, laying on of hands, prayers, and deliverance rituals, which didn't work either. I immersed myself in audio-visual marathons on the Web with host pastors and teachers of sacred scriptures. I listened to praise songs while trying to sleep on an uncomfortable couch in my living room. I read entire books from various versions of the Bible, including, Messianic ones with a strong Hebrew and Kabbalistic influence. Science and mysticism, an elusive God, even though I had always sought Him. I understood that He escapes human reason. I understood my raw spiritual crisis. And that He manifests Himself in everything for those who are ready.


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Source: Image by OpenClipart-Vectors on Pixabay


You will say, why didn't you go to a good medical specialist? Sessions, therapies, and medication, surely, would have helped you more. What madman has escaped from the sanatorium? Healthy.

Let me clarify, I have nothing against those who are dedicated to mental health. I studied with many of them, as excellent professionals and devoted to the welfare of their patients. Surely, they will have helped within their reach. My respect and praise. Only, in my case, in my opinion, the crux was in the experience, in living the love of God. It was necessary to fall low to heal.

Don't get me wrong, there is nothing special about me. I don't talk to God one-on-one in my mind. I correct when I speak. But through a sincere and liberating monologue of my faults that leads me to fight not to fall into my mistakes again. Of course, with no guarantees, and many temptations.

Yes, the depression disappeared, not quickly. On the contrary, it receded gradually and without pause. After all, it began in early childhood with the feeling of being a misfit. Where I lost my way when I lost my innocence. When the inclination towards evil, prevailed and became conscious. An inner struggle for control of your soul. I am not saying, now I am a saint. Who could? No! The struggle continues; the purpose is to find the humility, the serenity, the goodness one wants for oneself in others. Your best weapon, love, in your every act. What irony, no! Love: the supreme instrument to overcome depression, or rather, the spiritual crisis.

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A special writing by @janaveda in Spanish and translated to English with www.deepl.com (free version)

Depression PillsI invite @felixmarranz and @enraizar to participate in this valuable initiative. I also leave you the link to the initiative if you, my dear reader, would like to participate in

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¡Hola!, mi estimado amigo Javier.
Acepte tu invitación y ni siquiera tuve la cortesía de comentar tu publicación. Por suerte volví a pasar y puedo corregir el despiste.
Claro que no somos santos, inclusive hay quienes piensan que en cada uno de nosotros habita el santo y el criminal, y solo las propias decisiones o las circunstancias definen en que nos convertimos.
Por esta razón, resulta tan difícil ser juez. La luz y la oscuridad, el bien y el mal, son creaciones de un mismo todopoderoso Artífice. Nuestra limitada perspectiva nos impide ver el conjunto, (esto es algo que he reconocido recientemente) así que solo cuando alcancemos Al Que Es, comprenderemos el que Es Lo Que Llegara a Ser.

Salud y bienestar en este fin de semana.

Sí, mi amigo; no somos santos ni perfectos. Sabes, he escuchado a muchos ser extremamente indulgentes con las reincidencias de sus conductas no tan sanas, incluso, impropias. Al final, caen en esta expresión: no soy santo ni perfecto; y vuelven a caer. Es más, consciente o no, desisten en enmendar. Sí, no somos perfectos, pero eso no nos impide emprender el camino de la santidad, en la búsqueda de la perfección. Si lo logramos o no, coincido contigo, al final se sabrá.

Feliz domingo, Félix.

Saludos @janaveda,la depresión es súper compleja y a veces tanto que ni nos damos cuenta de que la padecemos al momento, o las señales que nos venía dando desde tiempo atras. Lamento que hayas pasado por esa experiencia tan difícil, muy poco se habla de él rechazo que se siente hacia la música, me llama la atención que lo menciones, porque entre mis síntomas yo también experimenté ese.

Me contenta que hayas conseguido la solución a tu problema, tener una buena aleación con Dios, saber cuales son sus propósitos y además dejar guiar por lo que nos dice, es sin duda una muy buena forma de afrontar la vida y sus dificultades. Gracias por compartir tu experiencia.

Hola, @jemima1996

Sí, ahora entiendo que la Depresión es la manifestación de que algo no va bien en la vida. Cuerpo y mente (una emanación del espíritu) están en conflicto, y como bien dices, un fenómeno muy complejo. Ahora pienso, que más allá de lo material, la Depresión es una perturbación espiritual cuyos síntomas son visibles en el cuerpo. Así que, hallar o reencontrar lo sublime obnubilado por el ruido exterior. Bueno, en eso creo y a mí me ha funcionado.

Gracias por tus amables palabras de aliento.

Saludos, que tengas un excelente día.

¡Wow! Tener una insatisfacción en la vida, sin importar lo que hagas o el nivel que alcances, es una experiencia horrible. Me alegra que hayas encontrado a Dios y que la religión sea relevante para ti. No se trata de medicamentos. Todos tenemos algo que nos funciona, y me alegra que hayas encontrado lo tuyo y que estés viviendo en ello.

¡Saludos! Confío en que estés llevándote bien.

Hola, @chuksmeezy

Gracias por tus palabras. Soy muy afortunado, incluso, de haber caído en tal condición. Habiendo nacido en una familia católica, ahora, no me siento reflejado en ella. Creo no profesar ninguna religión, sino transitar un camino espiritual, en donde veo la acción de Dios en todo y en todos.

Que tengas un feliz domingo.

Es aún un camino interesante el que has elegido recorrer.

Feliz domingo, querido amigo.

Una experiencia bastante fuerte con esta enfermedad de la depresión, después de la pandemia fue yo conocí el ataque de pánico en algunas personas quedaron padeciendo y resulta que era a raíz del COVID y también por otras situaciones personales que los agobian , saludos amigo m

Hola, mi amigo @cetb2008

¡Uf! Ataques de pánico, depresiones son perturbaciones mentales, del espíritu, causas no tangibles manifestadas en la conducta. Terrible. Espero que hayas ya superado tan nefasta condición.

Gracias por tus comentarios.

Saludos.

Interesante experiencia. No sabía que esas personalidades que mencionas sufrieron depresión, solo conocía de van Goth. Muy bueno que se haya recuperado. Bendiciones

Sí, quizás exista algún nexo causal. Si fuese así, un alto y doloroso costo en el camino de los aportes al pensamiento y las artes. Agradecido por tu amabilidad en tus palabras.

Saludos, feliz fin de semana.

La depresión es una enfermedad mental, no solo un estado de ánimo o desagravio religioso-espiritual. Puede afectar la forma en que una persona se siente, piensa y maneja las actividades diarias, como dormir, comer o trabajar. Aunque todos pueden sentirse tristes o abatidos en algún momento, la depresión es una condición más persistente y seria, que a menudo requiere tratamiento. Puede manifestarse a través de síntomas como una tristeza profunda y prolongada (no melancolía), pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban, cambios en el apetito o el sueño, y problemas de concentración. Todo ello acompañado de pensamientos suicidas que muchas veces se ponen en práctica. No soy creyente religioso, mi pensamiento es mucho más abstracto. Mi lema de vida es “vivir en paz…”

Sí, estimado @amigoponc. Usted lo ha definido bien con base en los síntomas más visibles. Sabe, yo tampoco soy un fanático religioso, pero si profeso una fe inteligente, con acercamiento a la perspectiva de Baruc Spinoza. Sin el ánimo de polemizar, y desde mi experiencia, pienso que catalogar a la depresión como una enfermedad mental o trastorno de la personalidad, es un intento por minimizar y analizar su verdadera dimensión. Es un fenómeno más complejo, que involucra el propio entorno de quien lo padece. Por lo tanto, su cura demanda (según sean sus causas) más que medicación y terapias conductuales. Vivir en paz, no siempre es tan fácil.

Saludos.

Algo me queda claro, cada uno debe buscar su propia cura, no es posible generalizar ni con los síntomas ni con las pildoras. Esa búsqueda íntima, constante y certera hasta poder hablar con Dios de manera única y real es parte del camino de sanación. Solo cada quien sabe lo que vive.

¡Mejor síntesis, imposible! Sabes, @charjaim... Incluso, la Depresión, con todo y lo terrible, es un llamado de alerta para enmendar el rumbo que se lleva en la vida. Claro, se debe evitar que se haga crónica y traspase el punto de no retorno.

Gracias por compartir tan acertada perspectiva. Me gustó mucho tu crónica de la depresión.

Saludos.

@tipu curate 8

Muy agradecido por tu soporte, @mireyaromero. Muchas bendiciones para ti.

Muchas gracias por la mención y la invitación mi estimado @janaveda, es todo un honor para mí. mañana empezaré a preparar algo, por ahora no voy a comentar más aquí. Tengo la idea de dar una "respuesta" o seguir una posible conversación en esa próxima publicación.

Muchas gracias mi amigo.

Hola, @enraizar

Sin titubear, pensé, aquí, mi amigo tiene mucho que aportarnos, desde su perspectiva amplia apoyada en tu experiencia profesional. Así que estaré atento de lo que tengas que decir.

Saludos.

Ya veremos si tengo algo que aportar. Un abrazo amigo @janaveda.